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viernes, 11 de julio de 2014

SAN FERMIN; LA TRISTEZA DE UNA SALIDA A HOMBROS


No ha pasado  nada; lo digo para tranquilidad de Cide Hamete Benengeli, el autor que le dictó a Cervantes el Quijote. Entre ese moro inventado  y misterioso y un manco de un arcabuzazo en Lepanto, crearon la novela moderna.  Bueno, quiero decirle a Cide Hamete Benengeli que no ha pasado nada: un puntazo corrido que no llega a cornada. Son accidentes que ocurren en los  sanfermines, en los que el revolcón o la cornada acechan a cada momento desde el chupinazo del encierro hasta el encierrillo, que es uno de los momentos más bellos y misteriosos. Y no hablo  solo de las cornadas por asta de toro, sino de las cornadas del ánimo, del corazón,  del zumo de la vid,  que apuntan directamente a la femoral: un aperitivo tras el sorteo, una siesta sonámbula, un silencio de las charangas; y una sonrisa, un pañuelo rojo que no alcanza a vestir la desnudez litúrgica de un cuello de mujer. Sólo cosas de estas, amigo Cide Hamete Benengeli, suceden  en Iruña: un puntazo en un  corazón desprevenido.  

La corrida, más o menos, fue así. Sebastian Castella templó y ligó muy bien a un toro de Jandilla y lo atravesó con la espada. Esos acuchillamientos descorazonan al más pintado y a Castella se lo vió descorazonado a partir de este momento: elegante y torero pero descorazonado. Pamplona es así; a veces regala  y a veces  quita  corazones. A Castella se lo vió bien; está lejos de aquel gran Castella de cuando  conquistó, con pleno merecimiento, el primer Paquiro, pero va camino de ello. Aquella temporada ganó también el Maite, gracias a la elocuencia  de Raul del Pozo, al que le gusta el malditismo, en toros y en literatura;  el francés con cara de niño y una infancia desgraciada y padres desnaturalizados y esquineros, llevaba camino de maldito. Hoy, a dios gracias, no es un maldito; es un triunfador millonario y buen torero.

Aparte ese puntazo reseñado que ni siquiera de mercromina tuvo necesidad, Miguel Perera tuvo el epicentro de su gloria en un gran toro, el segundo,   y en una gran faena. Un Jandilla con picante y con fuerza, de esos no demasiado frecuentes en esta ganadería, ni en las demás,  que acreditan la condición del verdadero toro de lidia; agresivo, bravo, listo y, si  fuese posible aplicar el término a un animal, inteligente. Se le paró una vez a mitad del muletazo  y le tiró un viaje al torero extremeño donde más podía dolerle.

 Por la firmeza, por el trazo largo de los muletazos, por la sinceridad magistral de la faena, yo creo que en Perera hay un antes y un después de este toro. Mató muy bien y  la señora presidenta y sus asesores le birlaron una oreja de las dos que merecía; una oreja de oro precisamente en una feria en la que ha habido muchas orejas de hojalata. Gran toro de Jandilla, de los que a uno le reconcilian con la fiesta. De parecías característica, pero en peor, era el primero de Fandiño que no  supo meterle mano por ninguna parte. Pero el vasco se redimió en el segundo  con la garra que en él es habitual; Fandiño sale al ruedo con el cuchillo entre los dientes

Dicho esto, a mí la salida  a hombros de Miguel Angel Perera me produjo una tristeza imponente. Y no porque no se la mereciera, que ganada la tenía con la oreja que le birlaron, sino por la soledad y  la indiferencia del público. El Chino y dos más, solos y sin entusiasmos: tres "capitalistas" asalariados y de trámite. Antes,  la salida a hombros era consecuencia natural de un entusiasmo colectivo; la gente   se tiraba al ruedo y se llevaba al torero, arrebatado, literalmente, hasta su casa. Yo mismo, una tarde en la Maestrnza llegué a tocar el vestido de Emilio Muñoz y seguí a la multitud por Triana hasta que me acordé de que tenía que escribir la crónica.
Por eso me producen tristeza algunas  salidas a hombros. Claro que ayer, a esas horas, yo no estaba para nada; tenía en el corazón el puntazo de la melancolía. Eso es, Cide Hamete Benengeli, lo que me pasaba. Nada más. Y que, como comprobarás, si lees el Mundo de mañana, tenía que escribir de teatro: del nuevo director del Español, Juan Carlos Pérez de la Fuente.

Y     

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