viernes, 24 de febrero de 2023

 

JULIO MARTINEZ, pintor, escritor y ácrata inactivo. In memoriam.

Ha muerto Julio Martinez, hasta no hace mucho en la precariedad económica y en la exuberancia de la libertad. Ha muerto después de recibir una herencia, ignoro si esperada o no, que solo  ha podido disfrutar tres o cuatro años, suponiendo que el bienestar económico fuera para Julio un disfrute; Julio era parco en el gasto y los dispendios. La libertad tiene precios insospechados para los esclavos que la desconocen y precios sospechosos para quienes la ejercen. La libertad no la regalan, hay que conquistarla. Y yo creo que, Julio, era un ser libre. No puedo decir que fuéramos amigos, pero conversábamos no infrecuentemente por las aceras de la calle Mauricio Legendre o Agustín de Foxá sin que él aceptara nunca la invitación a un café o un güisqui. Tenía la dignidad del impecune acostumbrado a una economía de trueque y era un genio de las matemáticas, un acreditado profesor, que no ejercía salvo como diversión personal.  Buen cocinero y buen amo de casa,  estaba muy bien dotado para la pintura y la literatura. Era un escritor, un pensador, que no escribía y un pintor que no pintaba. Recuerdo que sólo una vez se decidió  a exponer su obra  en  una habitación de su casa, una exposición privada de muy pocos cuadros, poquísimos,  entre amigos tan impecunes como él, de la que no sacó, creo,  ni para los gastos de las telas que le sufragó algún amigo.  Por entonces yo andaba entre pintores y galeristas, pintores que me encargaban el texto para sus catálogos y me pagaban con un cuadro. De ahí procede la modesta pinacoteca que enriquece mi dacha de la sierra madrileña. Los galeristas aceptaban casi siempre mis propuestas y le sugerí a Julio la posibilidad de una exposición.  Me miró perplejo y yo creo que ofendido.  Un artista, según él, no estaba sujeto, a métodos, estilos, plazos  y  horarios. Era la inspiración alada e inconsútil, sin bastardear por fines comerciales, sujeta a silencios tan insondables como las esferas pascalianas,  la que marcaba los ritmos del artista. ¨¨Ahí tienes a Picasso¨, remataba. Pero Julio, que era culto y poco dialéctico, sabía que eso no era verdad, sabía que Picasso era como un oficinista de la pintura, un trabajador por horas, acaso el más prolífico del siglo XX. Y un comerciante, un mixtificador del garabato, salvo sus etapas,  para mí gusto   geniales,  del rosa y el azul. Naturalmente creía en el soplo divino de la inspiración, pero también afirmaba que la inspiración debía encontrarte trabajando.  Lo poco que yo ví, y lo mucho que él me fantaseaba, la pintura de Julio obedecía a una especie de geometrismo frio de formas y cálido de color. Hacía años que no lo veía e ignoro si ha dejado obra pintada o escrita. Me temo que no. Ha muerto,  al poco tiempo de recibir, según me cuentan, una herencia como si con el supremo gesto de la muerte quisiera reafirmar su desdén por los bienes de esta vida. Requiescat.

domingo, 19 de febrero de 2023

 

SHARON STONE. DE MITO SEXUAL A PISTOLERA del OESTE

Alguien escribió, acaso Angel Fernández Santos que es quien más sabía de esto, que el western es  la tragedia del siglo XX. Y aún podría irse más lejos. El western es el lenguaje cinematográfico por excelencia. La narración en estado puro de la que bebe todo el cine norteamericano. Quienes  nos creíamos progres y de izquierdas, allá por los últimos sesenta y primeros setenta,  venerábamos las aburridas proezas de Antonioni, por ejemplo, y  Mónica Viti la lánguida musa de la nada burguesa, y su plúmbeo desierto rojo, por ejemplo; en definitiva, tras aquel sarpullido adolescente,    volvimos al western, al Oeste con indios llenos de pinturas de guerra o sin indios, pero siempre con cowboys, buenos y malos de una pieza, malos cuyo caballo era siempre un penco torpe,  eres más lento que el caballo del malo. Nos reconciliamos con Jhon Waine, un conservador tirando a facha, que considerábamos imagen y espíritu del alma americana. Viene a cuento esta somera reflexión histórica a propósito de una reciente y fascinante película, Rápida y mortal, protagonizada por Sharon Stone, el símbolo sexual por antonomasia, después de aquella peli tórrida y salvaje, Instinto básico,  en que una asesina bellísima mata con un picahielo al macho tras haber copulado hasta la extenuación. Esta exhibición actoral de un cuerpo y una melena en llamas y un Michel Douglas, Cort,  sometido y atado al catre de la cama, y que  sólo aspira a follar como follan los leones, le dio a Sharon Stone, Catherine,  tanta nombradía o más que aquel celebérrimo cruce de piernas ante el juez que la interroga sobre sus depravadas prácticas asesinas. Los exégetas de esta secuencia aún se debaten en dilucidar si a Sharon Stone se le veía o no se le veía el oscuro y rizado vello púbico de su glorioso monte de Venus, y cuál era la profundidad de tan sublime visualización. En España llegó a escenificarlo, me parece recordar, una excelente actriz,  Yolanda Alvarez Ulloa,  que en audacia  y éxito no le fue a la zaga a la Stone. Ese momento en que,  tras  furiosa fornicación, la mano de Catherine se desliza bajo la cama y la cámara enfoca un primer plano del picahielos letal, es un momento cumbre de la cinematografía erótica de terror. Y revive, y quizás explica, todas las hipótesis e incertidumbres que el filme plantea. Ignoro qué piensa de Sharon Stone el feminismo militante de hoy. En cualquier caso, rebasada ya la cincuentena, Sharon Stone, asume con toda naturalidad su condición de mito sexual. Y con la fundada esperanza de serlo por muchos años.

Viene esto a cuento de un  western titulado Rápida y mortal en el que  Sharon Stone  vestida de vaquera, aguarda la hora de la venganza. En el elenco,  la inestimable compañía de dos grandes del cine; Gene Hakman, un malo de una pieza, tiro fijo y rapidísimo desenfundando, llamado  Herdod, el cacique. Con él   Ellen, Sharon,  tiene cuentas pendientes desde la infancia, cuentas que saldará cumplidamente.  Y no digo más para no hacer espóiler. Sí diré que hay una secuencia clave, una cena en un restaurante de lujo a la que Herod, el déspota  cacique,  la invita, tratando de seducirla y convertirla en aliada de su poder.  Ellen controla la situación y,  por debajo de la mesa,  un ingenioso artilugio apunta directamente a los cojones de Herod, preparado para volárselos al menor contratiempo.

 Russell Crowe es un pistolero arrepentido, en tiempos cómplice  de fechorías de Herod, y  transformado  ahora  en  predicador, con el cual Catherine se empiltra fogosamente. También anda por medio Chico, un adolescente presuntuoso, Leonardo di Caprio, fascinado por su heroína, rapidísimo desenfundando y empeñado en demostrar a su  padre dueño absoluto del pueblo, su superioridad con el revólver; lo cual  le convierte en un héroe adorado por las chicas de la vecindad. Hay, a mi entender, una indudable atracción fatal entre Chico y Ellen, la inocencia y la libertad sin límites; pero antes que nada está la venganza y al final el infanticidio sexual me parece que no se consuma. Resulta asombroso o al menos me lo resulta a mí, contemplar la transustanciación de una reina del catre, de un símbolo extremo del sexo asumido gozosamente, en una reina del gatillo, de una sexwoman en una gunwoman. Elle, Sharon Stone, bienvenida al club. Y ¡a cabalgar! Rápida, mortal y …seductora. Y ¡a fornicar!. Te seguimos amando.

Si así, de primeras, el nombre de Russel Crowe no les dice nada, les remito al héroe de Gladiator, o al policía corrupto de L. A Confidencial emparejado con una excitante Kim Bassinger dirigida por Quentin Tarantino.

lunes, 6 de febrero de 2023

 

Marisol.

Soneto  a PEPA FLORES, AL CUMPLIR 74 AÑOS

 

Por cosas de un destino reprobable,

Estúpido, procaz y luminoso

Por un destino aciago y azaroso

A tu vida la hicieron miserable.

 

Fe puedes dar de que era cuestionable

Lema de amor y casi incestuoso

Ogros, goyanes, gades,  innombrables.

 

 Robaronte tu infancia y juventud

E hicieron de tu risa consumismo,

Sollozo la inocencia de tu vida.

Pero has sobrevivido recluida,

amarga soledad, viejo alud

De franquismo y comunismo.

 

Nota. Una somera atención al texto descubrirá al lector

que se trata de un ACRÓSTICO.

 Es decir, que las primeras letras de cada endecasílabo

 componen el nombre de PEPA FLORES