Serrat
Visión primera de Joan Manuel Serrat
Se va Serrat, pero su música se queda.
Nada nuevo que no se conozca ya, puede decirse de Joan Manuel Serrat, catalanista
en tiempos, convencido de que la lengua es la verdadera patria, y réprobo del franquismo.
Y héroe popular por su música y canciones que han marcado a varias
generaciones. Esta es, pues, mi visión personal de unos tiempos en los que
coincidimos en la Universidad laboral de Tarragona. Ya ven ustedes lo que es la
vida, Joan Manuel ha llegado a la cumbre y yo me he quedado en
periodista, crítico de teatro y toros por más señas. También he publicado una docena
de libros, más o menos, de viajes y poesía. Coincidimos una noche en un teatro
de Madrid, codo con codo, y no parecía Serrat tener ganas de evocar aquellos
tiempos. Pero esto no lleva a ninguna parte o eso me parece a mí. Serrat es
Joan Manuel y con esto basta, y yo soy simplemente Javier Villán. Las
universidades laborales eran centros para hijos de funcionarios, la obra más
querida de Jose Antonio Girón de Velasco, Ministro de Trabajo de Franco,
de Herrera de Pisuerga, más tarde llamado el León de Fuengirola cuando
rugía contra la pérfida democratización de España. Hasta hubo un zarpazo tremendo , llamado el gironazo, en el periódico Arriba, que le escribió
Antonio Izquierdo director del mismo, que veía marxistas por todos los rincones y los tenía verdadero pñanico..
Joan Manuel Serrat y yo
coincidimos, pues, en la Laboral de Tarragona, ambos hijos de funcionarios. Yo,
hijo de peatón cartero y él no sé de qué
funcionariado. Él estudiaba peritaje industrial y yo capataz agrícola pues
ignoro por qué razón no me dejaron
estudiar otra cosa que la agricultura que había mamado en mi aldea de Torre de
los Molinos, Palencia, y, todo hay que
decirlo, repudiado. También estaba por allí José Maria Pou, estrella en la actualidad del teatro español y
catalán, nada catalanista por entones y ya muy alto y muy grande. Nunca llamé a Pou para las adaptaciones a la radio de algunas obras que yo mismo
hacía. Yo dirigía la emisora del Eugenio D,Ors, uno de los seis colegios
de la Universidad. Me expulsaron de la Laboral, con otros dos o tres agrícolas,
arguyendo juergas y borrachería en La Canonja, pueblo próximo a
Tarragona, donde íbamos a divertirnos los llamados laborales. La verdad es que ese fue el pretexto. El
rector, un mal bicho de cuyo nombre no puedo, ni quiero acordarme, me tenía
ganas. Estaba convencido de que yo era un topo que había filtrado a Radio
España Independiente, la Pirenaica, una huelga de hambre seguida
mayoritariamente por el alumnado la mala
calidad de la comida, huelga que duró dos días. No había sido yo, pero yo me caí
con todo el equipo. La circunstancia concreta de la expulsión fue que hubo una
pelea en la que fuimos apaleados por los mozos de la Canonja, furiosos porque las chicas preferían bailar con
nosotros, los de la Laboral. Vino la
Guardia Civil y, en vez de detener a los apaleadores, detuvieron a los
apaleados y dieron aviso al rector que rápido como el rayo se presentó allí con
mi maleta llena de ropa arrebujada, pero sin mis libros, jurando que jamás yo
volvería a pisar la Laboral. Se equivocó, pero eso es harina de otro costal que
cuento en mis Memorias de aparición próximo año, espero. Ignoro
lo que pasó con Joan Manuel Serrat y su peritaje industrial. Le perdí la
pista hasta que su presencia en la música española fue imprescindible,
avasalladora y con frecuencia polémica por su compromiso catalanista y
antifranquista. En la Laboral de Tarragona, Serrat era un activista de la guitarra y la canción,
pero un activista muy de orden.
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