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sábado, 30 de septiembre de 2017

KAFKA EN LA MIRADOR DE LAVAPIES


Aún quedan 3 dias en La Mirador, de Dafnis Balduz. Véanlo si Kafka sigue turbándoles. Y si no, también; les turbará a partir de ahora. El anuncio de  Expediente K, dramaturgia a partir de Carta al padre,  me produjo una  insólita curiosidad. En realidad me basta con este texto apasionado de la carta a palo seco; pero bienvenida sea esta dramaturgia de Susanna García Prieto  con dirección de Alex D. Capo, capaz de recrear el texto de un autor que sigue a cuestas con la imagen espeluznante de un escarabajo patas arriba.  Kafka me produce un terror iluminado y súbitas iluminaciones de pánico. En general lo kafkiano, lejos del tópico de la angustia que lo reduce a enigmas de difícil entendimiento, suscita la inquietud de un territorio sin explorar o mal explorado.  Consciente de mi incapacidad teórica para arrojar luces o más sombras  sobre él,  hace unos meses me propuse  escribir una novela sobre los personajes de EL castillo, El proceso o sus espectros. Y naturalmente de Gregorio Samsa.

No sé si Dafnis Balduz, con esa sombría encarnación de la víctima y su verdugo va a aportar algo a mi novela, pero esta posibilidad era otro aliciente, bastardo por mi parte. La  dramaturgia a base de sicofanías,  impide una narrativa lineal del asunto. Y con la vida de Kakfa, judío alemán nacido en Praga,  Balduz presenta apuntes negros de lo que se avecinaba: Hitler el nazismo. Aunque la biblia del nacionalsocialismo no se publicó hasta 1925 y Kafka murió en 1024, todo estaba ya en el aire envenenado. Hitler no solo era un ideólogo de la barbarie antisemita, era un agitador de masas. Algun chispazo  de este histrionismo hubiera valido para calibrar en toda su extensión la virtudes actorales de Balduz. Pero eso ya no sería laobra de Susanna Prieto, sino la mía inferior sin duda.

No salí feliz de la sala Mirador, salí molesto y convencido de que el buen teatro debe producir incomodidad, de que un intérprete debe ser capaz de transmitir muchas sensaciones y muchas vidas acerbas. 
Expediente K es un falso monólogo, un buen artificio teatral. Y, aunque no se explicite en el texto,  una profecía maldita de lo que pudo haber sido la vida de Kafka de haber sobrevivido a la tuberculosis liberadora. ¿Uno más entre los millones de judios gaseados?. Me turba imaginármelo.   

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