Mapa sentimental y laboral del verano,
que no siempre se reflejará en este diario.
Manuela Carmena ya tiene quien le escriba. Pilar
de Miguel, colega de antiguas peripecias periodísticas, me envía su texto sobre Manola. Prometo leerlo.
Garrigues Walker me manda una tercera de Abc en la que analiza los populismos de derechas
y de izquierdas. Un liberal lúcido, un poeta, un autor dramático. Sigo
proponiéndolo como un notable que podría
formar gobierno si los corruptos e ineptos políticos del censo no se ponen de
acuerdo.
Dos poetas espontáneos y jóvencísimos
me envían sus libros de poemas inéditos.
Elvira Giménez,
me manda recuerdos de Marco Cicala, periodista
amigo que me ha hecho “famoso” en Italia; y de Luca Caioli, el escritor que más sabe de Lionel Messi.
María Hervás me
anuncia el envío de su libro, Deseantes y
otros proyectos; propone un encuentro
para comentarlos. Veremos. Hervás anda siempre prófuga de sí misma. Es una
actitud que conozco por propia experiencia, en mi prehistoria. Empezará pronto
los ensayos de Una historia vasca, de
Borja Ortiz de Gondra.
Maria Martinez y
Frida Moraleda me proponen recuperar
en las redes nuestra aventura cervantina. Son el rayo que no cesa.
María Diaz sospecha que no doy importancia a los fastos del
Orgullo Gay. Acaso tenga razón; acaso yo considere saldado mi compromiso, con aquellos manifiestos en los que los
héteros firmábamos “yo también soy maricón, yo también he abortado”.
Xabi Puerta y Zutoia Alarcia me implican en la gran
operación Alfonso Sastre que planea
el Cdn con motivo de la puesta en escena de Escuadra
hacia muerte. Otra vez el realismo, lo que hoy quizá menos interese del
exiliado de Hondarribia. Propongo una inmersión a fondo en el mundo de Los hombres y sus sombras; en su poesía,
el ensayo y la narrativa.
El verano es una amenaza. La
reescritura de Lager, los infiernos de
los campos de exterminio nazi, me ha vuelto del revés.
Consigo que Fede Rey, un actor del que espero grandes cosas, se adhiera al
proyecto de Lager que protagonizará
Zutoia.
Avanzo en el texto de los Toros a
Escena para Ramón Fontseré, David de Loaysa y Antorrín Heredia encargo
urgente de Gonzalo Santonja, director
del Instituto Castellano y Leonés de la lengua.
Almagro. Festival.
De nuevo el apartamento Lope de Vega; al lado el Tirso y en la primera planta Cervantes y Calderón de la Barca. En
esta compañía parece imposible escribir
mal. Se hará lo que se pueda. La escritura es un don que no está al alcance de
cualquiera. Mi escritura, además, está contaminada por la crítica de teatro.
El ejercicio de la crítica tiene un riesgo.
Mejor dicho dos; uno de estilo, de capacidad adjetivadora; Valle Inclán decía que el periodismo “avillanaba” el estilo; no me
preocupa. Por mi apellido, mi estilo debe de estar ya bastante avillanado. El
otro riesgo es de índole personal. Por
unos adjetivos aplicados al personaje, nunca
al actor que lo encarnaba, en el numanticidio de Pérez, se organizó en las
redes un auténtico linchamiento; se pidió que me expulsaron del periódico el
Mundo y se publicaron cartas acusándome de homófobo y otras bobadas.
Una amiga, joven y estupenda actriz, llama al teatro “la gran
zorra, capaz de todas las putadas y todas las delicias”. No estoy muy versado
en las delicias de las zorras, y menos en sus putadas, pero me lo creo.
Almagro puede ser una de esas
delicias fascinantes. Durante un mes, Almagro es todo teatro; vive y respira por
el teatro. Llegada al mediodía con lluvia refrescante, encuentro en comida de
fraternidad con los colegas periodistas. Y Elvira
Giménez como como introductora de embajadores.
Ignacio Amestoy, factótum de la Jornadas de críticos en las que
discutimos de todo sin aclarar nada. Cuando se
escriba la historia del teatro de este país, Ignacio Amestoy figurará con letras quizá no de oro, material
fungible al fin y al cabo, pero sí
indelebles: como autor y como gestor y animador cultural.
Gran Fiesta en el Corral, que arruinó
la lluvia, y premio para Concha Velasco,
Reina Juana, memorable interpretación
sobre la prisionera de Tordesillas. El acto se
trasladó al Teatro Municipal. Natalia Menéndez, gran sacerdotisa y
maestra de ceremonias. La laudatio a cargo de Garcia Garzón. Y sucesivas laudatios,
como corresponde, de los intervinientes. Humor, conocimientos y hondura
de políticos: ¡sorprendentes!. Humor a raudales de Beatriz Carvajal. Conmovedor e
ingeniosísimo discurso de la galardonada, con hijos y nietos alrededor:
“el teatro, el gran amante, que nunca me
ha abandonado; el que me ha permitido, ser madre y ser abuela”. Este acto, del
que como otras veces, estaba dispuesto a huir por aburrimiento, me clavó a la butaca.
Merece otra crónica pormenorizada. Mañana.
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