Desavenencias. Publicadas en el Mundo
Un quite para Morante
La defensa de los toros por parte
de Vox sea bienvenida, pero como reclamo electoral es una trampa saducea; los
toros no son patrimonio de la extrema derecha. Según Ortega y Gasset, la
historia de España desde mediados el siglo XVIII, no se entendería sin los
toros. Yo creo que desde mucho antes. Julio de Urrutia, crítico del diario
Madrid en la posguerra escribió un libro, Los toros en la
guerra civil, según el cual, en el frente de la Moncloa, los combatientes
de ambos bandos se transmitían los resultados de las corridas de trinchera a
trinchera. Y Kolstov, periodista estaliniano del KGB, cuenta que los toreros
terminaban el paseíllo saludando con el puño cerrado.
Morante de la Puebla ha declarado que no cree sea intencionado el
incendio de su casa, hecho absolutamente condenable. Morante sea o no sea de
Vox, no es un político y aunque lo fuera. España no puede transitar sobre
ideologías en llamas y tratar de apagarlas con gasolina. Morante es el natural y la media verónica
belmontina. Y si le atrae la política está en su derecho sea cual sea su signo. Buena parte de la
Generación del 27 era taurina y Bergamín escribió un libro dedicado a Rafael de
Paula titulado La música callada del
toreo. Y Tierno Galván publicó un agudo ensayo Los toros acontecimiento nacional. Estamos alcanzando en España
unos niveles de confrontación política inquietantes. Cataluña es lo de menos,
al menos lo que menos me importa a mí. El PSOE pierde la mayoría en Andalucía y lo
interpreta, no como resultado de la aritmética democrática de coaliciones, sino
como un golpe de mano de la derecha, contra la cual moviliza
sus bases. Morante, sensato, dice que no cree que el incendio tenga una
intención política.
En una Corrida de la Beneficencia
Domingo Dominguín, empresario y comunista, colocó bajo el palco del dictador, a
Jorge Semprún y a Julián Grimau que no querían perdérsela. Ante la inquietud de
ambos, Domingo respondió que, para dos dirigentes clandestinos del PCE, no
había lugar más seguro que una plaza de toros, a treinta metros de Franco
rodeados de policías. Buena parte de la izquierda de este país siempre ha sido taurina. Antes que hombre de teatro
esencial, el sevillano Salvador Távora fue novillero y salió a hombros por la
Puerta del Príncipe.
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