Una forma de amor.
Concluyo esta trilogía de posts
agosteños. Para una correcta comprensión de los tres, recomiendo leer los dos
anteriores. En términos estrictos, mi veraneo solo empieza cuando me pongo a leer
novela negra o a ver películas del Oeste
en la tele. Tan sencilla y honrada pretensión la veo difícil este año y mi
gente teme que les dé el noVerano. Voy
hacia la nada de un estío turbulento,
pero reconducible. Soy fan de la memoria
de Groucho
Marx y sus hermanos casi tanto como Aitana Sánchez-Gijón lo es de Asier
Etxeandía, que yo la he visto de abanderada alborotando las masas. Escribí
sobre ello un artículo y a Aitana le gustó mucho. A Asier no lo sé. Lo ví el
otro dia en La novia, una versión rencorosa y vengativa hasta la extenuación, de Bodas de sangre: el novio en moto tras
su honra.
La versión me gustó a medias; pero
me sirve de pretexto para reflexionar sobre algo que tenía previsto hablar en este último post
del ferragosto: la amistad y, más concretamente, la amistad entre un hombre y una
mujer, sin pactos y sin “intereses colaterales”. Sin embargo no seré yo quien
le ponga puertas al campo si el campo pide manos libres para cambiar las
normas y llegar a otra. Esa amistad es posible, aunque no frecuente. La
amistad no es resultado de pactos ni un blindaje ante determinadas
incertidumbres; es lo contrario: raíz y fundamento de una lealtad que jamás será
traicionada. Conviene no confundir
causas con efectos.
Septiembre a la vuelta de la
esquina.
Queridos amigos, que haceis posible
este blog; volveremos a hablar en septiembre al que he de robar algunas
semanas para completar el noVerano de
agosto que, pese a todo, espero acabe
jubilosamente. No carezco de
perspectivas para este optimismo. No escribiré versos, de eso podeis estar
seguros. Aún reposan en el ordenador los versos malditos que vomité la pasada
Semana Santa, esperando la mano de nieve que sepa despertarlos.
Cosas sin demora.
Hay, sin embargo, cosas que no admiten demora. Si
queremos estrenar en la fecha prevista el monólogo Lager, (campo de
concentración) he de descender todavía al último círculo del infierno. No habrá
problema, salvo la náusea: dos días full time y se acabó la pesadilla. Me
han llegado textos de teatro y poesía no por via de apremio, cierto; mas quien
se apremia soy yo pues, pues alguno de estos textos inéditos me suscita enorme curiosidad. La ADE de Hormigón me envía La bella durmiente y José Barbacana, de Jerónimo López Mozo, un gran autor y un gran amigo. Siempre estoy
en deuda con él. Habré de engrasar mi máquina de las distintas velocidades,
siempre en un punto extremo de aceleración.
Hasta la vuelta, amigos. Y
enemigos, iba a decir. Pero me doy cuenta
de que no tengo enemigos. En trance de agonía, cuando el confesor le
preguntó si perdonaba a sus enemigos, Narváez contestó: “no me quedan, padre;
los maté a todos”. Así que ¡!ojo
conmigo!! Puedo ser un poeta letal a
golpe de endecasílabo.
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