Recibí noticia de que habías aparecido en este mundo, en el teatro dónde si no. Tu abuela Esperanza D,Ors, las abuelas que todo lo enredan y lo desenredan, al teléfono de Ana: ha nacido Dario. No sabes la suerte que tienes de tener abuela, una abuela además super importante que es una escultora genial. Y un abuelo, autor de teatro, que es también superimportante y genial, Ignacio Amestoy. Los que no alcanzamos a conocer a los abuelos nos hemos perdido lo más bonito de la vida, dicen. Y así hemos salido: siempre alabanciosos de nosotros mismos, defendiéndonos como gatos panza arriba, porque eso de no tener abuela es muy malo. Ese no tiene abuela, dice la gente. Pero tú sí tienes abuela; y una hermana, que las hermanas son mejor de lo que parecen al principio, que se llama Olaya y a la que no pude dedicar una nana porque entonces no tenía este blog donde escribirla. Y tienes una madre, claro, Ainhoa Amestoy y un padre Rafael Diaz, que también son geniales, como los abuelos de una parte y de otra, aunque a los de la parte paterna no los conozco. Tener padres es importante, claro, muy importante, tanto o más que tener abuelos; si no de qué. Por muchos e importantes abuelos que tengas, si no hay padres, pues nada de nada. A ver qué vida. Quería haberte escrito esta nana hace unos dias, pero me enredé con el genial Fernando Arrabal en un cartulario sobre Picasso y sobre Dalí, que si uno es un pesetero conservador y el otro un revolucionario dadivoso, que si tal que si cual.... Nada de importancia, ni caso. Cosas de mayores que, ya te irás dando cuenta, perdemos el tiempo en bobadas.
Bueno, vamos a lo serio y ahí te mando esta Nana, que te ayude a dormir cuando no tengas sueño y te la cante tu madre o tu padre.
Abre los ojos niño
y no te asustes
de lo que veas.
No llores si presientes
frío y escarcha
decorando este mundo
de acciones feas.
También hay hombres buenos
y una mujer, tu madre,
que te amamanta.
Cierra los ojos, niño Darío,
si alguna vez lo feo te salpicara.
Abrelos a la luz,
suspira y canta;
que tu abuela y tu madre
su sol te llaman.
Y tiende tu manita
a tu hermana Olaya
que las chicas son buenas pero no santas;
y aunque sean hermanas
chinchan y rabian.
Puro milagro, niño, que no nacieras
dentro de un camerino
o sobre las tablas,
a la vista del público
que aplaude palmas;
Ainhoa dirigiendo tus balbuceos,
tus primeros papeles,
e Ignacio apuntalando
tu indecisión neófita
entre chácena y cajas.
El teatro es la vida, niño Darío;
la vida es el teatro
con sonrisas y alguna
lágrima amarga.
Nunca apagues la llama
de tu estirpe
cuando vengan mal dadas.
Nunca el milagro olvides
de la farándula.
Abre los ojos, niño,
y no llores si a veces,
no adivinas ni entiendes
lo que sucede y pasa.
Todo en la vida es juego.
Y el teatro es tan grande,
que nunca malas gentes
apagarán sus fuegos;
nunca la filigrana
de su invención se acaba.
Javier Villán
P/S dentro de pocos dias tu abuelo Ignacio estrenará una obra Dionisio, una pasión española. Seguro que será un éxito. Espabila; y con un poco de suerte tue abuelo hasta te saca a saludar. Entenderás entonces, aunque sea muy chiquitín, el veneno de los aplausos. El salvífico veneno del teatro.
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