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martes, 8 de julio de 2014

SAN FERMIN. PETARDO DE DOLORES AGUIRRE

Desplante de JT al Premio  Joaquín Vidal.

En ese momento difuso del  duermevela sanferminero y aleatorio -donde te pille- que precede al estruendo de las peñas camino de la plaza, un amigo me llama para darme una “gran noticia”: JT ha rechazado el Premio Joaquín Vidal. Está visto que JT nació solo para el Paquiro. Bien, pues yo no veo por ningún lado la gran noticia; a lo sumo un exceso de fetichismo de los organizadores del Premio y un exceso de descortesía por parte de JT: un desplante de héroe inconcluso y mal criado. A lo sumo, un agravio innecesario contra un escritor que  está por encima de esa bobadas de JT; y que, difunto, no es responsable de su premio.  Cuando,  a lo peor,  no nos acordemos de quién era o, sobre todo, quién dejó  de ser JT, seguiremos releyendo las crónicas de Joaquín Vidal, el mejor cronista de una  generación, en el fondo y en la forma, que se forjó en los 60-70. Después vinieron otros. 

 Blandito,  tan  blando de remos que de carácter, el que abrió plaza. Incómodo. Profecía de que la corrida de Dolores Aguirre no repetiría el triunfo del año pasado. Y Uceda Leal  tan elegante como siempre y sin despeinarse.  Uceda tiene la virtud de no perder la compostura aunque pierda los papeles como los perdió ante el doloresaguirre. En el cuarto, también dificultoso,  tiró por la calle del medio y, al estilo de Curro Romero, se lo cargó en un pispás.  La gente no se inmutó, aunque resulta evidente que Uceda Leal no es el Faraón de Camas.  Todos siguieron entregados al festín.

Mejor fue el segundo, que también flojeó y perdió las manos. Se le fue a Francisco Marco, aunque algunos lances y muletazos dejaran constancia del sentimiento torero de Marco. ¿Qué se puede pedir a diestro que mata dos o tres corridas al año?
Reconfortada por el trago y la universal cuchipanda gastronómica, la voluntad del público suele estar mejor dispuesta en el quinto. Ni así logró el torero navarro meterle mano al toro más malaje de la tarde.

Bueno el tercero con un fondo de casta y nobleza,  pero  inválido: un cojitranco casi tetrapléjico. A los cojos se les supone siempre mala leche y no se les reconoce la bondad que, por otra parte, tampoco les sirve de nada. Las manos enfermeras de Antonio Gaspar Paulita aliviaron sus penas sin que de ello  el diestro sacara beneficio ni provecho. El temple y la torería de este buen torero,  desplazado o poco reconocido, parecía trámite insustancial: no se puede torear a un muerto; a lo sumo rezarle un gorigori descreído. Y eso parecían los lances y los muletazos de Paulita: oraciones fúnebres. Y no logro redimirse en el sexo, el más descastado. 

Pitones de piedra pedernal, guadañas templadas en el fuego de la fragua, patas de trapo. O sea los doloresaguirre de ayer. Tan serios y hoscos de semblante, que daban miedo. Tan blandos, menos el cuarto y el quinto, que daban pena.

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