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jueves, 17 de agosto de 2017

LA GENERACION DEL 27 EN SOTOGRANDE


GOLF,TEATRO Y POESÍA

En Sotogrande no solo se juega al  golf,  juego contra el que nada tengo, aunque sea incapaz de distinguir un bogey de un albatros. Este semana Antonio Garrigues y su gente han hecho celebraciones en torno  a la Generación del 27, que es la columna vertebral de la poesía española del siglo XX. Y de otros siglos. Un nuevo Siglo de Oro en torno a Góngora y de refilón a su enemigo Quevedo.  Escribí a Garrigues pidiéndole el papel de Luis Cernuda que  para mí,  crece y crece cada dia. Recordar a la generación del 27, en una etapa histórica en que cunde al analfabetismo y un alcalde ágrafo de Sabadell quiere quitarle la plaza a Antonio Machado,  del 98 señor edil, me paree un acto patriótico. No me gusta invocar el patriotismo porque recuerdo  Stanley Kubrick en  Senderos de gloria: “el patriotismo suele ser el último refugio de los canallas”.  

Luis Cernuda es posiblemente  el único poeta maldito verdadero de la poesía española: el solitario, el dandy. Leopoldo María Panero es un maldito gestual de tono menor. Mi modelo de malditos con todo sigue siendo Rimbaud, que nada tiene que ver con la Generación del 27, salvo que el departamento cultural de quienes  han acusado a Antonio Machado de españolista retrógrado, diga lo contrario.

Garrigues ha hecho un guión denso con pleno conocimiento del tema de ese grupo milagroso que apadrinó Ignacio Sánchez Mejías, el torero ilustrado, banderillero de Joselito, con cuya viuda, Encarnación López Júlvez, la Argentinita se casó. Encarnación es también plena generación del 27, en otra vertiente. Y quizá la mujer más trágica y  desafortunada del siglo XX   español. El toro mató a los dos hombres que más amó,  José  e  Ignacio. Y el toro negro de la incivil guerra de España se llevó por delante a Federico, su numen   Garrigues me habla de Pepin Bello al que el pintor Caneja adoraba desde la Residencia. Nunca escribió una línea y ha pasado a la posteridad como otro 27 más entre los cuales oficiaba de árbitro e inspirador. Pepín Bello era un genio. Lo decía Caneja y es sabido que lo dicho por Caneja iba a misa, aunque jamás pisó una iglesia.

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