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viernes, 22 de septiembre de 2017

ANA FERNANDEZ Y ARTURO FERNANDEZ


La fascinación de Lady  Chaterley

 

El otro dia Ana Fernández en la sala Margarita Xirgu, después de saludar por el clamor que había suscitado El lunar de lady Chaterley, me dio un beso. Lady Chaterley merece una profunda reflexión en especial por la colosal interpreación. Ese gesto afectuoso me permite recordar el guiño pícaro de María Hervás en Los Gondra o el beso de mariposa que bajando escalerilla del proscenio  de María Guerrero, me mandó Aitana Sánchez-Gijón  tras La rosa tatuada.

  A la espera de que vuelvan al Ambigú las Crónicas  de Padilla,  que me quedé sin ver; a la espera de que repongan Virginia Woolf, de Clara Sanchís  o de ver otra vez Ensayo, que no me cansaría de ver sobre todo por la brutalidad actoral, cambié de aires. Tampoco me importaría volver ver a Irene Escolar y su Lorca.He convenido con Dani Galindo volver a ver juntos Ensayo  y abrir un debate en la red. En próximo post recuperaré los Retratos al pastel,   de actrices/actores de mi devoción, incluso uno propio que será, naturalmente, un Retrato al vitriolo. Con estas cosas en la cabeza me fui a ver una alta comedia y a Arturo Fernández para oxigenarme con algo frívolo o no tan frívolo. Considero Alta seducción no solo una comedia alta, sino  una comedia política.
 Un galán de 88 años.

Carmen del Valle, enfrentada a la indudable capacidad de seducción, de Arturo Fernandez, un galán de 88 años,  era un enigma tras el buen  recuerdo hace poco de su buen papel en La cocina. Enigma resuelto. En Alta seducción exhibe la capacidad de atracción de una puta de lujo.  Se trata de una comedia de enredo, con muchas peripecias imprevistas y  coincidencias estupendas. Y desenlace rosa. Un encuentro nocturno una prostituta a la que le ha fallado el cliente Es una comedia política en la medida que los 7 clientes de Gertrudis, uno por dia de la semana, son diputados del Congreso de distinta ideología.

El  descaro  de Trudi, está bien controlado por Carmen del Valle con algún gesto provocador estudiado y comprensible.  Pero al público le  impacta menos que de entretenida  de lujo en el bar.   Es una comedia artificiosa cuyos hilos enrevesados Manuela Reina tiene muy bien atados.  Y también política pues  desliza algunas cargas de profundidad, que acaso no gusten a la “derechona” de Umbral, gran amigo de Arturo, que poblaba el estreno.

 A Arturo Fernández su público lo ha encasillado como seductor y espera sus gestos, sus tics, sus ademanes cuidados que, de tan artificiosos, parecen naturales. .  Arturo Fernández es cautivo de su público. Un dia le propuse un monólogo poliédrico (Machbeth, El alcalde de Zalamea, Hamlet, El concierto de San Ovidio, Escuadra hacia la muerte, Comedias Bárbaras.) y no logré convencerle. 

 

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