Salvador Távora, el genio. Actualización y correción texto publicado en la web y en papel El mundo
El mundo del
teatro y la libertad es hoy un inmenso Quejío,
un llanto universal. Ha muerto Salvador Távora, fundador de la Cuadra,
conciencia de resistencia. Sin la
Cuadra, no se entendería el teatro en España, el arte como elemento de
liberación y de combate. El flamenco es
la cultura de la sangre, los sonidos negros de Manuel Torre, la garganta que
sabe a sangre. El flamenco es la máxima expresión del pueblo andaluz, siempre
alabado y siempre manipulado. Flamenco, toros, Semana Santa. Frente a quienes
pretenden convertir en anécdota esta trinidad esencial, Salvador Távora la
elevó a categoría: estética, arte y compromiso, palabra tan denostada cuando el
compromiso es a favor de la justicia. Jean Paul Sartre explicó muy bien este
argumento Todo arte es político nace del pueblo y vuelve al pueblo.
Távora trabajó siempre en soledad, sin ayudas de un sistema
que lo miraba como una amenaza De “hijo maldito” de Sevilla alcanzó la cumbre
de hijo predilecto; vaivenes de la historia. La Cuadra, tres millones de
espectadores en el mundo entero. Renovó
la escena española anquilosada y academicista; y liberó de la idea de folclore para
turistas el flamenco del que hizo un inmenso teatro. Pero uno tiene sus
preferencias, por su puesto. Y estas son para mí Los palos, Andalucía amarga, Las bacantes, su incursión en el mundo
de García Márquez, Crónica de una muerte
anunciada. O Pasionaria, con Ignacio Amestoy. Ha muerto un hombre, pero la historia del flamenco pervive. Lo
conocí hace siglos en un festival de Valladolid donde acabamos, de madrugada,
cantando a Lluis Llach después de hacer flamenco, seguiriyas, fandangos,
bulerías por soleá.
Tenía 88 años. Hay que volver a los místicos y a la
izquierda militante, a la tradición y a la modernidad, que todo eso era Salvador
Távora, los palos, las herramientas, el pueblo andaluz y universal por ser
andaluz y ser pueblo. Hace unos días nos transmitíamos nuestras tribulaciones y
temores. Nuestros desencantos, no. Porque siempre los considerábamos pasajeros.
Había perdido el vigor de su voz pero no la fuerza de Carmen, de la Ópera de Cornetas y Tambores…”señor que
viene a caballo y no da los buenos días si el caballo cojeara otro gallo
cantaría”. Hasta pronto, nos vemos en la Soledad, me dijo, con Grosso.
La Soledad es la última procesión de la Semana Santa sevillana. A las 24 horas
del sábado, San Lorenzo, saetas, la cruz de guia. La Soledad, última claudicación antes de
irnos a la corrida de Resurrección de la Maestranza recién perfumada y lavada.
Pilar Távora era menos optimista sobre la salud de Salvador.
Fue obrero y cuidador de caballos en la casa
de los Guardiola. Alfonso Guardiola repetía que hubiese sido un Curro Romero de tener un
poco más de corazón. Se refería al valor ante el toro, nada difícil tratándose de Romero. La leyenda dice que de
novillero abrió la Puerta del Príncipe, la Capilla Sixtina del toreo. Se retiró
la tarde en que en Palma De Mallorca un toro mató a su amigo Salvador Guardiola, (creo que se desnucó
al caer del caballo) un toro que como sobresaliente tuvo que matar él. Nada humano le fue ajeno, nada que tuviese
que ver con la justicia, la política, el arte. Hace pocos días lo recordábamos en este periódico, para afirmar la idea de que la derecha, y menos la
ultraderecha de Vox, no puede apropiarse en exclusiva de la legitimidad de la
corrida. La dramaturgia de Távora era inclusiva y universal: Pasionaria, García
Márquez, el flameno el andalucismo combativo y creador. De ello somos testigos no sólo sus amigos de Cerro
del Águila, sino los amantes del teatro universal, del teatro estable la
Cuadra, ya consolidado y referencia indiscutible de Sevilla y del flamenco. Requiescat.
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