Santiago Sánchez, entre Aquiles y
Pentesilea.
A batallas
de amor, campos de plumas. Dijo el
poeta. Esa parece ser la opinión de Lourdes
Ortiz en Aquiles y Pentesilea. Aquiles, el de los pies ligeros y su talón
mortalmente vulnerable. Pentesilea, reina de las amazonas, la tribu belicosa de
mujeres despechadas, o sea sin una teta, para así mejor manejar el arco contra
los guerreros homéricos. Pentesilea declara abolida la guerra en favor del amor,
pero los poderes fácticos de ambas partes en lucha nunca lo permitirán. Afronta
Santiago Sánchez una difícil
dirección: cómo encerrar en el reducido espacio de un escenario los complejos y violentos
movimientos de la guerra, de una batalla.. Y aligerar la carga conceptual
inherente al teatro de Lourdes Ortiz. Buen montaje, aunque yo siga pensando que
el mejor Santiago Sánchez, acaso insuperable, es el de La crazy class, obra por la que es candidato al Premio Valle
Inclán, que se falla dentro de unas horas.
de Garrigues Walker ha
inaugurado el 1º Festival de Teatro Amateur de la UNIR. El concepto “amateur”, referido
a la creación artística, sea cual fuere la rama en que ésta se manifieste,
nunca lo he tenido muy claro. Creo que en alguna ocasión he comentado esto con Antonio Garrigues Walker, que es poeta
y dramaturgo en ámbitos reducidos, y jurista en ámbitos más universales. Es
también un brillante escritor político. Atendiendo a esta faceta de hombre, que
podíamos llamar renacentista, le he propuesto en ocasión reciente como “notable”
al que podría encargársele la formación de gobierno. Ese gobierno, que la
corrupta y encanallada clase política es incapaz de poner en marcha.
En realidad esa
propuesta política encierra una trampa; mientras Antonio podría encargarse de
limpiar los Establos de Augías, yo acompañaría a Fran, su mujer, a ver teatro. Se me olvidó preguntarle ayer a Fran
con cuál de los varios retratos que hacen del “hombre sentado” las mujeres de Requiem por todos los hombres, se
quedaría ella. De paso podía ir con nosotros Malena, una jovencísima nieta
pelirroja que el otro día estaba allí. Fue como un milagro entre tanta
devastación. Ana Merino sentenció:
“es la Reina de las Hadas”.
En mi opinión
Garrigues debiera dar el gran paso a otros circuitos y salirse de los puramente
familiares y de amigos. Ha escrito más de medio centenar de obras y alguna
habrá, digo yo, capaz de resistir la “profesionalización”.
Este texto es un largo
poema dividido en varios monólogos sin estructura escénica definida; el título
es bastante explícito, aunque a mí pudiera parecerme igualmente acertado,
parafraseando a Gabriel García Márquez, Diatriba
de amor a cuatro voces contra un hombre sentado. El hombre sentado es Carlos Rodríguez Braum. Y las voces que
tratan de definirlo como un ser adorable, mentiroso, tierno, acomodaticio, desleal,
frágil, insuficiente, autoritario y muchas más cosas son: Sofía Palazuelo, Gloria Marroquín, Mayte Gaytan de Ayala y Carmen
Vázquez que dicen sus textos con soltura y evidente desparpajo, dentro de
ese amateurismo asumido. Rodríguez Braum, economista de
prestigio liberal, refleja con muda gestualidad las sucesivas diatribas que
caen sobre él.
El grupo de Garrigues tiene dos fundamentos: la calidad
literaria de los textos y una razonable base actoral. Junto a las ya citadas
líneas arriba, recordaré a Lupe Barrado
y Johny Aranguren. Y, por supuesto,
a Elena Herrero Beaumont. A esta la
vi por allí, como nostálgica de otros mundos. Sigue afirmando que aprende teatro de mi “magisterio”. Pero yo
creo que su europeismo cosmopolita me “tiene ojeriza” por mi afición cafre a
las corridas de toros.
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