Los cromos de Andrés Amorós
Cromos que venían en las tabletas
de chocolate y que a mí, hoy, me
recuerdan mi espléndida colección de futbolistas que eran la envidia de los
demás muchachos de mi pueblo Torre de los Molinos. Este álbum, editorial El Paseo,
Sevilla, va más lejos; desde Lilí
Alvarez la cosmopolita, escritora¨, intelectual, ¨polígrafa¨ y elegantísima campeona de
Wimbledon, que practicaba todos los deportes y todos con éxito, hasta Jesse
Owens , la bala de los cien metros, un negro que humilló a la raza aria y a
Hitler en los Juegos Olímpicos del 36 en Berlín.
Andrés Amorós es lo que podíamos
llamar un polígrafo o sea, hablando en
román paladino como Berceo, un sabio que escribe de muchas cosas. Como actualmente
apenas leo periódicos, salvo el
Mundo de Jorge Bustos y Antonio Lucas para comprobar con
tristeza su decadencia y vertiginosa degeneración, no sé si Amorós sigue
haciendo crítica de toros en Abc. Lo que sí recuerdo con verdadero gozo es
cuando ¨competíamos¨ en escribir algunas
crónicas de toros en romance sin que nos
cojeara ni un verso, ni una rima, ni un ripio. Unos lectores de ambos, muy
amigos míos, los hermanos Manuel y Alfonso Polidura, mexicanos, me decían, ¨compadre apriétese los machos, que don Andrés está
pegando fuerte¨. Yo creo que don Andrés era más
notarial, más técnico a la vieja usanza, reseñando lances, muletazos y promenores, era más benévolo en sus juicios que yo, y yo más dado a los artificios literarios. Me dijo un dia en la
Feria de Abril de Sevilla después de una célebre crónica en romance, ¨esto solo
lo podemos hacer tú y yo¨. Era cierto, pero yo estaba en una etapa muy
competitiva y en San Isidro me marqué una crónica en sonetos, siete sonetos,
uno al paseíllo y uno por cada toro, describiendo las faenas con la misma precisión
que si lo hiciera en prosa. Lo cual propició que me otorgaran el premio Gregorio
Corrochano compartido con Carlos Ilián, por su columna diaria de
toros en Marca, periódico deportivo. El premio fue una pluma estilográfica
de oro que conservo, la primera y más querida en mi colección de más de un
centenar. Solo para escribir a mano poesía con tinta negra.
El subtítulo de este álbum,
editado por el Paseo y primorosamente
ilustrado por Carbajo, es muy
ilustrativo, Héroes y mitos del deporte mundial en tiempos sin Wikipedia.
Libro nostálgico que a los aficionados al deporte, inevitablemente, nos
llena de melancolía. Entre mis preferidas de estas semblanzas, Jesse Owens, el
negro bala inalcanzable que humilló en
1936 en Berlin a Hitler y la superioridad de la raza aria; mi paisano Mariano
Haro, el león de Becerril de Campos, que descalzo corría más que las
perdices y las cazaba al vuelo; Gainza
¨´el gamo de Dublin¨, Zarra y la legendaria delantera del Bilbao, Iriondo,
Venancio, Zarra, Panizo y Gainza. Mi
amigo Zarra, cuyo gol derrotó a la pérfida Albión y un dia en
Bilbao, Corridas Generales años 90 del pasado siglo, me dio un beso en
la frente por una crónica, inmerecida según él, que le dediqué.
Para mi zozobra, en este Album la
ausencia del cubano Legrá,
campeón mundial de boxeo, de los ligeros
creo recordar, el limpiabotas que luego coleccionaba pares de zapatos, hasta 400
llegó a tener. Peor me parece la
ausencia de Manuel Santana, la muñeca mágica de seda, en beneficio de Jimeno,
un genteltman que brillaba en dobles gracias al sacrificio de Gisbert,
claramente inferior a Santana; o la de Pelé
subsumido en Garrincha un maldito, un demonio de la vida con las
piernas torcidas, dios de mi niñez. Y para mi desconocimiento u olvido, un tal Marsal,
¨el gol del minuto largo¨, o Alfonso Silva, el Matemático del Balón, o Juan
Arza, el Niño de Oro. Alfredo D,Stéfano, el mejor. Hoy el fútbol puede
que sea el verdadero opio del pueblo, además de un negocio desmesurado y sin
duda justificado por la macroeconomía; pero entonces, en mi niñez, el fútbol
nos hacía libres. Un álbum, tabletas de chocolate, cromos y una simple pelota de trapo para meter goles
en una portería cuyos límites marcaban dos pequeños montones de piedras. Y por arriba, el
cielo altísimo.
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