Aquel aciago dia.
5 de agosto
de 1960 y estallaron todas las constelaciones, se rompieron las cenizas de una
mujer que solo quiso ser amada. Marylin Monroe. Un ser precario, cuya
iluminación generaba un mundo de sombras luminosas en su derredor. La luz
siempre aparece al fondo de la oscuridad para encontrase a sí misma; un ser rompedizo que había tenido que
bailar el vals de las flores sobre huracanes y tormentas. 5 de agosto,
¿accidente, suicidio, asesinato?.
La convirtieron en un símbolo
sexual, mientras solo quería ser un símbolo de amor, un mar de amor, olas azules y verdes, orfebrería líquida y cenefa de espuma sobre la
arena. Marylin, Norma Jean para los
pocos que la amaron. Fue más deseada, abusada, delirada en fantasías de lecho y
harén que en realidades de amor; Sherezade que nunca pudo relatar su
verdadero cuento. Y un tórrido Happy
Byrtday tu you, posiblemente gélido en el alma, que marcó su vida para
siempre como amante de Jhon Kennedy,
“ve preparando el martini y quitándote las bragas, voy para allá”. Bailó, entre huracanes, valses
de flores, bailó sobre volcanes en erupción y, al final, las comadres de Hollywood, las zorras que la odiaban -zorras
por un papel secundario en una película de segunda- hubieron de inclinarse ante su adorable
belleza y su talento. Y ante las casas productoras.
En la sonrisa de arcoíris de
Marylin, siempre hay una dulce mueca de desdén que el cinismo cosmopolita de Truman Capote entendió mejor que nadie. “Truman, ¿dirías que soy estúpida?”. Truman,
“sí”. Marylin, “Y nada más?...Truman: “Bueno…Y adorable”
“No me
importa el dinero, solo quiero ser maravillosa”.
Deslumbró las sombras de la noche, apagó las
estrellas del cielo y prendió luciérnagas en su pelo rubio. El carmin de
sus labios era sangre arrancada
a mordicos, su beso podía ser sangre tenida de blanco por Andy Warhol.
Un mar de amor y desamor. Eran besos malditos,
mordiscos con los que arrancar la suciedad de los labios de los hombres. Hasta
que fue libre y alzó su imperio y su conquista. Brisa que sabía de promesa
incumplidas y engañosas. La belleza maldita, la poética de barrio que acaso solo adivinó el hombre qu de
verdad la amó, Joe de Magio, el atleta. La belleza maldita. Después de
tantos hombres alguien le preguntó.
¿Lesbiana. Se encogio de hombros. “Si hay amor por medio, todo es lícito”.
Hasta Arthur Miller, el hondo intelectual irreprochable y comunista, la
vampirizó cuando Marylin ya era el mito. Marylin ya era Marylin y le salvó de la caza de brujas; nadie se atrevió a condenarle gracias al poder
de Marylin, que había superado todas las
barreras menos la de si misma y su propio desorden En la crepuscular película de
Jhon Houston, Vidas
Rebeldes con Clark Gable y el atormentado Montgomey Clif, todos sentenciados,
Miller era el guionista. Las fotos del
rodaje apenas captan miradas efímeras y
distantes. Consumación de la traición de un genio del teatro, seguramente, que tampoco
hizo feliz a Marylin.. Miller o
la tragedia moderna…La de cada dia.
En su pbra En el cielo no hay Chanel, Alfredo
Amestoy, manda a la tierra a Marylin y a CheGuevara, para que consumen, juntos o por separado, la revolución
que dejaron inconclusa. Animo a Alfredo a que escriba una obra sobre los resultados
de la excursión.
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