Natalia Millán y yo
La admiro profundamente como
actriz y como persona, es un caso raro mi amistad y controversias con Natalia. Ella
detesta las corridas de toros y yo he escrito casi
cuatro mil crónicas lo que quiere decir
que he visto sacrificar, sin que se me saltasen las lágrimas casi 20.000 toros. Nos hemos emplazado a
discutir de “ toros , sí, toros no” en el Café Gijón infinidad de veces, pero el
mano a mano, por utilizar la jerga taurina,
nunca se ha llevado a cabo, ni siquiera con la mediación de María Toledo.
Yo gozo citando a Blanco White
que decía que los males de España no son los toros, sino religión y mal gobierno cosa qu irrita a Natalia y me llama tramposo,
como a los toreros por cuyo riesgo sin embargo teme. Yo no temo por los
toreros; cada tarde las figuras ganan un pastón con el que se podrían montar vatios Billy
Elliot, y se supone que saben la técnica de su oficio, la cual elimina riesgos. Yo en ciche, a 50 por hora, corro más peligro qu Alonso a 300. Y en
plano más sentimental a mí me da pena el
toro más que los toreros. Una vez vi llorar a uno como si me acusara de algo. En resumidas cuentas, que es a lo quiero llegar; si Natalia, antitaurina
radical, y yo aficionado - en tiempos
radical y ahora alejado de las corridas-
podemos entendermos, quiere
decir que la cuestión cainita de las dos Españas, blancos y negros, rojos y azules, no es insoluble. ¡Va por
usted, señorita Wilkinson
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