Coca Cola y el teatro.
A mi lo que más me gusta de Coca Cola es la atención, y la protección, que que presta al teatro en particular y a la cultura en general. De joven me aficioné al teatro y al vino y sigo siendo un degustador de ambos. La Coca Cola me enseñó a usarla, con fines terapéuticos, un marinero; él la usaba para combatir la resaca, del vino no del mar, que solía aquejarlo cada vez que bajaba a puerto.
Coca Cola patrocina el premio Valle Inclán, el más importante de España y parte del extranjero. Y ya ha convocado los Premio Buero Vallejo que mueven cada año cientos de grupos y miles de escolares y aficionados. Estos premios tienen un doble objetivo: descubrir nuevos valores y promover la afición al teatro. Ambos se cumplen ampliamente todos los años. Y se da la circunstancia de que premiados en ediciones anteriores han escalado la cima y llegan a formar parte del Jurado que decide cada año los mejores.
Coca Cola acaba de publicar un libro primoroso que, en imágenes muy seleccionadas, cuenta su historia. No esperen hallar en él la fórmula mágica de su composición que sigue siendo el secreto mejor guardado del universo. A lo mejor es un secreto a la vista, pero nadie da con él. Una película que lograse descubrirlo sería la mejor película de espionaje de la historia.
Coca Cola acaba de publicar un libro primoroso que resume cine años de historia. Uno de los máximos aciertos del libro es precisamente el cine, las grandes estrellas sorprendidas en un descanso del rodaje o en una escena de una película, bebiendo Coca Cola. Los Beatles, Jean Collins, Gregory Peck, Frank Sinatra, Clint Easwood. También está Fidel Castro, no sé si antes o después de Moncada; y Richard Nixon; yo a éste no lo hubiera puesto. Ya saben aquella leyenda debajo de una foto suya: "¿a este señor, le compraría usted un coche usado?". Por fortuna, Nixon está en una fiesta, relajado, y sale de perfil. Por mimetismo muchos querrán formar parte de este selecto club de artistas, sus ídolos. Por sed o por fetichismo. Mi estrella es Jean; está deliciosa y en vez de beber de la botella parece besar su embocadura.
Cotilleos muy serios ante una botella de Cigales.
A mi lo que más me gusta de Coca Cola es la atención, y la protección, que que presta al teatro en particular y a la cultura en general. De joven me aficioné al teatro y al vino y sigo siendo un degustador de ambos. La Coca Cola me enseñó a usarla, con fines terapéuticos, un marinero; él la usaba para combatir la resaca, del vino no del mar, que solía aquejarlo cada vez que bajaba a puerto.
Coca Cola patrocina el premio Valle Inclán, el más importante de España y parte del extranjero. Y ya ha convocado los Premio Buero Vallejo que mueven cada año cientos de grupos y miles de escolares y aficionados. Estos premios tienen un doble objetivo: descubrir nuevos valores y promover la afición al teatro. Ambos se cumplen ampliamente todos los años. Y se da la circunstancia de que premiados en ediciones anteriores han escalado la cima y llegan a formar parte del Jurado que decide cada año los mejores.
Coca Cola acaba de publicar un libro primoroso que, en imágenes muy seleccionadas, cuenta su historia. No esperen hallar en él la fórmula mágica de su composición que sigue siendo el secreto mejor guardado del universo. A lo mejor es un secreto a la vista, pero nadie da con él. Una película que lograse descubrirlo sería la mejor película de espionaje de la historia.
Coca Cola acaba de publicar un libro primoroso que resume cine años de historia. Uno de los máximos aciertos del libro es precisamente el cine, las grandes estrellas sorprendidas en un descanso del rodaje o en una escena de una película, bebiendo Coca Cola. Los Beatles, Jean Collins, Gregory Peck, Frank Sinatra, Clint Easwood. También está Fidel Castro, no sé si antes o después de Moncada; y Richard Nixon; yo a éste no lo hubiera puesto. Ya saben aquella leyenda debajo de una foto suya: "¿a este señor, le compraría usted un coche usado?". Por fortuna, Nixon está en una fiesta, relajado, y sale de perfil. Por mimetismo muchos querrán formar parte de este selecto club de artistas, sus ídolos. Por sed o por fetichismo. Mi estrella es Jean; está deliciosa y en vez de beber de la botella parece besar su embocadura.
Cotilleos muy serios ante una botella de Cigales.
Tras el estreno de El público, tertulia en el Imperio, chez Gonzalo. Aquí los flamencos juegan al mus, la gente
come setas frescas de temporada y bebe vino de todas las marcas y colores,
incluido el clarete de Cigales que es el
que más me gusta. En el Imperio tengo aplazada una partida de mus con Antorrín Heredia hace años. Una amiga,
entusiasta de todo lo que hace la Abadía, e idólatra de José Luis Gómez me susurra a voz en grito, o sea un secreto a
voces: “ya teneis candidatos para el Premio Valle Inclán”. También es entusiasta de Yolanda Ulloa, una actriz a la que admiro mucho, de la que me trae saludos. Le digo que le busque un papel para disfrute de todos. De Zutoia Alarcia, la mejor Ulalume que yo he visto, no me trae saludos porque a Zutoia se los doy personalmente. Cualquier dia de estos, Zutoia, Xabi Puerta, y yo nos liamos la manta a la cabeza y organizamos un cirio; teatral, claro. Esperamos a David de Loaysa, que debutó como escenografía con Dónde estás Ulalume, dónde estás, para que nos cuente algo de la Salomé de Victoria Vera y Jaime Chávarri, pero no aparece. Loaysa está con la última función de Sabela Hermida, Manar, en La Tribueñe, luces y espacio. Gran trabajo el monólogo de Sabela, otra actriz de la que se puede esperar mucho. Mi amiga inquiere, mientras ordena descorchar una botella de
Cigales: “¿qué te ha parecido el montaje de Rígola”. Hay pocas personas a las que tolere esta
impertinencia a bocajarro, pero mi amiga C.M.H
es otra historia.
No me gusta comentar una
obra en caliente, menor dicho soy
incapaz de ello; y tiro por la calle del medio: “lee el Mundo, aquí tienes el
euro y los cuarenta céntimos que cuesta”. “Escribirás algo”. Respondo: “algo largo
y tendido”; de Federico y Alex Rígola, que ya no es el Tarantino español, sino uno de los
directores com más carisma y personalidad. Empieza a llegar el elenco de El público y prefiero retirarme al último rincón. Sólo me faltaba que, para estimular mi timidez, que se va convirtiendo en
mal genio, apareciese Irene Escolar, actriz a la que yo,
modestamente, no veo techo. Destaco su triple registro en esta función: Julieta, una estudiante con aire de profesora sabihonda, una madre
huérfana de hijo.
Política de hoy
Mi amiga CMH pide otra
botella de Cigales y la conversación es ya imparable. Estoy de acuerdo en que
la interpretación en general es muy buena. Y
apunto que, pese al excelente montaje, seguimos sin saber con exactitud
qué teatro quería hacer Lorca que lo
desvinculase de sus tragedias rurales. Teatro bajo la arena; ¿qué es eso? Me acusa de defender la programación del Español y digo que solo he defendido algunos
proyectos concretos que espero se lleven a cabo. Me niego a la tercera botella
de Cigales, porque después de la cuarta, las cosas pueden ser imprevisibles. Y
derivamos a la política mientras espero el taxi, Taxi Elite, un servicio
reciente y, de momento, impecable. Espero no les pase lo que a los partidos
políticos, que se vician.
¿Podemos?. La gran decepción; Iglesias, Errejón, Monedero y Echenique la han cagado. ¿Ciudadanos?. La gran moda, en especial por
antiseparatistas en el vientre del
monstruo catalán. Requiem por Up
y De. Me niego a hablar del bipartidismo canalla, PP y Psoe, modélico en el
arte de la corrupción. Mi amiga me invita a ver Los nadadores nocturnos, José
Manuel Mora y Carlota Ferrer, que se estrena en la Abadía un dia de
estos. “La vi en Almada el pasado Festival. ¿Qué te pareció? Busca el Mundo de aquellos días”. Y mi amiga me da
un beso en la mejilla, mientras me abre la puerta de Taxi Elite. “Las
hijas de las madres que amé tanto, me besan ya como se besa a un santo”. (Campoamor)
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