La última crónica de mi vida.
Mañana de toros en el Palace. Gran corrida organizada por el
Mundo: Teatro y Toros. Lleno hasta la bandera. Y no llegamos a la reventa por
decencia. Empecé abrazando a Borja Ortiz
de Gondra que, al relance, me
llevaba el original de su última obra, Una
historia vasca; y acabé en el Gijón desmenuzando
esa obra con la precisión que antaño procuraba aplicar a las faenas de toros. Allí me encontré con Simón Casas, el empresario ilustrado y con Curro Vázquez torero sobre el que escribí, probablemente, mi mejor libro taurino. Al
menos eso dice Verónica Zabala,
currovazquista hasta la médula. Gran ocasión, pues, esta del Palace, que
propicia la última crónica de mi vida, como la postrera e inevitable farra del tango.
El suceso taurino me
arrancó de los afanes de una semana
especialmente intensa llena de revuelos y turbulencias emocionales. La
cúpula del Palace, la única plaza cubierta que tolero, era ya de por sí un
incentivo. Pero sólo el Teatro y su vinculación con los toros lograron sacarme de
mi retiro. Hice gallardamente el paseíllo, más o menos, apoyado en uno de los bastones más bellos de
la hermosa colección que me han regalado los amigos. Entrañable gente del toro siempre
un poco rebrincada. Con verdadero afecto, alguien me dio un abrazo e hizo la pregunta
que otros no se atrevieron, “¿vuelve el jodido cojo”?. No, el jodido cojo no
vuelve, estad tranquilos. El jodido cojo se queda en casa. Pero amo el toreo y
la sabiduría vital que me ha proporcionado en mi turbulenta vida.
Primeros espadas.
Vicente Zabala me recibió a porta gayola. Poco
antes habían hecho un paseíllo desordenado
Mario Gas y Ernesto Caballero, invitados de honor
de la Farándula. Mientras, Ponce, Rincón,
Roca Rey y hasta el propio Victorino
Martín ensayaban lances de salón con la tora, el carretón, que no es lo
mismo que ensayarlos ante un Victorino de
cinco años. Polvo de los capotes, aires camperos. ¿Profanación de la sagrada
carpa del Palace?. No. Grandeza de la Fiesta que sube a los palacios. Hasta Francisco Umbral que hacía de esta cafetería su plaza de tientas, hubiera
disfrutado ayer.
Mario Gas y el recuerdo
de su tio Mario Cabré.
Hizo el despeje de plaza Francisco
Rossell. Vicente Zabala me cedió toreramente la presidencia del acto y me puso en suerte el
argumento central del festejo: Teatro y
Toros. Y ahí Mario Gas, que sigue teniendo en un altar a su tio Mario Cabré, y Ernesto Caballero
hicieron al alimón la gran faena torera de su vida. Mario Cabré, gran capotero,
versos…Y la divina Ava Gardner, la
diosa golfa y borracha del Olimpo. Evocación inevitable de Sánchez Mejías, su obra Zaya; Miguel Hernández, redactor de la gran
Enciclopedia taurina, el Cossío. Yo arranqué con mi cita clásica; Valle Inclán y su amistad con Juan
Belmonte; don Manolito y don Estrafalario que, en Los
cuernos de don Friolera, pedían para
el teatro la pasión del mundo de los toros. Vicente Zabala tuvo una mañana de
puerta grande; a veces con rango de figura y a veces con recursos de lidiador antiguo, corriendo
el toro a una mano y yéndose al pitón contrario.
El rojerío contra la
“nueva zquierda”.
Con la Farándula de
por medio, la cosa por su propio peso tenía que politizarse. Mario Gas abrió el
fuego, secundado por Caballero, diciendo
que esta nueva izquierda antitaurina “no es nueva ni es izquierda”. Rematé yo con
un media verónica “crujía”: el marxismo primario de Podemos, que no sabe de
toros y menos aún de teatro. Ponce, Rincón, Roca Rey y Victorino Martín sobrios
y en su sitio: defensa de la corrida desde el respeto y la libertad. La
oratoria de Ponce ha alcanzado la elegancia de su toreo. Y un recordatorio a
Hacienda y el maldito IVA. Si los toreros se llevaran los dineros a Panamá y
otros paraísos fiscales, como ya ha hecho algún progre de relieve, -Almodóvar y dicen que también Imanol Arias- no tendrían esos problemas, a lo mejor, no lo sé.
Por cierto ¿ha pisado ya Celia Mayer
el Teatro Español?. ¿Tienen un programa o se aferran a la máxima tan graciosa
de Pablo Iglesias, el teatro “esa
mariconada”?.
La vieja izquierda sí
era taurina.
Y torera, valga la metáfora. Aunque yo no creo que la corrida
tenga filiación política. Conocí a muchos de la izquierda genuina, la heroica,
que salían de Carabanchel y lo primero era irse al tendido 7 de las Ventas. No conté en el Foro, pero la cuento ahora, la
gran putada que Domingo Dominguín
les hizo a Federico Sánchez y a Romero Marín, alias el
Tanque, oficial del Kgb, cuando le pidieron ver la corrida de la Beneficencia.
Con el papel agotado, los colocó bajo el palco de Franco rodeados de secretas y maderos. Semprún
y el Tanque eran las piezas más buscadas por la policía franquista. Y
aunque, curtidos en clandestinidades, no pudieron ver la corrida en paz.
Domingo argumentó después: “y dónde ibais a estar más seguros que a 20 metros
de Franco?”.
Cuando Esperanza
Aguirre era concejala de cultura.
En primera fila Esperanza
Aguirre a la que recordé luego algo de lo que no se acordaba. Siendo
concejala de cultura, o se lo que ahora es Celia Mayer le pedí las slas del
Conde Duque para una exposición de
Caneja; le avisé, “ es un rojo de cárcel que sigue siendo rojo”. Le
preguntó a Caruncho, su asesor: “¿es
buen pintor?”. Y Caruncho: “un genio, un pintor de culto”. “Pues adelante”.
Tengo derecho a mi
aburrimiento.
Después de haber escrito unas 3.000 crónicas de toros, los
toros han acabado aburriéndome, pero exijo mi derecha a elegir mis
aburrimientos, que nadie me los imponga. Y afirmo que la corrida, desde este
ámbitos de libertad, contará siempre con mi apoyo. En primera fila, Adolfo Suárez, Juan José Padilla, Ramón
García el radiotelevisivo, asentían. Acababa de presentarles a Isabel Prince a la que hace mucho tiempo, cuando yo dirigía el
Teatro Universitario de la Politécnica, los universitarios proclamaron “las
mejores pierna del teatro español”. Hasta la media sonrisa del Pirata, petrificada
por una cornada y el moderado entusiasmo de Ramón Garcia, alcanzaron a calibrar
que aquello bien pudiera haber sido cierto. Padilla es un torero aguerrido al
que tengo un respeto imponente. Hace años le ví en Logroño tres naturales
inmensos una tarde e vendimio y oro. De haberlos dado Curro Romero, habríamos dicho que se pararon los relojes
Y el Flamenco.
Toros y Teatro. Y flamenco; que no se me olvide el flamenco,
aunque en este Foro no tocaba. Pero allí estaba Antorrin Heredia, el Faraón
de la Quimera. Y gran actor además de cantaor jondo. Con Gonzalo Santonja buscaba fechas para retomar Los toros a Escena, creación
del Instituto Castellano y Leonés de la Lengua. Con Ramón
Fontseré y David Loaysa, preparamos para la Feria Salmantina un magno
acontecimiento. Faltaba Antonio Cirre, el
Yunque, un sabio de los viejos cantes, un cantaor antiguo que se repone de un
percance de la vida: un puntazo corrido. Escuchando los recuerdos y el cante
del Yunque he aprendido mucho de flamenco.
María Toledo llamó a última hora excusándose
porque se prolongaba su grabación en televisión. A Maria Toledo yo le he hecho
letras de urgencia para toreros. Luego a las tres horas, de madrugada, me las
cantaba al teléfono, “qué te parece?”. Igual que Alfonso Navalón me llamaba para leerme una narración recién terminada. Alguna noche Ana no los mató porque la pillaron en su versión samaritana de Santo Job. Ya de despedida me
sorprendió el grado de coincidencia que pude alcanzar con Juan Pedro Domecq, al que no conocía.
Y me fui al Café de
Gijón con Borja Ortiz de Gondra a hablar de su obra de teatro; una obra sobre
la culpa y el perdón, sobre el arrepentimiento y el olvido. Y sobre la herida
abierta de la sociedad vasca y de este país llamado España condenados a matarnos
cada 30 o 40 años. Si Borja logra armar el
reparto que tiene entre manos, Un historia vasca será una bomba…Con
perdón..
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