Los nuevos autores .
En el debate sobre O novíssimo teatro español, en el
Festival de Almada José Gabriel López
Antuñano fijó los puntos de partida: un recorrido por las distintas
generaciones desde los 50 del siglo XX hasta la laberíntica y vertiginosa fiebre creadora de estos momentos; las
propuestas de ruptura y vanguardia.
Por la tarde vimos Los nadadores nocturnos, Miranda
Gas Peña en la misma línea
ascendente que en el Max Aub de
Cracio Tengo tantas personalidades que….. Atención
a esta joven actriz de estirpe. José
Manuel Mora es, fundamentalmente, un poeta existencialista con una poética dramática aún sin definir. El
propio Mora había explicado por la mañana que su obra es más cosa de Carlota
Ferrer lo cual ésta negó con humor e ironía. Más que al escepticismo, la pieza de Mora, conceptualmente, está
más próxima a un absurdo inconexo de la desesperanza. Prematura esta convicción
en los jóvenes; es como llegar a la decadencia sin haber pasado por el
esplendor.
Veo mucho teatro alternativo, todo lo que puedo: cosas
buenas, regulares y algunas
decididamente cuestionables. Muchas veces coincido con Luis María Anson; por el atuendo, a él lo confunden con un dependiente
del Corte Inglés y a mí, por mi barba y
mi bastón, con un venerable maestro sin nada nuevo que enseñar.
Lo alternativo no es
solo un circuito en oposición al teatro convencional; es una estructura
aleatoria de talleres, laboratorios, investigación de nuevas formas. Pero queda poco por inventar; antes que Angélica Lidell estaba Antonín Artaud y su teatro de la
crueldad; y antes que la danza como elemento teatral generalizado, la genial Pina Baus.
En el debate sobre O novissimo teatro spanhol moderado por
Antuñano estaban presentes bastantes de las
nuevas tendencias novísimas; Carlota Ferrer, David Ojeda, Diego Palacio
Enríquez, Iván Morales, José Manuel Mora. En la mesa también estaba, quizá
como puente intergeneracional, José
Ramón Fernández, ya un clásico como Juan
Mayorga, por ejemplo. Y José Ramón Fernández, que no tiene nada que ver con los novísimos.
El título, Los
novísimos, me recordó la famosa antología de poetas de Castellet, del mismo título, en los años sesenta, que pretendió
establecer los nuevos cánones de la poesía española, reacción lógica contra la
poesía social cargada de futuro que decía Gabriel
Celaya. Todos, y los poetas más, hemos matado a los dioses inmortales y hemos
querido pegarle fuego al Olimpo. De esa antología con una estética culturalista
de cine y otras artes y viajes, quedó por encima de todos un loco, estricto sensu de manicomio, Leopoldo María Panero. Y Pere
Gimferrer, Premio Nobel si la Academia sueca, en vez de en sus
excentricidades, se fijara en su poesía .Recuerdo Oda a Venecia, frente al mar de los teatros y por eso llamaron venecianos a él y sus
seguidores. Muchos de aquellos novísimos yacen
sepultados en el club de los
poetas muertos.
También saqué a
colación el desarme ideológico que, tras la democracia, desmovilizó a la
sociedad española y a los viejos rockeros del teatro independiente. Conclusión:
la vanguardia española, en líneas generales, practica un formalismo y sin compromiso con la realidad
social. Señalé que, para vanguardista Maiakoswki, y para revolución también.
Tuvo que suicidarse, cosa que no les deseo a ninguno de los/as vanguardistas
españoles.
Hubo un momento caliente y un poco crispado, cuando Iván
Morales declaró su vocación de dedicarse sacrificialmente al teatro, pero
con intenciones de vivir de él exclusivamente; acusó de dominguero a José Manuel Mora por tener un empleo fijo.
Sonó a ajuste de cuentas, ignoro por qué
causa o querella. Una dedicación full
time no garantiza la excelencia. Un empleo, sin embargo, puede garantizar la independencia. Eso
defendieron al menos Mora y José Ramón Fernández, que no es precisamente un
novísimo aunque lo fue.
La modernidad desconoce la historia del teatro que legítimamente
quiere revolucionar y es de una
preocupante indigencia teórica. Desconoce que el gran desafío, sin abdicar de
la forma y la investigación, es la crítica política, el teatro como contrapoder
con formas revolucionarias. Por ejemplo Alfonso Sastre, y su teatro imposible, bestia negra de la
censura zafia del franquismo e ignorado
después por la democracia putrefacta. Sastre al que Juan Carlos Pérez de la Fuente pretende recuperar para el Teatro
Español de Madrid, si la nueva concejala de cultura y Manuela Carmena lo permiten.
El proyecto es ambicioso y Pérez de la Fuente
conoce la obra del exiliado de Hondarribia para el que dirigió con
éxito, desde la iniciativa privada, Dónde
estás Ulalume dónde estás. Celia Mayer ha declarado: “hay que
democratizar el teatro”; buena ocasión para democratizar a Sastre.
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