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sábado, 7 de mayo de 2016

TOROS Y TEATRO. De VALLE INCLÁN A JUAN BELMONTE


La última crónica de mi vida.
Mañana de toros en el Palace. Gran corrida organizada por el Mundo: Teatro y Toros. Lleno hasta la bandera. Y no llegamos a la reventa por decencia. Empecé abrazando a Borja Ortiz de Gondra que, al relance,  me llevaba el original de su última obra, Una historia vasca;  y acabé en el Gijón desmenuzando esa obra con la precisión que antaño procuraba aplicar a las  faenas de toros.  Allí me encontré con Simón Casas, el empresario ilustrado y con Curro Vázquez torero sobre el que escribí,  probablemente, mi mejor libro taurino. Al menos eso dice Verónica Zabala, currovazquista hasta la médula. Gran ocasión, pues, esta del Palace, que propicia  la  última crónica  de mi vida, como la postrera e inevitable  farra del tango.

El suceso  taurino me arrancó de los afanes de una semana  especialmente intensa llena de revuelos y turbulencias emocionales. La cúpula del Palace, la única plaza cubierta que tolero, era ya de por sí un incentivo. Pero sólo el Teatro y su   vinculación con los toros lograron sacarme de mi retiro. Hice gallardamente el paseíllo, más o menos,  apoyado en uno de los bastones más bellos de la hermosa colección que me han regalado los amigos. Entrañable gente del toro siempre un poco rebrincada. Con verdadero afecto, alguien me dio un abrazo e hizo la pregunta que otros no se atrevieron, “¿vuelve el jodido cojo”?. No, el jodido cojo no vuelve, estad tranquilos. El jodido cojo se queda en casa. Pero amo el toreo y la sabiduría vital que me ha proporcionado en mi turbulenta vida.

Primeros espadas.

Vicente Zabala me recibió a porta gayola. Poco antes habían hecho un paseíllo desordenado  Mario Gas y Ernesto Caballero, invitados de honor de la Farándula. Mientras, Ponce, Rincón, Roca Rey y hasta el propio Victorino Martín ensayaban lances de salón con la tora, el carretón, que no es lo mismo que ensayarlos ante un Victorino de cinco años. Polvo de los capotes, aires camperos. ¿Profanación de la sagrada carpa del Palace?. No. Grandeza de la Fiesta que sube a los  palacios. Hasta Francisco Umbral que hacía de esta  cafetería su plaza de tientas, hubiera disfrutado ayer.

Mario Gas y el recuerdo de su tio Mario Cabré.

Hizo el despeje de plaza Francisco Rossell. Vicente Zabala me cedió toreramente la  presidencia del acto y me puso en suerte el argumento central  del festejo: Teatro y Toros. Y ahí Mario Gas, que sigue teniendo en un altar a su tio Mario Cabré, y Ernesto Caballero hicieron al alimón la gran faena torera de su vida. Mario Cabré, gran capotero, versos…Y la divina Ava Gardner, la diosa golfa y borracha del Olimpo. Evocación inevitable de Sánchez Mejías, su obra Zaya; Miguel Hernández, redactor de la gran Enciclopedia taurina, el Cossío. Yo arranqué con mi cita clásica; Valle Inclán y su amistad con  Juan Belmonte; don Manolito y don Estrafalario que, en  Los cuernos de don Friolera,  pedían para el teatro la pasión del mundo de los toros. Vicente Zabala tuvo una mañana de puerta grande; a veces con rango de figura y a veces  con recursos de lidiador antiguo, corriendo el toro a una mano y yéndose al pitón contrario.

El rojerío contra la “nueva zquierda”.

 Con la Farándula de por medio, la cosa por su propio peso tenía que politizarse. Mario Gas abrió el fuego, secundado por Caballero,  diciendo que esta nueva izquierda antitaurina “no es nueva ni es izquierda”. Rematé yo con un media verónica “crujía”: el marxismo primario de Podemos, que no sabe de toros y menos aún de teatro. Ponce, Rincón, Roca Rey y Victorino Martín sobrios y en su sitio: defensa de la corrida desde el respeto y la libertad. La oratoria de Ponce ha alcanzado la elegancia de su toreo. Y un recordatorio a Hacienda y el maldito IVA. Si los toreros se llevaran los dineros a Panamá y otros paraísos fiscales, como ya ha hecho algún progre de relieve, -Almodóvar y dicen que también Imanol Arias-  no tendrían esos problemas, a lo mejor, no lo sé. Por cierto ¿ha pisado ya Celia Mayer el Teatro Español?. ¿Tienen un programa o se aferran a la máxima tan graciosa de Pablo Iglesias, el teatro “esa mariconada”?.

La vieja izquierda sí era taurina.

Y torera, valga la metáfora. Aunque yo no creo que la corrida tenga filiación política. Conocí a muchos de la izquierda genuina, la heroica, que salían de Carabanchel y lo primero era irse al tendido 7 de las Ventas. No  conté en el Foro, pero la cuento ahora, la gran putada que Domingo Dominguín les hizo a Federico Sánchez y a Romero Marín, alias el Tanque, oficial del Kgb, cuando le pidieron ver la corrida de la Beneficencia. Con el papel agotado, los colocó bajo el palco de Franco rodeados de secretas y maderos.  Semprún y el Tanque eran las piezas más buscadas por la policía franquista. Y aunque, curtidos en clandestinidades, no pudieron ver la corrida en paz. Domingo argumentó después: “y dónde ibais a estar más seguros que a 20 metros de Franco?”.

Cuando Esperanza Aguirre era concejala de cultura.

En primera fila Esperanza Aguirre a la que recordé luego algo de lo que no se acordaba. Siendo concejala de cultura, o se lo que ahora es Celia Mayer le pedí las slas del Conde Duque para una exposición de Caneja; le avisé, “ es un rojo de cárcel que sigue siendo rojo”. Le preguntó a Caruncho, su asesor: “¿es buen pintor?”. Y Caruncho: “un genio, un pintor de culto”. “Pues adelante”.

Tengo derecho a mi aburrimiento.

Después de haber escrito unas 3.000 crónicas de toros, los toros han acabado aburriéndome, pero exijo mi derecha a elegir mis aburrimientos, que nadie me los imponga. Y afirmo que la corrida, desde este ámbitos de libertad, contará siempre con mi apoyo. En primera fila, Adolfo Suárez, Juan José Padilla, Ramón García el radiotelevisivo, asentían. Acababa  de presentarles a Isabel Prince a la que hace mucho tiempo, cuando yo dirigía el Teatro Universitario de la Politécnica, los universitarios proclamaron “las mejores pierna del teatro español”. Hasta la media sonrisa del Pirata, petrificada por una cornada y el moderado entusiasmo de Ramón Garcia, alcanzaron a calibrar que aquello bien pudiera haber sido cierto. Padilla es un torero aguerrido al que tengo un respeto imponente. Hace años le ví en Logroño tres naturales inmensos una tarde e vendimio y oro. De haberlos dado Curro Romero, habríamos dicho que se pararon los relojes

Y el Flamenco.

Toros y Teatro. Y flamenco; que no se me olvide el flamenco, aunque en este Foro no tocaba. Pero allí estaba Antorrin Heredia,  el Faraón de la Quimera. Y gran actor además de cantaor jondo. Con Gonzalo Santonja buscaba fechas para retomar Los toros a Escena,  creación del Instituto Castellano y Leonés de la Lengua.  Con Ramón Fontseré  y David Loaysa, preparamos para la Feria Salmantina un magno acontecimiento. Faltaba Antonio Cirre, el Yunque, un sabio de los viejos cantes, un cantaor antiguo que se repone de un percance de la vida: un puntazo corrido. Escuchando los recuerdos y el cante del Yunque he aprendido mucho de flamenco.

María Toledo llamó a última hora excusándose porque se prolongaba su grabación en televisión. A Maria Toledo yo le he hecho letras de urgencia para toreros. Luego a las tres horas, de madrugada, me las cantaba al teléfono, “qué te parece?”. Igual que Alfonso Navalón me llamaba para leerme una narración recién  terminada. Alguna noche Ana no los mató porque la pillaron en su versión samaritana de Santo Job. Ya de despedida me sorprendió el grado de coincidencia que pude alcanzar con Juan Pedro Domecq, al que no conocía.

 Y me fui al Café de Gijón con Borja Ortiz de Gondra a hablar de su obra de teatro; una obra sobre la culpa y el perdón, sobre el arrepentimiento y el olvido. Y sobre la herida abierta de la sociedad vasca y de este país llamado España condenados a matarnos  cada 30 o 40 años. Si Borja logra armar el reparto que tiene  entre manos, Un historia vasca será una bomba…Con perdón..

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