Miguel Mihura y el absurdo.Artículo publicado en el Mundo el pasado miércoles, Desavenencias.
De haberse estrenado en 1932 Tres
sombreros de copa, fecha en que fue escrita, nadie dudaría de que el
inventor del Teatro del Absurdo fue Miguel Mihura, un escéptico que se
enamoraba de todas las mujeres guapas. El teatro español estaba en la línea de
Jacinto Benavente y Miguel Mihura andaba por el disparate renovador de las
vanguardias. Pero como Gustavo Pérez Puig no la estrenó hasta 1952, ahí están Ionesco y Becket, con Albert Camus en la vertiente existencialista, ostentando
los derechos de primogenitura. Que Tres sombreros de copa no se
estrenara hasta 1953, no tiene nada de particular ni obedece a causas
especiales. Después del 32 vino la República, la guerra, la posguerra, la
sequía pertinaz que tanto preocupaba a Franco y por eso se dedicó, entre otras
cosas, a construir pantanos. Mihura
decidió ocuparse en otro tipo de teatro más
burgués y menos complicado, no exento de crítica a una burguesía zafia y moralista
como la española, su público más fiel.
Mihura detestaba cualquier signo de
revolución, menos en teatro del que fue revolucionario absoluto. Se adelantó a
todos y se inventó el Teatro del Absurdo, del cual Tres sombreros de copa es
exponente máximo, antes que Becket amotinara
a los presos de San Quintín con Esperando a Godot. Y antes de que
Ionesco estrenara La cantante calva, obra
donde no hay cantante ni hay calva. Mihura descubrió, tras el estreno de Pérez
Puig, que por ese camino no llegaría muy lejos. Tres sombreros de copa, está
ahora en el María Guerrero. En 1941 Mihura fundó La Codorniz, que se
promociona, no sé si gracias a él o a Alvaro de la Iglesia, como “la revista más audaz para el lector más
inteligente. No era un guerrero y,
cuando aún no se sabía si Franco
ganaría o no la guerra, debió de pasar
mucho miedo en San Sebastián.
Era un tímido que creó personajes
de mujeres adorables como Ninette o Maribel, una con un señor de Murcia y otra
con una extraña familia. Sin llegar al amor pasión, sí accedió al amor seducción. Un tímido
cuya máxima aspiración de seductor y máximo halago para su persona, pudiera ser que las
mujeres dijeran de él; “sé que nunca revelarás un secreto, un enigma, que pudiera perjudicar
mi imagen de mujer”.
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