El arte de ser actor.
Ecos de Durrell, Cuarteto de Alejandría. María,
Fernanda, Jesús, Isra. Ecos digo, no identidad; porque estos cuatro
personajes no son la pintora Clea,
mi favorita, ni Justine, la
fascinante libertina que acaba en un kibuzt israelí, perdida su belleza; ni Baltazhar, ni Mountolive. Vuelvo
a Durrell. Solo por esto, eterna gratitud a Pascal Rambert, cuya exégesis y
laudatio hizo Jordí Buxó. Acabó
nombrándolo “artista residente”, protector de Kamikaze, alma y cuerpo de
Kamikaze; una especie de unión hipostática. Al parecer, a partir de ahora Rambert
sólo escribirá para Israel Elejalde.
Israel ha demostrado poseer muchos registros y es difícilmente encasillable.
Como Fernanda Orazi la deliciosa
argentina, a la que siempre asociamos, por lo menos yo, con Pablo Messiez, una divinidad del teatro, superadas las iniciales e
inevitables comparaciones con Veronese y
Tolcachir. Como considero a los
argentinos excelsos comediantes, incluso a poetas como Teuco Castillo y titiriteros como su hermano el Guaira, no tengo inconveniente en
declarar la excelencia de Fernanda Orazi; Fernanda es la argentinidad. Como Israel, aunque no sea argentino, es la
excelencia. Y a partir de Ensayo, la excelencia son tambié María Morales y Jesús
Noguero.
Teuco
es un gran poeta, lo cual no va a evitar que cite una de las frases que más me
impresionó de Ensayo: “Los malos
poetas suelen ser buenos verdugos”. Verdugos de la palabra, me imagino que
quiere decir Rambert. Porque la palabra, en grado sumo, es el arma de un
excelente escritor que desconoce los mecanismos elementales del teatro. Y el
teatro es más que palabra; es también, y acaso sobre todo, intérpretes. Como
los citados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario