He recibido carta de la Alfarera Prodigiosa que al principio tomé por apócrifa y quizá lo sea. Le gustaban estos juegos a mi amiga la Alfarera, y le gustaba tildarme de visionario. Vaticiné alguno de sus éxitos como ceramista trotamundos por esos mundos del diablo por los que la Alfarera se pierde de vez en cuando. Tiene la Alfarera un raro carisma para aparecer en el momento en que los amigos necesitan el bálsamo de su sonrisa triste.
Hace un año me mandaba una carta escrita a mano en la que me decía, como conclusión: "si ves algún borrón en esta carta, alguna palabra ilegible y difusa no pienses que es la tinta que escapa de mi pluma, sino una lágrima que se ha fugado de mis ojos donde tanto tiempo la he tenido cautiva".
Esa poetización de los borrones la aprendí de ti, pero no pienses que me crei los 27 que venían en una de tus cartas. Demasiadas lágrimas para una un Alfarera que, prodigiosa o no, modelaba sus alfarerías a imagen y semejanza suya.
Te gustaba mi culo que era y sigue siendo perfecto. me calificas de diosa con cuerpo de Venus y espuma de Boticelli.. Sigue atormentándome la belleza que, en cierta medida, siempre consideré maldita. Hay bellezas malditas, bellezas infinitas obligadas a pedir perdón por ello, me dijiste un dia. Que se jodan, no tengo que pedir perdón por nada. Mi culo es mio y hasta una colección de copas de cerámica que estoy diseñando para un magnate griego tienen el modelo de mi culo. Te regalaré dos (que pagará el griego a precio de oro), para que te hagas ilusiones.
Me informo del teatro de Madrid a través de tus crónicas de el Mundo y sé por ellas que han abierto un teatro de vanguardia que se llama Kamikaze. Y te gustó mucho una actriz que se llama Ana Wagener y no conozco de nada y una obra titulada Iphigenia en Vallecas. Conozco, como sabes muy bien, el mito de Efigenia, pero no acabo de encajar en Vallecas una virgen sacrificada por el cabrón de su padre. Si la interpretación de María Hervás es tan buena como escribías, te exijo que me consigas una representación para mí y los amigos que elijamos. Entre ellos el griego y su corte.
Quizá exponga en Madrid la próxima temporada. Me escribirías el texto del catálogo?. No tengo prisa, sigo trabajando dibujos, cerámicas, esculturas....y algunos autorretratos desnudos. Te pagaré con un desnudo tamaño natural de la Alfarera Prodigiosa. Es mi firma y mi marca. Y te la debó a ti. Mi nombre verdadero, ni en el pasaporte.
En realidad conozco las andanzas de la Alfarera más por los periódicos que por ella. Una exposición en New York, otra en Londres a las que la prensa española apenas dedicó un suelto de 15 líneas, docenas de frágiles figurillas Lo vendió todo, una frágiles figurillas de barro misteriosamente traslúcido que bien podían pasar por por figuras de Modigliani
EL Cartero de Francisco Vighy
Mi padre era cartero peatón de
Carrión de los Condes a Torre de los Molinos. Y yo en verano, siendo un chaval,
heredaba la valija e iba hasta una finca llamada Macintos, una gran dehesa de
cultivos. No era el cartero de Neruda, pero era el cartero de Francisco Vighi, excelente
poeta vanguardista y a la vez hondo sonetistas amigo de Ramón y, miembro de la
tertulia del Pombo. Vighi estaba casado con Julia Arroyo, familia
ilustre de Palencia, de los Arroyos de toda la vida, dueña de una parte
importante de Macintos. A ella se debe que conozcamos los versos de Vighi que
fue recogiendo de aquí y allá hasta formar un volumen que tituló Versos Viejos.
Cartas clandestinas
Yo repartía cartas, pero lo
que verdaderamente me ha gustado siempre
es escribir cartas de amor; propias o por encargo. Hace unas semanas, apareció
por mi casa una vieja amiga, Marili, que
me hacía de celestina con mi novia de entonces, hace 40 años, y mi mujer de hoy. Vivíamos un amor tórrido y
clandestino y en verano la única forma de trasmitirselo
era enviarle cartas a su amiga con la que veraneaba en un pueblo de Castilla.
Después de estas cartas, las que
más me gustaba escribir era la de los soldados en la mili. Si sabían escribir
les dictaba el texto. Y si no, se las escribía
yo, cambiando la letra, pues algunos eran del mismo pueblo y no era cosa de que
descubrieran la misma mano en todas ellas pues en la mili tratábamos de enseñar a escribir y leer a quien había
llegado analfabeto del pueblo. “ Ponle cosas bonitas que
parezcan mias”, me decían.
El privilegio de una amiga inventada.
Con las cartas que más he disfrutado son con
las que me pedía una amiga cuando la abandonaba algún amante. Estaba
familiarizada con la jerga de la farándula porque había tenido un novio actor y
yo le preguntaba, ¿cartas de verdad o de
atrezzo?. Las de atrezzo me salían bordadas. Pero a ella le gustaban más las
“verdaderas”. Da igual; en el fondo
quizá algunas alcanzaran el nivel de Cartas
a una amiga inventada, de Saint
Exupery. O, al menos, eso creía
ella. Me encanta el
lenguaje epistolar, a mano, a pluma y tinta, nunca a bolígrafo. Siempre que
alguien me lo pida.
Una delicia leerte, viejo y sentimenatal amigo, compartiendo similares afanes y experiencias epistolares. Un abrazo.
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