Elejalde y Natalia Menéndez en
estado de gracia
Ando yo
estos dias en un contencioso con el autor de Tebas Land, Sergio Blanco sobre Truman Capote que desayunaba en Tifanis,
era homosexual y drogadicto y alcohólico. Quien desayunaba en Tyfanis era Audrey Herpburn, la única actriz de mi devoción capaz de desalojar a la inexpugnable Marylin. En realidad no se trata de un contencioso,
pues Sergio Blanco no contiende sobre Truman Capote y A sangre fría, novela cuya estructura ha calcado en Tebas land. Como la dirección de Natalia Menéndez es
ajustada a la dureza del texto, Pablo
Espinosa un poco verde todavía Más para ser la primera vez, un Perry un poco dosrientado y fluctuante. Aprenderá. Truman está interpretado por
un Israel Elejalde en estado de
gracia, para qué vamos a darle vueltas a
un texto. Un texto es lo que se ve sobre un escenario. Y punto. Nadie deber
perderse Tebas land; pero a Capote lo
que es de Capote y a Sergio lo que es de Sergio.
En los últimos tiempos es la segunda vez que
me veo obligado a desfacer un entuerto de desconocimiento o plagio. El año
pasado hube de recordarle a Fermin Cabal
que Tejas Verdes, donde le
cortaron las manos a Victor Jara para que nunca más pudiera
tocar la guitarra, era un texto de Hernán
Valdés que habíamos distinguido con el Premio de la Nueva Crítica hace casi
40 años.. En el fondo, yo creo que los problemas de este país no son de
suplantación, sino de incultura.
Rindo pues
homenaje a mi admirado Truman Capote y trazo su retrato, muy personal, al
vitriolo. Con A sangre fría se empezó
a instaurar el Nuevo Periodismo, un periodismo testimonial, de denuncia y
escándalo. Perry en A sangre fría, no
es un parricida; es el asesino de los cuatro miembros de la familia Clutter, que perpetró con un amigo
para llevarse un botín de 10 dólares. Hasta
aquí, perfecto. El adaptador de un texto tiene todos los derechos que quiera
tomarse sobre él, menos silenciar las fuentes. Durante un tiempo,
Truman Capote visitó en la cárcel todos los días a Perry para documentarse
sobre el asesinato de los Clutter,
una familia de cuatro miembros, los padres y dos hijas. No hay catarsis en esta memorable función,
pues catarsis es la purificación por el miedo y el horror; aquí lo que hay es
el relato de un crimen a sangre fría, a
cargo del mesías del Nuevo Periodismo. Puede que Truman acabara enamorándose de Perry y que el
proceso indagatorio de alargase más de la cuenta. Hay una evidencia del
instinto teatral de Sergio Blanco: el desdoblamiento de Perry como asesino y como
actor que interpreta al asesino.
Por todo
esto, por periodista grande y por amoral, yo admiraba a Truman. Pero empecé a
quererlo cuando leí Música para
camaleones y descubrí su adoración por Marylin
Monroe y la complicidad que solo puede haber entre dos genios. En un
momento determinado Marylin le pregunta, “Truman ¿dirías que soy estúpida?”.
Truman, “sí”. Marylin, “nada más?”. Truman, “estúpida y….adorable”, Ahí Truman
me sedujo para siempre. Con el tiempo, Musica para camaleones dejó de
fascinarme a la vez que decreció mi interés por Marylin y por las mujeres a las
que había asimilado con su voluptuosa hermosura y su grandeza de ser humano. No hay
mujer que resista la comparación. Como no la hay que aguante el encanto de la
flaca Audrey Hepburn en Desayuno con
diamantes. Llevar airosamente la delgadez de Audrey es más difícil que llevar
las curvas de la Monroe.
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