La fiesta del chivo
Trujillo, un garañón endiosado. (publicado Mundo Metrópoli)
Autor; Mario Vargas Llosa.
Adaptación, Natalio Grueso. Dirección, escenografía y videoescena, Carlos
Saura. Reparto; Juan Echanove, Lucía Quintana, Manuel Moron, Eduardo Velasco,
Gabriel Garbisu, David Pinilla. Escenario, Infanta Isabel. Cuatro,
Árdua tarea llevar al teatro una novela tan compleja y violenta como La
fiesta del Chivo. Acaso la novela
cumbre del autor de Conversación en la catedral.
Con la adaptación de Natalio Grueso Vargas
Llosa ha visto encumbrada su esencial y primera vocación de autor
dramático, aunque La muerte del Chivo se resiste a una adaptación teatral; la escena de la muerte en
una emboscada nocturna Saura la
resuelve con un ramalazo cinematográfico
de gran eficacia.
Urania (Lucía
Quintana) regresa 40 años después de su
fuga, como acusadora de su padre moribundo, Agustín Cabral esbirro del Padre de la Patria,
hasta que cayó en desgracia. La ofrenda de su hija Urania, una niña de trece años, no le sirvió de nada y enfureció a Trujillo por su impotencia para
desvirgarla, hecho que consuma de forma zafia y brutal. Conmovedor el desdoblamiento de Lucía
Quintana, apenas un cambio de entonación
imperceptible casi, entre infancia y
madurez. Agustín Cabral es un ser
abyecto y Gabriel Albizu, además de
afrontar la tarea de ayudante de
dirección, tiene el mérito de hacerlo creíble. Saura aborda
con pudor las escenas más escabrosas y resuelve con agilidad cinematográfica la muerte de Trujillo acribillado a balazos en una emboscada nocturna. Trujillo es un ser desmesurado, pero no
es dios aunque él se lo crea. Es un
garañón insaciable y todas y sus maridos también, debían sentirse honradas de
que las montara. Natalio Grueso lo retrata con una amplia gama de registros que halla en
Juan Echanove la adecuación insuperable,
dentro de un elenco aceptable en
general pero oscurecido por su resplandor.
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