Zabala, PedroJ y yo
Cuando a punto estuve de mandar El Mundo al carajo.
La publicación por parte
de PedroJota de su polémico libro de memorias, Palabra de director, suscita
algunas reflexiones para algunos que hemos trabajado en El Mundo. Una vez estuve a punto de
abandonar El Mundo pese a las deferencias, personales y profesionales que me
otorgaban. Y pese a las exigencias sin límites del director, subdirectores y
redactores jefes. Yo era un todo terreno que podía escribir, como el
renacentista Pico della Mirándola, de omne re scibili et quacumque
allia, es decir de todo aquello que pudiera saberse y de cualquier otra cosa. Pero
no es de esto de lo que quiero tratar hoy, sino de la época en que compartí
página con Vicente Zabala de la Serna que había dejado el ABC
substituido por Andrés Amorós, un
erudito catedrático y estudioso de la
literatura taurina. La pluma viperina de Antonio Burgos deslizaba
algunos supuestos indemostrables de la salida de Zabala, resumidos en una frase
con la que saludaba la llegada de Amorós a las
históricas páginas taurinas del periódico monárquico; ¨vuelve el rigor y
la honradez a la crítica de ABC¨´.
El hecho es que el apellido
Zabala, tan querido e intocable para Luis María Ansón, que ya no dirigía
ABC había quedado salpicado y Luis María recurrió a Pedrojota para
lavarlo. Una tarde me llamó Manu Llorente, redactor jefe de la
sección cultural en la que estaban incluidos los toros, y me pidió me pasara
urgentemente por el periódico. Con su proverbial finura y sutileza Manu me soltó
a quemarropa ¨dejas la crítica taurina, han contratado a Vicente Zabala.¨´. Me
quedé perplejo unos segundos, al cabo de
los cuales respondí, ¨si dejo los toros,
dejo el periódico¨´. Nunca los toros habían sido mi preferencia, pero era una cuestión de principios. Mi respuesta la escucharon Juan Carlos
Laviana y Fernando Baeta que pasaban por allí y me hicieron un gesto
que ni descifré ni me importó su significado, pues me daba ya por desligado del Mundo. PedroJota,
con sus tirantes y su habitual templanza de hombre de hielo, nos esperaba en su
despacho con Vicente. Disimulé como pude el dolor físico que me producía en el
muslo derecho una leve intervención de urgencia que acababan de practicarme los
doctores Ángel Villamor y Rafael Durá.
Vicente expuso la primera objeción preguntando qué iba a pasar, si compartíamos
página, cuando nuestros criterios fueran divergentes. ¨¨En ABC el crítico titular¨…. PedroJota le cortó; ¨´pero
esto no es el ABC, es el Mundo y aquí conviven pensamientos distintos y
contrapuestos. Salvo la línea editorial que, naturalmente, la marca el director¨¨
Pretexté que se me hacía tarde para el teatro y me marché. Aquello me parecía
una farsa de mal gusto. Y de ella, en aquellos momentos, no excluía a nadie. En los Teatros
del Canal, creo recordar, me esperaba para ver a la Taganka moscovita Ana, mi mujer, periodista de cultura
y teatro en especial, en televisión española. Le conté lo ocurrido y fue
tajante
Márchate, Con mi sueldo, de
momento, podemos salir adelante. Luego ya veremos.
En el entreacto volvió a insistir
Márchate.
Me dolía dejar el Mundo,
pero quizá era la única solución digna.
Volverían las estrecheces económicas, pero esas no eran nuevas en mi azarosa
vida bohemia. A la mañana siguiente se reanudó la reunión interrumpida y PedroJota fue más explícito. Dibujó un
página con mucho espacio para digamos la parte informativa y técnica firmada
con letra pequeña de información, y un apoyo, una columna o faldón, firmado con
la letra grande de las firmas invitadas. Carmelo Caderot, jefe de diseño, era implacable y no
admitía una modificación por mínima que fuera. Numerosos premios
internacionales lo avalaban. ¨´Busca un título para la sección¨´, me dijo Baeta. ¨´DESAVENENCIAS¨´
respondí. ¿Cómo? Desavenencias repetí, y
el nombre gustó a PedroJota en la
misma medida que suscitó los recelos de Zabala.
Con el tiempo esta sería mi cabecera emblemática no sólo para toros, sino para
todos los demás temas. Ya sin consultar
con Ana acepté echar a andar. Siempre he tenido presente en mi
conducta la máxima aquella, ¨´he vivido lo bastante para no ser arrogante cuando
no lo puedo ser¨. A Zabala de la Serna, lo leían especialmente
toreros, ganaderos y empresarios. A mí, me seguía el aficionado crítico y exigente,
la farándula, pintores, escritores. Y políticos de distinto pelaje como Carmen
Basante, Enrique Mújica, Alfonso Guerra, Alvarez del Manzano o Pio
Garcia Escudero, aparte del susceptible y mercurial Corcuera por si lo citaba; o sea los de
siempre. La verdad es que se produjo un trasvase; puestos a leer a uno, daba lo
mismo leer a dos por el mismo precio. Quizá era lo que el Jota buscaba. La página funcionó y Vicente
Zabala de La Serna y yo establecimos un correcto y razonable trato personal.
Ambos nos considerábamos hombres de empresa,
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