Son días raros sin ninguna razón especial, cargados de presentimientos
aún no sabría decir si buenos o malos. Se oscurece el poeta visionario y emerge
el poeta sombrío que es la parte de mi poesía que menos gusta; tacho, rompo todos versos que
escribo. En contrapartida, una rara y dulce melancolía me va empapando por
dentro y por fuera. Necesidad del verso,
mas lo que escribo me parece una mierda. Y lo destruyo. Vuelvo a un libro
maldito que nunca publicaré Sonetos del
amor canalla. Entonces, si no pienso publicarlos, para qué seguir dándoles vueltas. Lo mejor
sería destruirlos, pero algo me ata a ellos, un lazo secreto, no sé. He escrito
un prólogo para ellos en el que los dejo en manos de Antonio Piedra, director de la Fundación Jorge Guillén donde
está mi legado documental, mis manuscritos, mi archivo. Podrá publicarlos o no cuando yo
no esté.
Pasión, gozo y sufrimiento del amor.
El prólogo explica la génesis de este libro, sus contradicciones, el amor
desesperado de unos hombres y unas mujeres que se amaron hasta la extenuación. Y
el sexo, en alguna mujer, como comercio sin placer. O como venganza también sin
placer, a no ser el deleite del rencor. He retorcido el lenguaje hasta hacerle
sangre y romperle los huesos. No tiene ni un versos autobiográfico; y he tenido
que recordar hombres y mujeres que conocí llenos de heridas sin cicatrizar.
Hombres deseosos de venganza, mujeres
ultrajadas y sentimiento de culpa. Un bestiario salvaje. Pero hay mucho amor
en este libro que nada tiene de autobiográfico. Mi idea del amor es mucho más
apacible. Carnal y humanísima, pero apacible. Y como tal la he puesto en
práctica a lo largo de mi vida. Fueron surgiendo estos versos en paralelo a los Sonetos de la Nueva Impostura. Y con la
absoluta libertad que da el saber que en vida nunca se publicarán.
Por lo demás, todo en orden salvo las
condiciones de visionario que algunos me atribuyen. Nunca he podido adivinar ni
siquiera lo más evidente: mi destino. Hace tiempo alguien que había depositado
en mí una extraña confianza me advertía; “ni la vida ni las personas somos lo
que parecemos”. Pues cosas tan claras y
reveladas, me resulta difícil verlas. Como si quisiera un mundo a mi medida; es
decir la medida de la nada, de lo que no existe. Pero si en algún momento he
contribuido a que alguien se sintiera mejor con mi mentira y su verdad, o al
revés, daré por buena mi vida.
¡Hola Javier! Me pareció leerte una opinión positiva a través de Twitter sobre el último "Fuenteovejuna" de la Compañía Nacional. ¿Dónde podría leer la crítica íntegra, habría forma de recuperarla por estos lares? Un saludo de antemano.
ResponderEliminarBuscar en elmundo.es Supongo....No estoy muy versado en el tema.gracia
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