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martes, 26 de septiembre de 2017

EL LUNAR Y EL BESO DE CHATERLEY


 Toda un actriz
Un lunar en  un lugar recóndito o, por lo menos velado, de su cuerpo. Ana Fernandez, al salir de la Margarita Xirgu me dio un beso, pero no me enseñó el lunar. Tampoco se lo enseñó nunca a su marido. Ese lugar sagrado lo conocía mejor el guardabosque que cuidaba la fauna y flora de las tierras y los bosques: yo creo que el beso fue desagravio porque me creyó en una silla de ruedas y su feroz diatriba va contra un hombre atornillado a su silla, su marido, tan inútil de cintura para abajo como de cintura para arriba. Bienvenido el beso, como el guiño de María Hervás en Los Gondra que suscitó la sana envidia de mis colegas de la crítica y del publico en general.  "En mis guiños mando yo",  certificó la Hervás. Gracias a la diosa Talía hace siglos que dejé la silla de ruedas izada durante un breve periodo a hombros por los conserjes de todos los teatro de Madrid.
 “El sexo es un estado de gracia” dice Constance;  o un sueño confirmó yo. El diálogo profundo de dos cuerpos desnudos.  El lunar de lady Chaterley es una recreación libérrima y muy eficaz, por parte de Roberto Santiago, de la obra que estuvo 30 años prohibida en Inglaterra, El amante de lady Chaterley,  de D.H. Lawrence. Resplandece  la libertad de una mujer y espejo de mujeres venideras.

 Las exigencias  de lord Cliffort es cosa de  poder conyugal más que una cuestión de cuernos. Que sea un empleado, un siervo no  agrava demasiado la cuestión.  Con tal de retenerla es capaz de pasar por todo. Son  100 libras, calderilla, que su esposa ha había donado a un hospital mientras no las necesitara   para sí misma. Lady Chaterley  asume su propia defensa  oportunidad de oro para que Ana Fernández despliegue  una amplia gama de virtudes actorales y escupa  su veneno reivindicativo.  Gran actriz en un personaje demoledor.

 El alegato de Lady es devastador, defensa de la libertad y una diatriba contra lord Clifford, un militar  herido en combate y atornillado a una silla de ruedas y tan  lisiado  de cintura para arriba como de cintura para abajo. Es un feroz juego de lenguaje, de adjetivos calificativos. Hasta 50 adjetivos logra escupir  Constance y cada uno con el sarcasmo y la ironía precisos. Odio en estado puro y con razones inapelables. Y una interpretación de las que marcan en una temporada.

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