Publicado en el Mundo.
Twitter no solo es un territorio salvaje como algunos piensan. Hay de todo como en la vida. Y abundan los cafres, pero a veces se suscitan polémicas de notable interés cultural. Incluso hay políticos que prefieren el tuiter a una rueda de prensa o una entrevista. Para regocijo de quienes polemizan y mayor regocijo aún de quienes les siguen. Una de las más sonadas ha surgido a raíz de la recuperación del término “garbancero” que la lengua venenosa de Valle Inclán aplicó a don Benito Pérez Galdós. Valle no era de fiar; en vida fracasó en teatro y parte de esta culpa la achacaba a don Benito que cuando dirigía el Teatro Español rechazó al parecer sus esperpentos. Hoy los esperpentos siguen siendo vanguardia y subversión, mientras el teatro de Galdós es pura arqueología, lo cual no lo invalida como excelente prosista. En los años 70 Carlos Luis Alvarez, alias Cándido, columnista y editorialista de ABC, Arriba y Pueblo quiso jugar a arúspice y sentenció al manco genial: “el teatro de Valle está muerto y bien muerto”. Hoy día recordamos a Carlos Luis Álvarez por las inventadas biografías de santos y mártires asesinados por la horda roja, que le encargó Pérez de Urbel, prior del Valle del Valle de los Caídos, lugar de “candente actualidad” por el destino incierto de las cenizas de Franco que en él reposan. Más importa que se haya reavivado la polémica Valle versus Galdós. Para mí no hay color, soslayando inquinas personales de Valle. Cuando a éste lo expulsaron de un teatro por armar gresca y los pistolos le conminaron “no se resista a la autoridad”, Valle gritó: “en un teatro la única autoridad soy yo”. Valle Inclán es el mejor autor del siglo XX incluido Federico García Lorca. Si nos adentramos en la segunda mitad del mismo siglolo habría que contar con Buero, tragedia de la esperanza y Alfonso Sastre, la tragedia compleja. Y otro irascible, Rodríguez Méndez que se atrevió a publicar un libro titulado Los escombros del teatro.
Twitter no solo es un territorio salvaje como algunos piensan. Hay de todo como en la vida. Y abundan los cafres, pero a veces se suscitan polémicas de notable interés cultural. Incluso hay políticos que prefieren el tuiter a una rueda de prensa o una entrevista. Para regocijo de quienes polemizan y mayor regocijo aún de quienes les siguen. Una de las más sonadas ha surgido a raíz de la recuperación del término “garbancero” que la lengua venenosa de Valle Inclán aplicó a don Benito Pérez Galdós. Valle no era de fiar; en vida fracasó en teatro y parte de esta culpa la achacaba a don Benito que cuando dirigía el Teatro Español rechazó al parecer sus esperpentos. Hoy los esperpentos siguen siendo vanguardia y subversión, mientras el teatro de Galdós es pura arqueología, lo cual no lo invalida como excelente prosista. En los años 70 Carlos Luis Alvarez, alias Cándido, columnista y editorialista de ABC, Arriba y Pueblo quiso jugar a arúspice y sentenció al manco genial: “el teatro de Valle está muerto y bien muerto”. Hoy día recordamos a Carlos Luis Álvarez por las inventadas biografías de santos y mártires asesinados por la horda roja, que le encargó Pérez de Urbel, prior del Valle del Valle de los Caídos, lugar de “candente actualidad” por el destino incierto de las cenizas de Franco que en él reposan. Más importa que se haya reavivado la polémica Valle versus Galdós. Para mí no hay color, soslayando inquinas personales de Valle. Cuando a éste lo expulsaron de un teatro por armar gresca y los pistolos le conminaron “no se resista a la autoridad”, Valle gritó: “en un teatro la única autoridad soy yo”. Valle Inclán es el mejor autor del siglo XX incluido Federico García Lorca. Si nos adentramos en la segunda mitad del mismo siglolo habría que contar con Buero, tragedia de la esperanza y Alfonso Sastre, la tragedia compleja. Y otro irascible, Rodríguez Méndez que se atrevió a publicar un libro titulado Los escombros del teatro.
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