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martes, 18 de octubre de 2022

 

Sara MONTIEL.

 Amor  efímero que nunca existió

Hoy tampoco voy a escribir  de Miguel Abellán, torero que fue y ahora metido a político como director de Asuntos Taurinos de la Comunidad de Madrid y al que empiezan a sacar en coplas so pretexto de algunas  minucias e irregularidades que no me atrevo a calificar, tal como comunica Radio Macuto. Radio Macuto no siempre acierta, pero muchas veces da en el clavo. Del señor Abellán  hablaré un dia, palabra.  De Miguel Abellan ha escrito estos días una excelente reportera del Mundo, Belen Picornell que por la audacia y brillantez me recuerda a algunos de los alumnos que tuve en los masters que dirigí en Unidad Editorial. Hoy hablaré de Sara Montiel, Saritísima. El nombre se lo puso, creo recordar, PacoUMBRAL que la adoraba. Hay una foto memorable tomada en el café de Gijón, fumando un puro entre PacoUmbral  y Santiago Carrillo. Quizá no fuera  buena actriz en el sentido estricto y ortodoxo que aplicamos la gente de la farándula, pero sí era la más universal y la más cotizada de todas las españolas. Era Sara, sencillamente Sara. Hollywood no la había  prestado atención  pese a Veracruz, una película  en la que hacía de india jovencísima y guapísima. Viene esto a cuento de un programa de Julia Otero, Onda Cero hecho en  Campo de Criptana en el que escucho  decir a Julia  aquí nació Sara Montiel. Cierto. Allí, entre quijotescos molinos de viento nació Sara Montiel,  nombre artístico que substituyó al de nacimiento y bautismo, de Maria Antonia Abad Fernández. Allí nació también el gran pintor Pepe Diaz, al que yo dí en llamar, el Picasso de la Mancha como di en apellidar al poeta Felix Grande, de Tomelloso, el Cesar Vallejo de la Mancha. Pepe al que apodábamos el paleto estaba  más orgulloso de ser amigo y paisano de Sara, que de todos sus éxitos en Francia y en España donde se entregó al paisaje comercial y abandonó el personalísimo abstracto que traía de París. A José Diaz no le gustaba que lo llamaran el Paleto. Decía cabreado, ¨´soy muy pacífico, pero el que llame Paleto se lleva una manta de hostias¨´

Pero volvamos a mi historia con Sara que motivó las carcajadas de mi novia Ana, nada celosa y también periodista, a la cual yo había definido en un artículo sin decir naturalmente que era mi novia, las piernas más espectaculares del Café de Gijón, una inteligencia luminosa y unos labios de pecado mortal. Así salió la cosa, cincuenta años casados y lo que quede de una edad ya provecta. A ver quién se resistía a esa panoplia de  piropos.

Cantaba Sara en Alcobendas, en el teatro Buero Vallejo me parece. De pronto bajó del escenario se paró a mi altura, pasillo de la quinta fila, se  sentó en mis rodillas y cantó aquello de fumando espero al hombre que más quiero. Creí morirme de la emoción. Tal sensación de plenitud no volví a experimentarla hasta años más tarde cuando Aitana Sánchez Gijón, se acercó al proscenio me tiró un beso en la punta de sus dedos y representó una escena a mi lado, poniéndome una mano temblorosa, por la situación anímica de su personaje, en el hombro. Yo había salido en defensa de Aitana, tiempo atrás cuando en  La gata sobre el tejado de cinc caliente, parte de la crítica la había machacado con ferocidad, titulando, por ejemplo,  la minina sobre el igloo. Se equivocaron los demás. Y no es el momento de repetir los fundamentos de lucha de clases de mi crítica. Ni siquiera buscarle similitudes o discordancias con la película de  Liz Taylor, mi primer gran amor prohibido y no correspondido,  de seminarista pecador,  la cual interpretaba a  la  esposa de un deportista, cojo por una lesión y borracho siempre y con serios problemas de identidad sexual, Paul Newman. Ese personaje Brik, en España,  me parece  lo empezó haciendo en Zaragoza un aceptable  Toni Cantó, al que substituyó  por no sé qué causas un  gran Carmelo Gómez. Como yo estaba entonces en pleno fervor teatrista, creo que los ví a los dos. Aunque el motivo principal era, sin duda, Aitana

Pero volvamos a Saritísima cuya aventura de Alcobendas, con el aval de mi novia,  yo me apresuré a divulgar, publicar y exagerar, despertando los celos infundados  de mi amigo y protector PacoUmbral, siempre rendido ante SARA. Umbral ya era Umbral o sea un genio y yo era un modesto, aunque ambicioso,  plumilla que escribía lo que me echaran y donde me lo echaran.  Hasta pies de fotos o noticias de sucesos. Creo que me encargaron el texto de una carátula de disco, el vinilo de entonces, que me salió regular por exceso de entusiasmo e idolatría.  Aquí, en Campo de Criptana, nació Sara Montiel. Por el sutil hilo de Julia Otero he llegado al voluptuoso ovillo de Sara Montiel, querídísima y  universal, la más universal de todas las actrices españolas, la mejor pagada, la más deseada, fuera Pichi o la Violetera por la calle de Alcalá. La que susurraba el pecado como una oración de ángel exterminador tórrido y tumultuoso. Otro dia, palabra, escribiré del señor Abellán.

 

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