Las razones de un jurado
Establecí hace pocos días que este blog saldría todos los
lunes salvo algún acontecimiento especial que requiriese su presencia. Y suceso
especial ha sido el fallo del Premio Miguel Mihura a la mejor actriz del año, Beatriz
Argüello. Impecable el jurado, que yo mismo había designado, con las
naturales discrepancias en estos casos. La
formación del jurado obedeció a razones
de sentido común. Cuando decidí abrir el premio no sólo al soporte del Mundo, sino a los cuatro periódicos
generalistas de Madrid, era evidente que los cuatro críticos debían formar
parte del mismo. Carmen Portaceli por el apoyo prestado al premio por el teatro
Español es indiscutible y, como a Borja Ortiz de Gondra, su condición de teatreros no los invalida su neutralidad para
emitir un veredicto. Luis María Anson y Antonio Garrigues Walker no necesitan
justificación, son dos nombres de autoridad. Respecto a mí siempre soy un poco
el aprendiz de brujo al que las fuerzas mágicas que ha desencadenado acaban por
desbordarlo. Menos mal que en esta ocasión tenía a mí lado a María Díaz que
capeó con inteligencia y eficacia todos los temporales. Quise incorporar a José Manuel, factótum del Gijón, que con
buen sentido, me dijo que él entiende de condumios pero no de teatro. Con estas
convicciones me dispuse a proclamar ganadora a una grandísima actriz Beatriz
Argüello que recibió el entusiasmo general de sus compañeras y el trofeo de Pedro Casablanc, diseñador del mismo.
La inteligencia y las bellas artes de un gran actor, al servicio del restaurado
premio Miguel Mihura. Gracias Pedro, en nombre de todos. Menos en nombre de la
Sgae, naturalmente, que lo otorgaba hace años y nada tiene que ver con esta restauración. Las aguas
bajan turbias en tan ilustre organismo y bastante tiene con lavar sus trapos
sucios y resolver sus problemas internos. En ello están, al parecer.
Paradoja de las comediantas
Decía Lawrence Durrell, mejor dicho su personaje Clea, que con las
mujeres solo se pueden hacer tres cosas: amarlas, sufrir por ellas o
convertirlas en literatura. En el transcurso de las deliberaciones del jurado,
yo asumí esa Santísima Trinidad del Cuarteto
de Alejandría. De las 20 candidatas teníamos que sacrificar a 19 y ese fue
un sacrificio incruento pero doloroso. Luego vienen los problemas de
identificación y de transustanciación. Las cómicas tienen su vida del escenario
y su vida normal, o sea una doble naturaleza. Aparte problemas de despiste
personal que conforman mi naturaleza, cómo identificar a Manuela
Paso, el blasfematorio personaje de las Tríbadas con la serena belleza de
la noche del Mihura? A María Hervás en un proceso de espiritualización
creciente, con Ainara, la etarra de los Gondra? A Sara Moraleda que se
presentó revestida de su segundo yo, la
inmortal Frida Kahlo?
Me asombré de encontrármelas a todas
irreconocibles, descendidas del lugar sagrado de las tablas. ¿Tú eres Manuela
Paso? Sí por qué? Nunca te hubiera reconocido tras ver buena parte de lo que has hecho. Y Manuela: “es el mejor
elogio que se puede hacer de una actriz. Gracias”. Y sonrió. Mi mayor sorpresa Victoria Salvador hoy en Los Gondra y
hace meses en Reina Sofía, como
preguntándose y qué pinto yo aquí; sin conocer a nadie sólo a la
compañera de reparto, María Hervás , más brisa según pasaba la noche, más libélula vaga de una
vaga ilusión. María Adánez, Marta Poveda,
Irene Escolar, Lucía Quintana, Clara Sanchís, estaban más en su salsa, con
más tablas diría yo.
Gracias a todas ellas por su arte, por sus sonrisas. Esto no
tiene demasiado mérito por mi parte. Sabido es que vendo mi alma al diablo por
la sonrisa de una mujer, si el diablo aceptara tan desigual trueque. Mi
propuesta de que se otorgue un premio Miguel Mihura todos los meses en el Café
Gijón, mi verdadera y única patria, fue unánimemente rechazada.
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