Recuerdo de Angel Sánchez Gijón
Seguramente, al oir el apellido
Sánchez-Gijón, todos pensarán en Aitana. Aquí me interesa mas el recuerdo de su
padre Ángel, por cuya traducción conocimos
Las cenizas de
Gramsci y reafirmamos la fe en
Pier Paolo Passolini, cuyo brutal
asesinato político permanece impune.
“Ajustes de cuentas entre maricones”, dijo la prensa infame. Passolini y
Sánchez Gijón con el trasfondo de Gramsci aparecen juntos en mi altar. Aitana,
en la cumbre. Recuerdo cómo la conocí.
Dspués de algún tiempo
sin vernos me encontré con Ángel Sánchez-Gijón en el Festival de Almagro, en un
clásico dirigido por Adolfo Marsillach. Tengo la buena o la mala costumbre de
no leer los programas de mano hasta finalizar la función. Las notas sobre la
misma, con frecuencia ilegibles, las tomo en un folio aparte o en una libreta. “¿Qué
te ha parecido?” me preguntó Ángel. Y le
contesté candorosamente, “me ha interesado la dama
joven que…no sé cómo se llama, ahora te lo busco”. “No es necesario me
contestó, se llama Aitana y es mi hija”. El honor del padre y la neutralidad del
crítico estaban salvados. No volvimos a hablar de la hija hasta que le pedí su
teléfono, seguramente para algún contubernio del rojerío emergente, y fue
también muy explícito: “es romana, ahijada de Alberti, actriz y no tiene nada
que demostrar. Nadie como ella, acaso sólo Nuria Espert, dice los versos de
Rafael”. Por supuesto, dado que no tenía nada que demostrar, no la llamé. Lo
demostró todo al ganar el Valle Inclán, sobre el que dijo admonitoria; “nunca
más me volveréis a usar de florero”. Para Aitana niña, escribió Rafael Alberti
este poemilla político y beligerante; “la niña nueva/Aitana estrella naciente
hispano italiana./ Nuestro límite hoy,/ será luz mañana/ Duerme Aitana hoy/
despierta mañana”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario