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miércoles, 8 de junio de 2022

Nuevos libros de Teuco Castilla, tigre del Olimpo.

La dictadura   obligó al exilio a lo mejor del pensamiento y el arte argentinos. Y a gente del común sospechosa de subversión. El videlazo cruento. El muralista y pintor Ricardo Carpani fue, quizá, el primero que conocí de esta diáspora, en la galería de arte del novelista y columnista de El Pais, Manuel Vicent. A Ricardo Carpani le acompañaba siempre Doris, esposa y compañera, y ocupaban un apartamento en la calle Villanueva, esquina al paseo de Recoletos casi enfrente del café Gijón. El Café de Gijón, centro de tertulias donde los españoles aspirantes a la fama cultivaban sus fracasos y ambiciones,  era la patria de los exiliados.  La gente de teatro, salvo Eduardo Freire y su mujer y acaso Eduardo Recabarren, paraban cerca de María Boto en la Sala Mirador, de Lavapiés que había llegado a España viuda y  con  Juan Diego Boto. Y allí arribaron  un dia Teuco Castilla, poeta y titiritero, y Ángel Leyva, poeta tucumano que llegaba con el prestigio de haber publicado un libro en la editorial Losada. Teuco era un seductor, Angel era un entusiasta. Teuco reaparece estos días en España y Ángel supongo que sigue en Sevilla, ciudad de la que se enamoró y probablemente de todas sus habitantes.  De El Guaira, también titiritero y hermano de Teuco,  no sé nada desde entonces. De Leopoldo Castilla recibo cuatro libros, de golpe. Alimento espiritual directamente desde el Olimpo; Jerusalén, Tigre de dios. Poeson, Baltasar, Como si hubiera pasado una garza.

Teuco se ganaba la vida como titiritero en el Retiro de Madrid, sábados y domingos por las mañanas y tenía encandilados a los niños, sobre todo a mi sobrino David, más que un hijo, que se sentaba en primera fila y de allí solo se movía para pasar el platillo a los padres de los niños, orgulloso de que Teuco le dedicase algunas historias de sus muñecos. Historias que Teuco  repetía en casa en algunas celebraciones.


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