Sara MONTIEL.
Amor efímero que nunca existió
Hoy tampoco voy a escribir de Miguel Abellán, torero que fue y ahora
metido a político como director de Asuntos Taurinos de la Comunidad de
Madrid y al que empiezan a sacar en coplas so pretexto de algunas minucias e irregularidades que no me atrevo a
calificar, tal como comunica Radio Macuto. Radio Macuto no siempre acierta,
pero muchas veces da en el clavo. Del señor Abellán hablaré un dia, palabra. De Miguel Abellan ha escrito estos días una
excelente reportera del Mundo, Belen Picornell que por la audacia y
brillantez me recuerda a algunos de los alumnos que tuve en los masters que
dirigí en Unidad Editorial. Hoy hablaré de Sara Montiel, Saritísima. El
nombre se lo puso, creo recordar, PacoUMBRAL que la adoraba. Hay una foto
memorable tomada en el café de Gijón, fumando un puro entre PacoUmbral y Santiago Carrillo. Quizá no fuera buena actriz en el sentido estricto y ortodoxo
que aplicamos la gente de la farándula, pero sí era la más universal y la más
cotizada de todas las españolas. Era Sara, sencillamente Sara. Hollywood
no la había prestado atención pese a Veracruz, una película en la que hacía de india jovencísima y
guapísima. Viene esto a cuento de un programa de Julia Otero, Onda Cero
hecho en Campo de Criptana en el
que escucho decir a Julia aquí nació Sara Montiel. Cierto. Allí, entre
quijotescos molinos de viento nació Sara Montiel, nombre artístico que substituyó al de
nacimiento y bautismo, de Maria Antonia Abad Fernández. Allí nació también
el gran pintor Pepe Diaz, al que yo dí en llamar, el Picasso de la
Mancha como di en apellidar al poeta Felix Grande, de Tomelloso, el Cesar
Vallejo de la Mancha. Pepe al que apodábamos el paleto estaba
más orgulloso de ser amigo y paisano de Sara,
que de todos sus éxitos en Francia y en España donde se entregó al paisaje
comercial y abandonó el personalísimo abstracto que traía de París. A José
Diaz no le gustaba que lo llamaran el Paleto. Decía cabreado, ¨´soy muy
pacífico, pero el que llame Paleto se lleva una manta de hostias¨´
Pero volvamos a mi historia con
Sara que motivó las carcajadas de mi novia Ana, nada celosa y también
periodista, a la cual yo había definido en un artículo sin decir naturalmente
que era mi novia, las piernas más espectaculares del Café de Gijón, una
inteligencia luminosa y unos labios de pecado mortal. Así salió la
cosa, cincuenta años casados y lo que quede de una edad ya provecta. A ver
quién se resistía a esa panoplia de piropos.
Cantaba Sara en Alcobendas, en
el teatro Buero Vallejo me parece. De pronto bajó del escenario se paró
a mi altura, pasillo de la quinta fila, se
sentó en mis rodillas y cantó aquello de fumando espero al hombre que
más quiero. Creí morirme de la emoción. Tal sensación de plenitud no volví a
experimentarla hasta años más tarde cuando Aitana Sánchez Gijón, se acercó
al proscenio me tiró un beso en la punta de sus dedos y representó una escena a
mi lado, poniéndome una mano temblorosa, por la situación anímica de su
personaje, en el hombro. Yo había salido en defensa de Aitana, tiempo atrás cuando
en La gata sobre el tejado de cinc
caliente, parte de la crítica la había machacado con ferocidad, titulando,
por ejemplo, la minina sobre el
igloo. Se equivocaron los demás. Y no es el momento de repetir los
fundamentos de lucha de clases de mi crítica. Ni siquiera buscarle similitudes
o discordancias con la película de Liz Taylor, mi primer gran amor prohibido
y no correspondido, de seminarista
pecador, la cual interpretaba a la esposa de un deportista, cojo por una lesión y
borracho siempre y con serios problemas de identidad sexual, Paul Newman. Ese
personaje Brik, en España, me
parece lo empezó haciendo en Zaragoza un
aceptable Toni Cantó, al que
substituyó por no sé qué causas un gran Carmelo Gómez. Como yo estaba
entonces en pleno fervor teatrista, creo que los ví a los dos. Aunque el motivo
principal era, sin duda, Aitana
Pero
volvamos a Saritísima cuya aventura de Alcobendas, con el aval de mi
novia, yo me apresuré a divulgar,
publicar y exagerar, despertando los celos infundados de mi amigo y protector PacoUmbral, siempre
rendido ante SARA. Umbral ya era Umbral o sea un genio y yo era un modesto,
aunque ambicioso, plumilla que
escribía lo que me echaran y donde me lo echaran. Hasta pies de fotos o noticias de sucesos.
Creo que me encargaron el texto de una carátula de disco, el vinilo de
entonces, que me salió regular por exceso de entusiasmo e idolatría. Aquí, en Campo de Criptana, nació Sara
Montiel. Por el sutil hilo de Julia Otero he llegado al voluptuoso
ovillo de Sara Montiel, querídísima y universal, la más universal de todas las
actrices españolas, la mejor pagada, la más deseada, fuera Pichi o la Violetera
por la calle de Alcalá. La que susurraba el pecado como una oración de
ángel exterminador tórrido y tumultuoso. Otro dia, palabra, escribiré del señor
Abellán.
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