La fascinación de Lady Chaterley
El otro dia Ana Fernández en la sala Margarita Xirgu, después de saludar
por el clamor que había suscitado El
lunar de lady Chaterley, me dio un beso. Lady Chaterley merece una profunda reflexión en especial por la colosal interpreación. Ese gesto afectuoso me permite
recordar el guiño pícaro de María Hervás
en Los Gondra o el beso de
mariposa que bajando escalerilla del proscenio
de María Guerrero, me mandó Aitana
Sánchez-Gijón tras La rosa tatuada.
A la
espera de que vuelvan al Ambigú las Crónicas de Padilla,
que me quedé sin ver; a la espera de que
repongan Virginia Woolf, de Clara Sanchís o de ver otra vez Ensayo, que no me cansaría de ver sobre todo por la brutalidad
actoral, cambié de aires. Tampoco me importaría volver ver a Irene Escolar y su Lorca.He convenido con Dani
Galindo volver a ver juntos Ensayo y abrir un debate en la red. En próximo post
recuperaré los Retratos al pastel, de
actrices/actores de mi devoción, incluso uno propio que será, naturalmente, un
Retrato al vitriolo. Con estas cosas en la cabeza me fui a ver una alta comedia
y a Arturo Fernández para oxigenarme
con algo frívolo o no tan frívolo. Considero Alta seducción no solo una comedia alta, sino una comedia política.
Carmen del
Valle, enfrentada a la indudable capacidad de seducción, de Arturo Fernandez,
un galán de 88 años, era un enigma tras
el buen recuerdo hace poco de su buen
papel en La cocina. Enigma resuelto. En Alta
seducción exhibe la capacidad de atracción de una puta de lujo. Se trata de una comedia de enredo, con muchas
peripecias imprevistas y coincidencias
estupendas. Y desenlace rosa. Un encuentro nocturno una prostituta a la que le ha fallado el cliente Es una comedia política en
la medida que los 7 clientes de Gertrudis, uno por dia de la semana, son
diputados del Congreso de distinta ideología.
El descaro de Trudi, está bien controlado por Carmen del
Valle con algún gesto provocador estudiado y comprensible. Pero al público le impacta menos que de entretenida de lujo en el bar. Es una comedia artificiosa cuyos hilos enrevesados
Manuela Reina tiene muy bien atados. Y
también política pues desliza algunas cargas
de profundidad, que acaso no gusten a la “derechona” de Umbral, gran amigo de Arturo, que poblaba el estreno.
A Arturo Fernández su público lo ha
encasillado como seductor y espera sus gestos, sus tics, sus ademanes cuidados
que, de tan artificiosos, parecen naturales. . Arturo Fernández es cautivo de su público. Un
dia le propuse un monólogo poliédrico (Machbeth,
El alcalde de Zalamea, Hamlet, El concierto de San Ovidio, Escuadra hacia la
muerte, Comedias Bárbaras.) y no logré convencerle.
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