Significado de otorgar el Premio
Umbral a un poeta.
Tarde de
lluvia en Madrid. Chaparrones; tiempo atemporalado de esos que a Paco Umbral le hacían enroscarse la
bufanda roja a su garganta herida; y
encasquetarse el sombrero sin perder la compostura; ni la propia ni la del sombrero. Si el suicidio es el
sacramento del dandy, una bufanda mal llevada o un sombrero sin la adecuada
simetría puede ser la negación radical
del dandismo. Manu Llorente,
presidente del jurado y redactor jefe de Cultura de El Mundo, me invita a la entrega
del Premio Francisco Umbral a Caballero
Bonald por un libro de poemas, Desaprendizajes,
en la línea de la ética insurgente y rebelde de Caballero Bonald; la
poesía de un desobediente, como a él le gusta definirse; versos, de desafecto a un
sistema de pensamiento gregario.
Siempre el
Francisco Umbral se ha dado a una novela. Por primera vez se otorga a un poemario y eso es un gozoso suceso para los
lectores de Caballero Bonald y para los que creemos que Paco Umbral, con
los precedentes de Juan Ramón y Cernuda es, posiblemente, el mejor
crítico de poesía de la segunda mitad del siglo XX. Caballero Bonald es más
determinante como poeta que como narrador, al que, sin embargo, no puede negarse el peso realista de Dos días de septiembre; un realismo social al que Caballero no se
pudo sustraer; ni la jerarquía estilizada de Agata ojo de gato.
El poeta de Jerez se ha quedado sólo en una
luminosa y vitalísima ancianidad de 90 años, con la lejana compañía de Francisco Brines en Valencia. Ley de vida; pero no es esta
soledad lo que a sus lectores nos preocupa ni nos interesa en estos momentos.
Lo que interesa destacar es que siempre,
a través de su poesía, mantuvo el equilibrio
entre el compromiso de resistencia y el compromiso poético. En su generación, a unos no les preocupaba la política ni el
compromiso, -la esencialidad metafísica de Claudio
Rodríguez por ejemplo- y otros subordinaban la estilística a una moral
de resistencia, Ángel González y José Agustín Goytisolo. Por
simplificar.
No sé cómo acabó
la fiesta en la sede de la Comunidad de
Madrid y me fui antes de que empezaran
las loas, las laudatios y los ágapes. Esa inmemorial tendencia a la huida, al
escape de los ritos sociales la subliteratura de la concentración de cerebros,
ávidos de gloria y escasos de talento.
Me lo decía Umbral: “Querido….Te falta pasarela”. Supongo que, como es de esperar, la fiesta entre umbralianos acabaría reivindicando la corona del maestro cada uno para sí mismo. Demasiados aspirantes para un trono inaccesible.
Otro nexo
entre Caballero y Umbral. Me atrevo a asegurar que Caballero Bonald fue el
primero en situar en su justo lugar el alcance inmenso de Mortal y Rosa en la poética narrativa de
Paco y en la literatura española, lejos
del tópico “el mejor libro de Umbral”. Mortal
y Rosa no es el mejor libro de
Umbral; se me ocurren por lo menos diez o doce mejores libros entre ellos Ramón y las vanguardias, Lorca poeta
maldito, Los botines blancos de Piqué, El César visionario, Y sobre todos Un ser de lejanías; ahí no hay duda; el
mejor libro de Umbral por los siglos de los siglos.
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