Muchos esperábamos la aparición en carne mortal de Celia Mayer en la sala Margarita Xirgu,
aunque solo fuera como gesto de cortesía para Helena Aub, una bellísima mujer octogenaria, hija de Max. Pero
Celia Mayer, concejala de Cultura del Ayto de Madrid no apareció. Era la
oportunidad para remediar su contumaz ausencia de los teatros, su desdén
por el teatro. Y si una persona desdeña el teatro, qué alternativa puede dar a la cabeza de
Pérez de la Fuente, que con tanta saña persigue, por encima incluso de una difusa e inconclusa Manuela Carmena. Si Celia
Mayer nos presenta una alternativa razonable de mayor libertad escénica, juro
que seré el primero en celebrarlo. Y me comprometo a que el propio Max, via
Ignacio García, le envie un telegrama de adhesión. Mientras la sala en pleno aplaudía
a Helena Aub, hija de Max Aub el
español indomable y siempre transterrado,
a Pérez de la Fuente se le ocurrió decir que habían tenido que pasar 40
años de democracia para que coincidieran en el Español, Margarita Xirgu y Max. Yo creo que se quedó corto; han tenido que
pasar 40 años de democracia putrefacta,35 años de franquismo inclemente y tres
de brutal guerra incivil para que esa conjunción de astros se materializase.
Las controversias, las cábalas sobre el destino que le
aguarda a Pérez de la Fuente como director el primer teatro de España,
perdieron consistencia y protagonismo cuando la figura goyesca, inmensa y trágica de Carmen Conesa empezó a
decir y maldecir el terror del III Reich y el terror de la guerra de España.
Crueldad de la palabra, crueldad de una puesta en escena tenebrista sobre un
paisaje doméstico de batalla perdida.
Ignacio García
anda enredado con la España Peregrina, Max Aub, León Felipe, Bergamín, un gozoso peregrinaje tan distinto del que empezó en el 39 del
pasado siglo, llevándola por el ancho mundo. Perez de la Fuente le ha dado
cobijo en el Español.
Y la diatriba de una gran actriz entre varios fuegos
asesinos. Memorable noche. Pero eché de menos a Celia Mayer. Y a Zapata ese raro personaje, para que
comprobase que el exterminio de judios, y no judíos, no puede reducirse a un
chiste zafio. Y a Pablo Iglesias para que se convenza de que el teatro no
es una mariconada, aunque en ejercicio de la propia libertad sexual, en el
teatro haya mucho maricón y mucha maricona. Incluso eché de menos a Manola
Carmena. Si hoy Carmena fuera la que algunos conocimos en los años 70, habría estado allí. Para dar un abrazo a la
hija de Max Aub, en la plenitud de una belleza combativa de casi 90 años.
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