le quitaron hasta el nombre.
Gregorio Martínez
Sierra que en su tiempo pasó como gran
hombre de teatro, escritor, director y un largo etecé, era un impostor. Y un sinvergüenza. Lo fue toda su
vida. Todo lo que aparece con su nombre pertenece a María Lejárraga. Hasta que él murió, Maria de O no se decidió a
reivindicar con su propio nombre una obra que la acredita como una de las primeras
feministas españolas. No le permitían firmar y don Gregorio, su marido, la vampirizó, le chupó la sangre de sus venas y
la tinta de sus papeles. Gregorio fue amante de la actriz Catalina Bárcena que
representaba las obras de Lejárraga y se llevaba los aplauos y salía a saludar,
supongo de la mano de su amante cuya esposa, y autora, aplaudía desde un palco.
Complicada historia. María Lejárraga era ya entonces una mujer vocacionalmente
política que llegaría a diputada y que había escrito: Una mujer por los caminos de España, Cartas a las mujeres de España,
Mujer moderna. Misterio que
alguna vez he pensado estudiar a fondo, pero me faltan datos. Y tiempo. Y acaso incapacidad para una nueva
desilusión. Aurora de Albornoz apenas entendía mi curiosidad por este raro y
sucio triángulo, no por triángulo, sino por embarrado. Aurora
sabía mucho de Juan Ramón y de Adolfo Sánchez Vázquez, el filósofo poeta
exiliado en México. Juntos le publicamos su único libro de versos, El pulso ardiendo. Aurora tenía un
extraño pudor con las palabras. Se negó a presentar un libro mio de poemas
porque le disgustaba un verso, solo un verso que es el que a mi más me entusiasmaba:
“esta insumisa verga enamorada”. Quité de la lectura,no del libro, el verso y se acabó el
problema
María de la
O es algo más que una canción del folclore español de doña Concha o Juana Reina
que últimamente, en Bodas de sangre, ha
reivindicado Pablo Messiez. Yo que, muerto Manuel Vázquez Montalbán, me
considero uno de los mejores conocedores de la canción española y su educación
sentimental, metí la pata confundiendo a doña Concha con Juana Reina y Messiez
fue implacable. Natural. Yo no había tenido piedad con su Bodas de sangre. María de la O, que desgraciaita gitana tú eres teniéndolo
tó, es más que una canción; es una filosofía del despojo.
María
Lejárraga fue expoliada sistemáticamente. Le entregó a Walt Disney un
guión titulado Merlin y Viviana y al poco tiempo lo vio reflejado en La dama y el vagabundo.
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