Miles de escolares y aficionados.
Acabamos de fallar los
premios Buero Vallejo que patrocina
la Fundación Coca Cola, presidida por José
Núñez que es, además, ganadero de
bravo, un caballero en el proceloso mundo del toro: la Palmosilla. El fallo de
este premio supone para mí la línea divisoria entre la histeria terminal de
un Madrid insufrible y el relajo de la sierra madrileña: dejo Madrid y cerca
del Guadarrama en Colmenar Viejo me creo un Vicente Aleixandre que cuidaba en Miraflores su eterna y mítica mala salud de
hierro. A mí no me gusta la Coca Cola, tampoco
me gusta el güisqui, ni el brandi ni el coñac; solo bebo vino, grandes
añadas selectivas y a veces una copa de
Mohet Chandón.
Pero me gusta la pasión y el dinero que Coca Cola invierte en
el teatro, el profesional y el aficionado. Una sociedad sin teatro es una sociedad
muerta o suicidada. Por eso apoyaré siempre la generosidad de Coca Cola con las
tablas. Los premios Buero Vallejo se han consolidado de tal manera que mueven
ya cerca de 150.000 participantes entre espectadores y faranduleros de ocasión.
No todos de los premiados llegarán a ser estrellas, aunque algunos
profesionales han nacido de ellos. Lo incuestionable es que son semillero de
espectadores, de gente que a partir de una función escolar quedan enganchados
al teatro. Dentro de un mes los premiados vendrán a Madrid a mostrar sus obras en el María Guerro: Gran Gala.
El jurado de los Buero Vallejo es plural y diverso lo que facilita el debate
y las divergencias. Un jurado mudo y unánime no es jurado. Por propia
definición, un jurado es un ejemplo y una ocasión de dialéctica florentina. Esa
es la razón de ser de los jurados: la
bronca ilustrada o la bronca a secas. Difícil que no haya debate y controversia
cuando entre quienes tienen que decidir se encuentran Luis María Anson, Paloma Pedrero, Helena Pimenta, Miguel del Arco,
García May, Carlos Hipólito y así hasta
quince o dieciséis.
En resumen, los
premios bien; la comida en los grandes salones del teatro Real, superbién entre
cuadros magníficos y tapices que a un campesino de Torre de los Molinos
(Palencia) como yo, le siguen fascinando; mas por encima de todo está el gran movimiento
teatral que estos premios promueven en toda España y en sus varias
manifestaciones culturales: la castellana, la gallega, la euskèrica, la catalana:
150.000 participantes, en varias modalidades, desde el que pone una bombilla, hasta
la futura estrella de mayor o menor brillo. Y los que miran y luego van a las salas
comerciales: vivero de teatro, de espectadores de teatro.
Sobremesa con Helena Pimenta y Silvia Marsó.
Una de las buenas
cosas de estos eventos son los debates de sobremesa; el protocolo tuvo el
detalle de colocarme entre Silvia Marsó y Helena Pimenta a la que venero desde
aquella memorable puesta en escena con que se estrenó en Madrid: El sueño de una noche de verano. Hoy es
directora de CNTC. También adoro a Silvia
Marsó, excelente en el Zoo de cristal,
pronto de nuevo en Madrid, y enredadora e implacable en el jurado. La amistad
con Helena Pimenta se ha mantenido, pese a insidias, desacuerdos en algunos
montajes y escaburcios inventados.
Escaburcio es un
palabro que se ha inventado Paloma
Pedrero y que el académico Luis
María Anson y ni yo sabemos qué significa. Aventuro una definición
-contradiós, exabrupto, desbarajuste, sinsentido- que no satisface a nadie. A
Luis María Anson, gran Caballero de Honor del Teatro, en especial del teatro
alternativo, el protocolo tampoco lo ha colocado mal: a la izquierda, Celia Freijeiro y a la derecha Paloma Pedrero.
Aclarados los escaburcios con Helena Pimenta, hacemos corro
con Silvia Marsó, poco dada a los chismes. Le pregunto a Pimenta sobre el
escaburcio de la placa conmemorativa del
discurso fundacional de la Falange del teatro de la Comedia. A mí que me
registren, viene a decir; nada tengo que ver con eso. Han terminado las obras,
la placa la han quitado y a la Pimenta le pidieron que firmara un papel por el
cual la placa quedaba destinada a una
especie de almacén de objetos inservibles. Me consta que la Pimenta se negó a
firmar nada. Total, otros escaburcio.
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