Me cuentan que Javier Gutiérrez
es una estrella de la
tele; pero como tengo la costumbre de no ver televisión, salvo algún
partido de fútbol de trascendencia política, o películas del oeste, si es
posible el spaguetti, no sé qué clase de estrella es. Sé que es un gran actor.
Se lo digo de vez en cuando, eres el mejor
actor del mundo, y me contesta con humildad que eso también lo dice su
madre. La gente convencida de sus excelencias siempre se apoya en la
madres para reafirmarse. Con la señorita Gaviria, hoy señora de Moreno me pasaba lo mismo. Eres la
fisio más guapa del mundo, le decía para que me torturase menos. Y me respondía eso me dice mi novio…Y mi
madre. Y mi padre. Su padre es Juanjo
Gaviria. Su madre es Maite Turrez con la que hicimos la
señorita Gaviria, hoy señora de Moreno, y yo un precioso librito titulado Dialogo con el vestido de torear; una
auténtica belleza.
Volviendo al
“mejor actor del mundo”, cuando hizo ¡Ay
Carmela! vio en primera fila a Marcos
Ana y me pidió que se lo presentara. La leyenda de Marcos Ana, propalada
por Fraga Iribarne es que había
arrancado de un mordisco la oreja a un cura. La realidad de este poeta eran 20 años de cárcel, el preso más longevo
de la dictadura. Y que a los 40 años de su edad reclusa no había conocido muje.
Fue como si le hubiese presentado a Dios y María
Diaz no quiso perderse el ágape en el que Marcos Ana nos contó su vida. Javier Gutiérrez es una máquina de hacer
teatro: vértigo y sosiego. Lástima, aunque suerte para el sin vivir de su profesión, que el cine y la
tele lo hayan expropiado.
Me pareció extraordinario en Arlequino, servidor de dos amos, buen texto de Alberto San Juan, injustamente vapuleado por El Pais. Está plenamente justificada su presencia en esta serie ,
que cuenta ya con Pedro Casablanc, Luis
Bermejo, Marta Poveda, Sara Moraleda y yo mismo con un retrato al vitriolo
muy celebrado. Una editorial de renombre ya se ha ofrecido a publicar el libro
si decido ampliar estos retratos a autores y ensayistas. Gran idea. Y que sea muy selectivo. Y, como última
recomendación y en nombre de la libertad de expresión, me recomiendan considere
que hay más teatros que el Pavónkamikaze. Cosa innecesaria y paradójica, pues me aconsejan que Elejalde, Irene Escolar, Carmen
Machi, María Hervás, de Kamikaze
obviamente, no deben faltar. ¿En qué quedamos?
Javier Villán. Retrato al vitriolo
Algunos amigos de confianza me
llaman capitán araña porque en estos retratos al pastel o a punta seca embarco
a todos/as menos a mí. Yo creo que estos amigos no buscan el equilibrio y el
conocimiento, sino el morbo. Voy a complacerles antes de que después de los
imprescindibles Sara Moraleda, Marta Poveda, Luis Bermejo, Pedro Casablanc y Beatriz Argüello, que será
la próxima, me adentre entre en los campos de faranduleros y cómicos
de la legua, como don Quijote se
echó a los campos de Montiel.
Lo primero, decir que soy un hombre leal y que
guardo muy bien los secretos que hombres y mujeres me han confiado y siguen
confiando. Sobre todo, los secretos de alcoba. Me gustan las corridas de toros, aunque hace
años que no veo ninguna, ni siquiera en televisión, esa atrocidad. El lenguaje
televisivo nunca refleja la naturaleza del toreo. Este gusto mio por los toros
a punto ha estado de privarme de la amistad de algunas actrices eminentes,
antitaurinas furiosas. Ante esto echo mano de Valle Inclan que por boca de don
Estrafalario, dice en Los cuernos de don friolera; ojala el
teatro suscitara la pasión que suscitan los toros, entonces el teatro estaría
salvado.
Valle era amigo de Juan Belmonte
y es verdad, según todos los indicios, su célebre sntencia, “Juan, es usted
sublieme, solo le falta morir en el ruedo corneado por un todo” A lo que
Belmonte respondió, "se hará lo que se pueda don Ramón”.
Fui seminarista y se enamoró de mí una monja, la monja
capillera de mi libro Sin pecado concebido,
a la que un dia, mientras preparábamos los ornamentos, le toqué el culo sin
querer. Sigo enamorado de Liz Taylor,
la judía de Ivanhoe y soy el amante
secreto de la adorable Marylin. Solo lo
sabe Truman Capote. Ni Richard Burton ni Henry Miller se han enterado nunca de esto y un caballero no debe
hablar de mujeres. Sigo pensando que la democracia en España es una democracia putrefacta, mejor que la Dictadura sin embargo. Lo de Marylin lo
sospecha Alfredo Amestoy que, en su
obra En el cielo no hay Chanel, la
manda a la tierra de la mano del Che
Guevara. Este es mi retrato al
vitriolo que tampoco es para tanto. Cuando llegué a la costa catalana
hace siglos, llegaban los primeros bikinis y las
suecas, todas las extranjeras eran suecas para nosotros.
Me preguntaba yo cómo todas podian ser tan epectacularmente hermosas y la
suerte de los alemanes de tener novias así y
que estas soportasen sus borracheras. Una
me lo explicó una noche. “No somos novias, sino putas de lujo bien
pagadas, señoritas de compañía. Las borracheras forman parte del sueldo”. Y no
se habló más de asunto. Para ser un seminarista tímido y acomplejado, la vida
empezaba a resultarme placentera y excitante. La existencia de Dios, si existe, supone la existencia del diablo. Sé qu este exste pues a menudo es cómplice de mis fechorías y mis bondades, que alguna hay. Me salvaré por el teatro. Y la unidad de España, esta España en escombros, me importa un bledo. No creo en las banderas y por educación no digo lo que haría con ellas y cada ve menos en las personas. Pero guardo con celo sus secretos. Como ven no hay mucho vitriolo en
este retrato. Pero mi vida no da para más.
Magistral, como siempre. Un abrazo taurino y teatral.
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