La CUP, Candidatura de Unidad Popular, ha tumbado a Artur
Más. Y el Tribunal Constitucional ha sancionado algo que no le
incumbe. Buenos augurios; me voy al Gijón a comprar Lotería. No creo en la
suerte, pero en Navidades compro en el Café Gijón; aunque ya no esté Alfonso, el cerillero anarquista
palentino, “a las barricadas, a los parapetos…”. Salud hermano. Luego, a
comer en chez Lorenzo con Arturo
Fernández. Dias crispados en una España no invertebrada, sino desvertebrada: la eterna cuestión catalana. Ya no se trata
de defender los derechos a una cultura que Franco combatió, y en defensa de los
cuales los pocos antifranquista que había entonces se entregaron con generosidad; ser
catalanista, entonces, era ser antifranquista.
Ahora la cuestión es otra: separatismo. Separarse ¿para qué?. Europa no
permitirá la secesión; lo de menos es
España; lo demás es Europa. ¿Para qué inquietarse?.
Patriotismo de canallas, ladrones y
sinvergüenzas. La senyera rebozada en mierda y arrastrada por las cloacas de la
corrupción: Mas, Pujol, los presidentes
de la Metrópoli, sin excepción, después de Suárez,
el Rey hoy Emérito; todos cómplices, tranquilo Jordi. El taxista que me lleva, de León, lo tiene claro: que se vayan. Y ya embalado,
dice que lo único que hay que salvaguardar es la integridad de los catalanes
que quieren seguir siendo españoles.
Yo creo que si no estuviéramos en el carnaval electoral habría menos ruido. Me preocupa la derecha montaraz y corrupta; pero me preocupa más la izquierda descerebrada que ha asaltado la vida política. Pese a todo, parte de esa izquierda o lo que sea, ha tumbado a Artur Mas. Conclusión personal: Más y todo el clan mafioso de los Pujol, a la cárcel que es donde debieran estar. Y ni un puto duro para la corrupción del separatismo catalán.
Yo creo que si no estuviéramos en el carnaval electoral habría menos ruido. Me preocupa la derecha montaraz y corrupta; pero me preocupa más la izquierda descerebrada que ha asaltado la vida política. Pese a todo, parte de esa izquierda o lo que sea, ha tumbado a Artur Mas. Conclusión personal: Más y todo el clan mafioso de los Pujol, a la cárcel que es donde debieran estar. Y ni un puto duro para la corrupción del separatismo catalán.
Almuerzo con Arturo Fernández
Arturo Fernández, el bueno, el actor, no el empresario trincón. En Lorenzo-Támara, resonancias palentinas de Tierra de Capon, le noto melancólico e inquieto, elegante, un galán de 87 años que conserva intactos todos sus resortes de seducción. Como cura preconciliar en Enfrentados, o sea anterior a la desacralización impuesta por el Papa Francisco, mantiene el éxito de su última obra en El Amaya. Luego, a primeros de año volverá a las giras. Cincuenta y cuatro años lleva tirando del carro de una compañía propia, que nunca disolvió ni siquiera en los peores momentos. Yo creo que es un triunfador: medio siglo llenando las salas de teatro. Pero él no se lo cree y se pregunta, filosóficamente, que es el éxito y cuál la soledad del éxito. Comercialidad, esa flecha envenenada que suelen arrojar los fracasados contra los triunfadores. Yo no creo en la comercialidad, creo en el teatro bien hecho o mal hecho: alta comedia, drama, tragedia experimentación vanguardista; da igual. Depende del público al que queramos llegar.
Arturo Fernández, el bueno, el actor, no el empresario trincón. En Lorenzo-Támara, resonancias palentinas de Tierra de Capon, le noto melancólico e inquieto, elegante, un galán de 87 años que conserva intactos todos sus resortes de seducción. Como cura preconciliar en Enfrentados, o sea anterior a la desacralización impuesta por el Papa Francisco, mantiene el éxito de su última obra en El Amaya. Luego, a primeros de año volverá a las giras. Cincuenta y cuatro años lleva tirando del carro de una compañía propia, que nunca disolvió ni siquiera en los peores momentos. Yo creo que es un triunfador: medio siglo llenando las salas de teatro. Pero él no se lo cree y se pregunta, filosóficamente, que es el éxito y cuál la soledad del éxito. Comercialidad, esa flecha envenenada que suelen arrojar los fracasados contra los triunfadores. Yo no creo en la comercialidad, creo en el teatro bien hecho o mal hecho: alta comedia, drama, tragedia experimentación vanguardista; da igual. Depende del público al que queramos llegar.
A sus 87 años Arturo Fernández es un
galán, todavía con el don de la seducción, que se sube cada tarde al escenario
para encarnar a un cura de los de antes; llora cuando habla de su madre y se
hizo de derechas porque el último hombre de izquierdas que conoció fue su
padre, un sindicalista asturiano desterrado. Arturo es un galán melancólico que
ve cómo se hunde su mundo; ha hecho
durante 50 años la comedia sofisticada y popular y acaso le hubiera gustado
hacer El alcalde de Zalamea o El Rey Lear; pero no hay que engañarse:
la vida es elección. Yo soy un marxista melancólico y derrotado por una
izquierda descerebrada.
Aeropuerto del Prat; destino Bangkok.
Me imagino la ciudad cosmopolita que
yo viví hace años de charnego. El aeropuerto de Barcelona despoblado y sin
aviones como el aeropuerto de esa inquietante, terrorífica obra que vi el otro
dia en la sala Princesa del Cdn: Bangkok; metáfora que no atribuyo al
autor, que es solamente mia. Dos
actores en estado de gracia; Fernando Sansegundo,
el viajero, y Dafnis Balduz, el
vigilante. Ese gesto amargo, duro, tierno, de Sansegundo. Balduz es más dinámico y
desafiante, pura acción-reacción. De golpe, mientras se enreda una trama
siniestra, que engancha y no te suelta, una historia de sicarios fantasmas y terrorismo difuso, me
imagino el aeropuerto del Prat sin viajeros, sin aviones con halcones que devoran a los pájaros que
podrían entorpecer vuelos inexistentes porque no hay aviones. El Prat desierto
en este texto de Antonio Morcillo López, contradicción pura como base de un absurdo
existencial, hay un destino abierto: Bangkok. Quizá sea peor, nunca se sabe. Tenso,
hiriente diálogo, texto al límite e hirviente. Este es un país de milagrerías y
bulderos.
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