Rodrigo Francisco; o la realidad compleja
Era inevitable que Rodrigo Francisco, hombre de teatro en las
distintas facetas del mismo, desembocara en la escritura por la puerta grande,
símil taurino que posiblemente no le va a disgustar. Fenda, traducida al
castellano como Brecha, ha sido estrenada por el Teatro de Almada con
dirección del propio Francisco, y ahora la publica la Revista ADE, órgano de la
Asociación de Directores de escena de España. Gabriel Antuñano escribe
un excelente ensayo sobre la misma, Del infinito al cero, invirtiendo
sagazmente el recorrido habitual “del cero al infinito”, lo que cuadra bien a
la dramática de Rodrigo; soledad del
hombre, aislamiento de generaciones y clases sociales. El mundo no es un continuum,
sino una yuxtaposición de circunstancias, personas y sucesos. Podría decirse
que carece de dialéctica en el sentido estricto y clásico del término, la
concatenación de causas y de efectos. Pero eso no es del todo cierto, la
dialéctica de Fenda es un proceso interno del texto teatral y la acción
escénica. Más que fragmentación, cabe hablar de autonomía de los distintos
elementos El teatro como una manifestación sensorial plena, como una explosión
de los sentidos, sin abdicar por ello de una profunda base intelectual.
Rodrigo Francisco está
hace tiempo al frente del Teatro de Almada, a cuyo festival le guardo
especial gratitud. Me dieron el Premio Carlos Porto por mis críticas en
el Mundo. Fue una noche memorable en un anfiteatro abarrotado por casi mil
personas cuya adhesión estaba asegurada desde que abrí mi discurso con estas
palabras: “gracias por este premio que
merezco, sin duda, pues carezco de autoridad para desmentir al jurado
que me lo ha concedido”. Aplausos atronadores. Todo el Festival fue digno de
recordación por la programación impecable de Rodrigo y por el calor
humano que cada acto desprendía. Quizá esa sea la definición que mejor cuadra a
la personalidad de Rodrigo: un ser humano que aplica el dinamismo caliente de la pasión romántica a la frialdad de un
intelecto riguroso.
Es un gran hombre de teatro
forjado en todas las peripecias del mismo y
ha convertido Almada en un centro esencial de la escena europea
donde confluyen culturas, personalidades diversas, aprendices y maestros. Su biografía es corta, pero profunda, de esas
que te obligan a pensar que lo mejor está por venir y que cada paso que da es
irreversible y anuncio, a la vez, de un paso superior, una progresión. Leo, en
fecunda tensión de confinamiento, Fenda, obra de dos personajes, Catarina
Nunes y Simao da Veiga, dos
triunfadores, ella como estrella de la televisión y él como productor de esos
programas de gran audiencia, un hombre sin escrúpulos: todo el mundo ve esos
programas insustanciales aunque, supongo que, por su baja calidad, nadie lo confiesa.
Conflicto no solo de dos personajes más o menos afines, sino algo más profundo
que aborda el choque entre cultura e intoxicación; entre machismo y feminismo con ramalazos de
racismo, de seducción imposible y del abismo que separa a las generaciones. Un
cierto nihilismo no paralizante. Como si Rodrigo Francisco y sus
personajes estuvieran convencidos de que la verdadera tragedia de los hombres
es la esperanza. Algo sobre lo que teorizó con frecuencia Buero Vallejo, siguiendo, me parece
recordar, la estela de Arthur Miller.
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