Antiteoría de la comunicación.
Con motivo de este larguísimo puente
de la Virgen de Agosto, medito sobre las actuales formas de comunicación entre
los humanos que, a menudo, son formas
de incomunicación. Una amiga, que sabe de
estas dificultades, por su itinerancia artística,
creadora y por trotamundos, me expone su idea sobre los mails: “se ponen o no se ponen, se abren o no
se abren, se contestan o no se contestan.
No debe haber obligaciones”. Pienso: ¿y si yo no hubiera hecho clic a este
correo?. Probablemente no habría pasado nada ni abierto abismos incomunicables porque
habríamos hallado una explicación plausible. Es evidente que en esto de la
comunicación hay distintas velocidades entre las personas. Simplifico: el
correo es necesario o no lo es; puede ponerse o puede no ponerse; como el poema,
para Rilke; es necesario o no. Además -y esto es un problema que no tienen,
por ejemplo, las palomas mensajeras- hay
wifi o no hay wifi, hay cobertura o no hay cobertura, te llegan o no te llegan
los correos. Esto que cuento no es del todo la realidad; es la línea argumental
de un relato corto que me ronda la cabeza y que podría tener el siguiente
título: La mujer que demolió a Durrell.
Tengo cuatro días enteros para escribir,
porque ni recibiré ni enviaré mails. Y
para leer algunos originales teatrales, que me llegan como un regalo y me suscitan enorme curiosidad. Con este largo
post, clausuro hasta finales de mes mis obligaciones con el blog. Antes de la desbandada, que a mí ya me ha
cogido a resguardo, apalabro cita con Ernesto
Caballero. Tengo que trasmitirle razones de Rodrigo Francisco, director del festival de Almada. A Rodrigo le
mando saludos para Helena Probs, una
millonaria italo-argentina-española, benefactora del Festival.
Sobre errores, culpas y confesiones
Sobrevivir a los errores no es
síntoma de inteligencia, sino voluntad de resistencia. Yo vengo sobreviviendo a
mis errores con intachable tenacidad. Los errores, en las urgencias del
periodismo, son más producto del
subconsciente que de la ignorancia. Yo no me regodeo en el error, pero tampoco
lo oculto. Cuando lo descubro, me produce cierta incomodidad; pero se me pasa
pronto. Es un problema de carácter. Francisco
Umbral me reprochaba esa manía mía de rectificar. Decía: “lo más probable es
que haya pasado inadvertido. Entonces ¿por qué alertar a quien espera
oportunidad para ponerte a parir?”.
Hoy tengo que pedir disculpas a una
de las actrices que más admiro: Irene Escolar, que no figura en la
serie Femenino Singular porque aún no ha hecho ese papel que la marque de por
vida, un antes y un después, como a
Aitana Sánchez-Gijón Medea, por
ejemplo. En realidad, debiera pedirle disculpas a Federico García Lorca a Mariana
Pineda, a Shakespeare y a Julieta, a Rigola. En el capítulo
dedicado a Aitana Sánchez-Gijón
intentaba establecer una línea de interpretación Espert-
Aitana-Irene. En realidad era un pretexto para visualizar la presencia de una
actriz ausente, con sobrada calidad para
figurar entre las mejores. Una forma de
homenaje, en suma, a su joven talento.
En El mayor
dolor es el amor, de Medea-Aitana hay un error. Búsquenlo, relean el texto y encuéntrenlo. Yo planteo el problema; la
solución es de ustedes. Seguro que era innecesaria la aclaración y Paco Umbral
tenía razón; lo mejor es callarse. Pero yo me encuentro más cómodo
confesándome. Reminiscencias judeo cristianas, seguro, siempre con la culpa a
cuestas.
Ars Amandi. O refinamientos del amor.
Un tuitero me da la vara. Le gustan las putas
de lujo y me llama machista porque a mí
no. ¡Alto ahí!. No he dicho que no me gusten las putas de lujo, digo que no he
tenido acceso a ellas; y que a mis 74 años, cojo y con lo que me paga el periódico por mis
artículos, no creo que mejore mi situación. “Son auténticas profesionales del
sexo…..Y del amor. Los que las usamos,
exigimos un respeto: para ellas y para nosotros”. Puedo estar de acuerdo. O no. De entrada, el verbo usar referido al contacto carnal con una mujer, me parece inadecuado y define la catadura moral del personaje. Pero no creo que las putas de lujo posean en exclusiva el arte de amar. Eso
me parece competencia desleal con novias, amantes, santas esposas, y amigas, que
también tienen sus artes y habilidades.
A cada cual y a cada cuala, lo suyo. En Grecia
existían las hetairas, cortesanas
refinadísimas y cultísimas, mezcla de damas de compañía y prostitutas
exclusivas, de gran influencia en la res
pública. Entre bastidores, mejor dicho entre sábanas y refinamientos
amatorios, e incluso a las claras en los foros, ejercían un poder auténtico e influían en la marcha de los asuntos públicos.
Machismo intelectual.
El verbo usar, como he dicho, define ya el talante
moral del comunicante que seguro desconoce qué es una hetaira y no sé cómo habrá
conseguido mi correo particular. Me da
la vara, me acusa de “machista intelectual” y de paso le da también la vara a “una tal
Sara Moraleda”, porque hizo RT al tuit mio que encendió la mecha: “la
culpa es de quienes pagan, no de quienes cobran”. Fuera culpas, no hay
culpas de nadie. Cada cual es dueño de su cuerpo y de su dinero. Pero, aunque solo sea por gratitud a su eficiencia,
estas mujeres extraordinarias en el arte
de amar que tanto alaba el comunicante, debieran merecer un poco más de amor y de afecto que el reconocimiento de su eficacia.
No solo respeto, veneración y gratitud digo yo, conceptos que no se corresponden con el
verbo usar que utiliza el que me da la vara.
Ha tenido la discreción de hacer su reproche
por vía privada, lo cual es un detalle. Puede que no sea tan cafre como aparenta
algunas veces. Pero puede también que trate de substituir los pocos seguidores que tiene en tuiter por
la comunicación privada conmigo. Cosa que rechazo de antemano.
Quién
es Sara Moraleda.
Esa “tal Sara Moraleda” es amiga mía,
es una gran actriz, por si usted no lo sabía, de la que siempre escribí bien, mucho antes de
conocerla personalmente; menos en las
Pingüinas que pasé de todas porque el arrabalesco Cervantes me pareció infame. Y yo moriré a manos de pingüinas. Sara anda
haciendo por esta piel de toro socarrada por el sol, El amante liberal con Emilio
Gutiérrez Cava, uno de los grandes
actores españoles, entregado por el momento a la adaptación y la
dirección.
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