Admirado y
querido Cesar Rincón:
Mientras un novillero español, de
Colmenar Viejo por más señas, llamado Ángel
Sánchez salía a hombros y se acercaba al cielo, en Bogotá seis novilleros
continúan un huelga de hambre en defensa del derecho de torear; o sea de
redimirse de una perra vida gracias al toreo.. Diego Torres, Andrés Manrique, Willmar Villamil,
Andrés Castillo, Harvey Rojas (Enrique Parra) Omar Rodríguez, Alfredo Peña,
Pablo Barrera . Seis hermanos tuyos, seis hermanos que se miran en tu espejo.
Entiendo que el señor alcalde de Bogotá, Gustavo Petro no incluya el arte de torear entre los Derechos Humanos Universales;
incluso entiendo que considere un agravio la muerte a espada de un toro. Pero
hay otras consideraciones, en un mundo despiadado,
que él conoce muy bien, pues es hombre de bien y es hombre de trinchera. ¿Puede
entender que la única puerta a la supervivencia digna que la vida ofrece a un hombre es jugarse la vida ante un
toro?. Mismamente ayer Ángel Sánchez; un
toraco con tratamiento de novillo, el tercero, que habría puesto en fuga a más
de una figura del escalafón superior; y un novillo con aviesa mansedumbre, el
sexto; te recuerdo aquí, admirado César, una tarde con un toro del averno,
inmenso en su mansedumbre y su trapío, que te llevó por la calle de la amargura.
Y recuerdo que mi primer libro de toros se titula César Rincón de Madrid.
Lo escribí en parte en Colombia mientras me llevabas
por valles y montañas a ver corridas de cebúes. Los novillos de ayer de
Montealto no eran cebúes, pues eran mansos y blandos, pero seguro que a Ángel Sánchez se lo parecieron y a sus compañeros, José Garrido y Alvaro Lorenzo, también. Dile a tu alcalde que si no del
entendimiento, use al menos de la piedad con esos novilleros en huelga de hambre: Diego Torres, David Rodríguez, Andrés Manrique, Willmar Villamil, Andrés Castillo, Pablo Barrera, Enrique Parra (Harvey Rojas), Omar Rodríguez, Alfredo Peña . Y si en estos nombres hubiera escondido algún César Rincón?. Un edil,
por justo y benéfico que sea, no puede
cerrar la plaza de toros donde yo ví cómo te aplaudía con fervor el más grande escritor:
Gabriel Garcia Márquez.
Gustavo Petro,
aunque no pase de un tibio centro izquierda,
procede de esa zona fronteriza de la política y la lucha armada coyuntural;
lo cual no quiere decir que yo piense
que un hombre justo y benéfico como él haya apretado el gatillo en alguna ocasión. No se
lo reprocharía; es un hombre justo y benéfico y lo hacía, de haberlo hecho, en defensa de Colombia. Pero si no reconoce
que tú, gran Cesar Rincón, has hecho por Colombia con la muleta casi tanto como
él con su gobierno, es que el señor Gustavo
Petro es un mal político, dicho sea sin ánimo de ofender. Usted, mi
respetado señor, sabe qué es la muerte.
La ha presentido sin duda, la ha sentido a su lado campesino y explotado. Usted a lo que se ve, abomina de
los toros; y no seré yo quien lo condene a la hoguera por ello. Deje que estos
muchachos elijan la muerte que quieran; ante el toro y no por una huelga de hambre.
Es curioso que los más desfavorecidos, los que
acaso más sepan de la necesidad, elijan, como excepcionalidad, una huelga de
hambre. La vida es contradiós, querido
Cesar. Cuéntale eso a tu alcalde. La novillada de hoy te la cuento yo en corto
y por derecho; si Ángel Sánchez sigue con ese aplomo ante las dificultades puede esperarse mucho de él.
A Alvaro Lorenzo no se le apreciaron
especiales virtudes; reiterativo en especial con el precioso jabonero claro (¿melocotón?): inválido. José Garrido es una de las estrellas,
si no la estrella actual del escalafón.
El señor Colmenarejo, presidente, le regaló la oreja más pintoresca que yo he visto regalar en una plaza de toros: media docena de pañuelos o, si se quiere, la docena del fraile. Hubo una parecida hace años en esta misma plaza; ante el estupor del propio torero, don Mariano Aguirre, presidente a la sazón de la Asociación de Peñas, le dio una oreja a Enrique Ponce, que elegantemente la tiró al callejón. Desde entonces a don Mariano Aguirre dimos en llamarle Marianico el Corto.
El señor Colmenarejo, presidente, le regaló la oreja más pintoresca que yo he visto regalar en una plaza de toros: media docena de pañuelos o, si se quiere, la docena del fraile. Hubo una parecida hace años en esta misma plaza; ante el estupor del propio torero, don Mariano Aguirre, presidente a la sazón de la Asociación de Peñas, le dio una oreja a Enrique Ponce, que elegantemente la tiró al callejón. Desde entonces a don Mariano Aguirre dimos en llamarle Marianico el Corto.
Bueno, querido Cesar, cuéntale estas
cosas a un hombre justo y benéfico como don Gustavo Petro. Un hombre de bien,
pero en esta cosa de los toros, un poco corto. Como don Mariano Aguirre. Va por
ustedes y por todos esos novilleros en huelga de hombre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario