Publicado el Mundo. Desavenencias.
Tengamos las fiestas en paz. No hay por qué repudiar el espíritu navideño que aconseja ser buenos y solidarios. Días nos quedan a lo largo del año para hurgar en las heridas. Hay tantos desacuerdos en este mundo, tantas atrocidades que por fuerza tenemos que coincidir en algo; por ejemplo el espíritu navideño de concordia. Me sumo a él con todas las fuerzas de mi corazón. Queda mucho tiempo para las insuficiencias, las maldades, las incomprensiones y la corrupción. Para la gratitud mal expresada, las complicidades no valoradas, la sonrisa de una mujer que no apreciamos lo suficiente, el sacrificio de las mujeres que más nos aman. Si hubiera que establecer un decálogo, los diez mandamientos de la ley de Dios y de los hombres, lo resumiría en uno sólo: piedad y tolerancia. Eso no quita que una mente crítica tenga que olvidarse de monstruos y desafueros. 48 horas de Laura Luelmo señalan la cumbre de la monstruosidad del año.
Tengamos las fiestas en paz. No hay por qué repudiar el espíritu navideño que aconseja ser buenos y solidarios. Días nos quedan a lo largo del año para hurgar en las heridas. Hay tantos desacuerdos en este mundo, tantas atrocidades que por fuerza tenemos que coincidir en algo; por ejemplo el espíritu navideño de concordia. Me sumo a él con todas las fuerzas de mi corazón. Queda mucho tiempo para las insuficiencias, las maldades, las incomprensiones y la corrupción. Para la gratitud mal expresada, las complicidades no valoradas, la sonrisa de una mujer que no apreciamos lo suficiente, el sacrificio de las mujeres que más nos aman. Si hubiera que establecer un decálogo, los diez mandamientos de la ley de Dios y de los hombres, lo resumiría en uno sólo: piedad y tolerancia. Eso no quita que una mente crítica tenga que olvidarse de monstruos y desafueros. 48 horas de Laura Luelmo señalan la cumbre de la monstruosidad del año.
El país se
desangra y se desgarra. La eterna cuestión catalana arde por los cuatro costados,
sin que seamos capaces de conllevarla como aconsejaba Ortega y Gasset. Uno
tiene la sensación de que las discrepancias políticas notables, y razonables en
toda democracia, es la coartada para olvidarse de lo más principal: los ajustes
sociales, las diferencias de clases con privilegios para unos y agravios para
otros. Este es el quid de la cuestión; menos dentelladas políticas y caníbales
y más justicia, más igualdad, más cultura. Hasta no hace mucho algunos creíamos
que nada había que no pudiese arreglar una sonrisa de mujer, pero ese
privilegio también nos ha sido arrebatado. También está politizada. Por lo
tanto, felices Navidades. Con razón o sin ella.