Deseantes y El saber de nuestro tiempo.
Pensaba dedicar este primer post septembrino
a las peripecias de agosto que han sido numerosas. Y procelosas. También pensaba
dedicarlo a dos textos inéditos, únicos que he podido leer, de los varios que habitualmente
me llegan: una formidable pieza corta de Antonio
Garrigues Walker, El saber de nuestro tiempo, que le recomiendo a su amiga y mia, Elena Beaumont, buena actriz y apasionada del teatro, pero dedicada
a la consultoría, lo cual es una
prueba de sensatez. Nos vimos no hace mucho y doy fe de que Elena es tan buena
actriz como mujer sensata. Quiere saberlo todo, y pronto, de teatro. Tiene el magisterio de Garrigues. Y, si sirve de
algo, el mío también. El texto es, entre otras cosas de alto pensamiento político, la conmovedora defensa de una prostituta de bien: buena, lírica y filósofa.
El otro texto, Deseantes, es la primera obra de teatro de María
Hervás, la mítica Jbara, de Confesiones a Alá. Deseantes es
una obra inquietante y turbadora, aunque quizá no tanto como su poema más
antiguo -y yo creo que inacabado- Itaca; a
ambos, María y Antonio, prometo “discutirles” sus obras con la
“impiedad” de un enemigo, que es la mejor forma de tratar a los amigos. Me
queda la deuda amistosa de dedicarle a la Bella
durmiente y a José Barbacana, (Edit ADE)
de Jerónimo Lopez Mozo, un autor de verdad, un histórico de la
dramaturgia española
Todo eso quería comentar este 2 de
septiembre; pero con motivo de no sé qué celebración las redes se han enredado en el recuerdo de Marylin Monroe y su sonrisa de inocencia que tantas amarguras
ocultaba. Y no voy a perder oportunidad de
prolongar el homenaje infinito que le vengo dedicando; a ella y a su amigo Truman Capote. Así que hoy manda Marilyn,
a la que adoro sin reservas. Y lo curioso del caso es que, físicamente, es la antítesis de mi ideal femenino que ha
sido siempre Audrey Hepburn. Marilyn
era rubia escandalosa, regordita, curvas, piernas feas, culo un poco excesivo….
Pero tenía el aura, una rara empatía con esa pizca de tristeza que asomaba en
sus ojos, cuando las cámaras la pillaban desapercibida.
Hermosa y adorable criatura
Me negué a ver las fotografías de sus
restos cuando la exhumaron no porque expresaran la macabra dimensión humana de una diosa, sino porque me parecían
el ultraje de una belleza agraviada. Otra vez, después de muerta, ultrajada. Aunque
padeció en vida peores agresiones. Hace
poco Alfredo Amestoy le hizo un
homenaje en su obra En el cielo no hay Chanel. Tuvo la
grandeza de devolverla a la tierra para recuperar Chanel nº 5, su única prenda
nocturna de dormir; y de la mano del Che Guevara, para reajustar los
desajustes de su revolución. No recuerdo cómo acaba la obra de Alfredo Amestoy, pero sé el desenlace que a mí me
gustaría ponerle. Me entero de que Antonio Garrigues Walker le ha dedicado varios poemas a Marily, su diosa también. Le pediré que me los enseñe.
Me interesa tanto la vida “sospechosa” de Marylin, antes de triunfar, como sus
dimensiones colosales de estrella después del triunfo. Me parece que es en Música para camaleones donde el autor de
A sangre fría, Truman Capote, cuenta su fascinación por y su complicidad con Marilyn. Un dia ésta le
pregunta:
-Si te preguntaran cómo es Marilyn, dirías que es una estúpida, claro.
-Sí, por supuesto…Pero también diría ……
-Sí…?
- Diría que es …….una hermosa criatura. Una fantasía literaria.
Quizá fuera esta la primera y última vez,
dicen algunos exégetas, y no sé si el
propio Truman, que Marilyn fue “desnudada con respeto y poesía”. A Marylin
antes de ser estrella no le tuvieron ningún respeto. Y después de serlo, los
malditos Kennedy tampoco.
Ignoro si es leyenda urbana o reflejo de una mitología engrandecida a
partes iguales por admiradores y detractores, una frase que se le atribuye cuando
firmó su primer contrato con una gran productora: “se acabó chupar pollas
debajo de la mesa en los banquetes”. Desde mi amor inmenso por Marilyn,
preferiría que la vengativa frase fuese verdad. Por encima de una boutade, tenía
la capacidad de una pensadora profunda y demoledora. Enfrentarse
a ella debía de ser un acto suicida.
Actriz formidable: Niágara,
La tentación vive arriba, Con faldas y a lo loco, Los caballeros las prefieren
rubias, El príncipe y la corista…Y, sobre todo, Vidas salvajes…..una película crepuscular…..Al poco tiempo, los
tres, Marilyn Clark Gable, Montgomery Cliff (otro monumento al dolor de vivir), habían
desaparecido.
Marilyn volverá. Cualquier dia encarnará en otra Marylin, en cualquier punto
de una tierra, conocida o ignota. Y yo,
sin ser Truman Capote ni siquiera su sombra, la reconoceré enseguida, lejísimos
o cerca. Y diré como él: “hermosa y adorable criatura”. Y acaso Marilyn me
conteste, “si no puedes aguantar mis peores momentos, no mereces los mejores
que pudiera darte”.
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