Páginas

jueves, 10 de julio de 2014

SANFERMIN; JULIGANS, OREJAS Y TINTO DE VERANO


 Una Feria del Toro no es solo un desfile de modelos: gran tipo, contoneo estilizado, arrogante  y buida arboladura, piernas fuertes  movidas a compás. La Feria del Toro debe ser también raza, casta, carácter  agresivo, instinto de defensa y ataque. Qué es trapío, le preguntaban a un famoso crítico no recuerdo quién. Y ese afamado crítico contestó: “trapío en  el toro es como la armonía en  la mujer en todas sus partes”, más o menos. El trapío en la plaza de Pamplona, se da por supuesto. La casta y la bravura son  otra cosa y eso es imprevisible  en el discurrir concreto de una tarde. Los de Garcigrande/Domingo Hernández tuvieron trapío y belleza; les faltó bravura. Toros como el tinto de verano; refrescan pero les falta bouquet. El tercero con más genio que casta. Y los diestros, fiel a sí mismo el Fino en su doble y antitética versión: Finito de Sabadell y Juan Serrano. A  Serrano yo lo seguiría en estos momentos hasta el confín del mundo.  

La actual degeneración de la casta brava no es cosa de una tarde; es consecuencia de un complejo fenómeno de ingeniería gética: la búsqueda de un toro sin carácter y sin  bravura; un toro que “se deje”, que “colabore”, que “no moleste”. Que les permita a los ases de la torería “estar a gusto”.  Luego, a veces, se produce un salto atrás, como el primero de Alejandro Talavante, con un punto de genio,  y le  echa mano;  por  destaparse, por tener la muleta fuera de sitio. Con todo, Talavante, desarrollada ya su verdadera personalidad, es un torero en la cumbre de un ascenso continuado. Tal como está el panorama, y con el magisterio de Curro Vázquez al lado, puede hacerse el amo. Perfecto de ejecución y de efectos el estoconazo al tercero

 Por culpa de esa degeneración de la casta brava, los toreros  pierden oficio y costumbre, se amaneran y cuando el toro descarrila, es decir cuando deja de ser un toro de carril, pues el tren se los  lleva por delante. De carril fue el quinto y Julián López  no necesitó del bagaje técnico y los recursos de lidiador que exhibió  en el segundo. No tiene el Juli el don del arte, pero se las sabe todas y se ha convertido en un sabio del toreo. Y tiene arrestos y vergüenza torera. Eso también es un arte. Y por eso Julián López   es torero de Pamplona. Aquí como en ninguna parte, se manifiesta la pasión de los juligans, la fe de la julimanía. Nada que ver con hooligans.

El Fino; mal en el primero; en plan Finito de Sabadell. Se ganó la bronca. En el cuarto se pareció más a Juan Serrano, su verdadero nombre y su verdadera torería. Estupendos muletazos por alto y un bellísimo remate por bajo. Los naturales elegantísimos y “asegún”. Milagro es citar con el extremo del estaquillador en el natural y conseguir que los naturales parezcan profundos. O sea, ser un privilegiado. La merendola no permitió a los tendidos disfrutar esa elegancia tan torera.  No se puede percibir un toreo angélico como el de Juan Serrano con la boca llena de magras, ajoarriero o bocatas de tortilla y metiéndole mano a la bota, que lo único que hacen es manchar el blanquísimo y rojo uniforme sanferminero. Hace muchos años titulé una crónica dictada desde las peñas en plena solanera: “Berrendo en sangría”. ¡Qué tarde la de aquel dia!. 
En cuanto a las orejas, de no ser por la espada, el diluvio. A mí me parecen bien porque con las salidas a hombros se benefician  mis amigos El Chino y El Rubio y van tirando para un pasar de pensiones y bocadillos. Sobre su pestorejo han descansado los testicularios más ilustres de la torería. Son herméticos y no sueltan prenda: secreto profesional. Un dia se les escapó que El Juli es de los más generosos. O sea que ayer se forraron el Rubio y el Chino.

No hay comentarios:

Publicar un comentario