A propósito del cura Llanos y Efigenia
Un diario debiera ser solamente
un recuento sentimental o político de las emociones del día; un detallado
testimonio de lo que hemos hecho, pensado o deseado hacer. Así concebí hace
tiempo este blog, pero me di cuenta de que un diario puede inducir a la melancolía o estar provocado por ella,
lo cual es peor. Hay que tener en cuenta
que ya no valen las viejas ilusiones, que acaso tampoco fueron ilusiones, al
menos de la magnitud poética que hemos creído. No importa. La poesía no es del
todo necesaria en la vida, aunque lo descubramos
tarde o no lo descubramos. Mi diario, que ni siquiera es diario, es lo que es.
Un cajón de sastre en el que cabe todo. No me arrepiento; sobre todo porque esa
disparidad ha sido muy bien recibida por los lectores.
Los encuentros de Lazcano
Lectores, seguidores,
contertulios, compañeros de desayuno con
el periódico manchado de churros de la pastelería Lazcano donde a veces me encuentro con Miguel Rellán y su madre; o con la veterana Charo Soriano de vuelta ya de todo, quién escribiría para esta mujer un papel digno de su historia…A veces me
encuentro también con Curro Vázquez,
el torero que más he admirado después de Antonio
Chenel. Sobre Curro escribí una tauromaquia de impecable y preciosista
edición por parte de Ricardo Navarro
y Pepe Esteban. Y a Chenel le
hicimos Antonio Leyva y yo, hace
muchos años, un homenaje, una carpeta con medio centenar de dibujos y otros
tantos textos, digna de una tanda de naturales o de verónicas del torero
madrileño.
Antes me
encontraba casi a diario con el empresario Justo
Alonso y pasábamos las horas
hablando del teatro de Alfonso Sastre
que él había producido. Justo, con
su aire de senador romano imperial, se mudó de barrio y le he perdido la pista,
no hallo forma de dar con él y, a veces, me temo lo peor.
Recordación del cura LLanos
Me preguntan a cuento de qué he sacado a
colación estos días al cura Llanos, con el que hace siglos repartía por el Pozo del Tío Raimundo jaculatorias de El Capital, además de viáticos
más necesarios para el sustento de los pobres. El cura no hacía proselitismo,
quitaba el hambre y las necesidades quitándose el pan de su boca si era
necesario. Ello viene a cuento de que pronto, el día 19, en Pavón Kamikaze María Hervás pondrá en escena
Efigenia en Vallecas de Gary Owen y una cosa me ha llevado a la
otra. El cura me ha llevado también a Paco
Umbral, Tierno Galván y Carmen Diez
de Rivera, la hija espúrea de
Serrano Suñer, un mujer bella y triste, artífice en buena medida del
suarismo y la transición. A veces me admitían en su grupo e íbamos de tabernas
por Madrid, moderadamente, pues, salvo yo, ninguno de ellos era dado a la
priva. El padre Llanos pasó de la
teología del nacionalcatolicismo al marxismo ortodoxo. Efigenia es una lumpen, una marginal, un putón desorejado y
drogadicto, pura subversión, nada que ver con la ortodoxia apelmazada y coñazo,
del marxismo canónico de Llanos.
Es una quinqui, que a la postre, en contra de
lo que creía Marx, harán la revolución. No hace mucho María
Hervás me preguntaba si Efigenia habría gustado a Umbral; no lo sé; Paco se definía como un “quinqui vestido por Pierre Cardín”. De lo que sí estoy
seguro de que a Francisco Umbral le habría gustado María Hervás.
Veremos cómo Hervás y Owen han encajado en Vallecas el
sentido de la virgen sacrificada por su padre Agamenón para que los dioses le fuesen propicios en la guerra. Efigenia
y Vallecas han sido mi recordatorio de
la memoria del cura Llanos, lo cual reconocerán que no está mal traído. Pero Efigenia nos hubiera mandado a la mierda
a todos.
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