Confieso que de los días pasados en Logroño lo mejor no ha sido
el mano a mano entre Morante de la
Puebla y Miguel Ángel Perera en
La Ribera. Para mano a mano prefiero el que mantuve en la librería Santos Ochoa con Manolo González, referencia inexcusable del mejor periodismo
radiofónico, a propósito de la presentación de Historias canallas del Café Gijón y La Argentinita (escrita con Diana
de Paco Serrano). He mantenido también otros mano a mano más intensos que el de Morante y
Perera, con la basura de los toros de Vellosino y la incompetencia de la presidencia. Mierda de toros, mierda de
monoescaste Domecq que está haciendo más daño a la Fiesta que las siete plagas
de Egipto. Contra esto se rebela, a medias, la mejor afición, pero al fin traga qué remedio.
Estos toros son impropios de la
Ribera y, si me apuran, impropios de cualquier plaza seria, aunque muy propios
para las pinturerías poderosas de Perera y las gracias angélicas de Morante. Morante,
torerísimo y sevillano afeó su torería con un infame bajonazo asesino; Perera
poderosísimo y extremeño no tuvo adversarios. En general anduvieron a gorrazos con los blandísimos toros de
Vellosino. Mierda de toros. Pero tampoco hay que engañarse; si la Ribera no es
la misma, la afición tampoco: se ovacionó un par traserísimo de Juan Sierra que se desmonteró, y los tendidos apenas se
cubrieron en la mitad.
Lo que sigue siendo lo mismo desde hace unos cuantos años es la prepotencia y el
trágala de la empresa Chopera. La afición está que trina; hoy era dia de trabajo
y la hora de las 20,00 se ha puesto quizá pensando más en Bilbao que en
Logroño. Da igual; ello no ha salvado del desastre la corrida.
Así que volvamos a otros mano a mano más
importantes, al menos para mí que soy
quien dicta el espíritu de este diario; es una de las ventajas que tiene la literatura memorialista
o, para ser más exactos, diarística: hacer y escribir lo que te viene en gana. Y
hoy me viene en gana destacar el mano a mano con Diego Urdiales, ante las fotos de Maite Túrrez y Cristina Gaviria,
con Tomás Campos de
sobresaliente, en el chamizo del Club Taurino Logroñés. Esa expo irá a Arnedo cuando termine la feria
matea. Admirado está Diego de que su
vestido Rioja y Oro, vistiendo el cual cortó su primera oreja en Las Ventas, haya dado origen a esa obra de arte que es Diálogo con el vestido de torear.
Otro mano a mano reseñable fue con Juan Cruz Gastón; con este
hombre, vocacional y veteranísimo de la crítica, los mano a mano suelen ser religiosos, políticos e
incluso taurinos. Se define como muy de derechas y, por contraste, a mí me
dibuja como muy de izquierdas; ni lo uno ni lo otro. Ello no impide que desde hace años
mantengamos un dialogo fluido y cordial.
Con Pedro
Mari Azofra el mano a mano va siempre por los derroteros de Azcona, del vino, de las cosechas que
nos hemos podido beber. Y sobre las fastuosas comidas que Carmen, su mujer,
irrepetible, prepara para las docenas de amigos que invaden su bodega en
la Feria Matea. Más que mano a mano fue un diálogo de ausencias: no he podido
ir a una comida. Con Pablo García Mancha
no hubo mano a mano porque se cayó del cartel. Todo esto me permite repetir
algo que ya he dicho en ocasiones: la crítica de Logroño, tanto o más que la de
la Metrópoli, es la más fiable de
España.
Pero el mano a mano fundamental fue el pregón que me encargó la neófita presidenta
del Club Taurino de Logroño Conchi Martínez.
Luis Ruiz me cubrió de elogios y, en correspondencia legítima, yo cubrí de
elogios a Logroño y sus gentes. Es la segunda
vez que tengo el privilegio de pregonar San Mateo en la capital de la Rioja. La
primera me llevó Pepe Rioja, auxiliado
por una cuadrilla esencial, Luis
Domínguez, Mariam Grijalba y Marisol
Aldonza. Imborrable el recuerdo como imborrable serán los últimos dos días
de mi reencuentro con Logroño.
Dentro de unas horas Miguel Ángel Perera matará seis toros
en Nimes; mil kilómetros más o menos en
doce o catorce horas. Si los toros salen como la basura de esta tarde,
no habrá problemas para
un torero poderoso como él. Pese a todo, hay que reconocer que la vida de los matadores es dura. Un día aquí,
otro allí; muchas noches y muchos kilómetros de carretera y de insomnio
pensando en las fieras que matarán mañana. Y muchísimos sucedáneos de toros que estoquear; esto para toreros de
tronío como los de esta tarde, debe de ser insoportable. Así la vida es
imposible.
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