lunes, 31 de julio de 2023

 VITI

DOS TOREROS, EL VITI, CAMINO DE LA ETERNIDAD. EL JULI, DE RETIRADA

El más notable de los toreros castellanos, el más austero y seco, el que más veces abrió la Puerta Grande de las Ventas, catorce en total, Santiago Martín,  ha cumpido estos dias 85 años. Aprovechando las iniciales de su nombre y apellido, Santiago Martín, S M, los aficionados empezaron a llamarle Su Majestad , como afirmación  de una excelencia. Lo de Viti  le viene de Vitigudino, pequeño pueblo de Salamanca donde nació. Le valió también para que otro salmantino, el temido crítico Alfonso Navalón, que siempre quiso ser torero, hiciera malvados juegos de palabras cuando Santiago se le atravesó, que debió de ser casi siempre, Viti, vete.  Alfonso escribía muy bien, una prosa castellana y recia, sin florituras, como el toreo que le gustaba. Su libro Viaje a los toros del sol es un ejemplo.


miércoles, 26 de julio de 2023

TRILEROS Y Trilleros. De la política y el trile

No confundir trilero con trillero, que es el que hace o arregla trillos,  artefacto usado en lejanísimos tiempos para triturar, tirado por bueyes o por mulas, la mies en la era.  Trilero es un pícaro  y es término que mucho conviene en estos días de política enfangada y tramposa. Quizás la política fue  siempre   así, pero ahora con la democracia y mi provecta edad lo noto más. Los trilleros procedían de un pueblo de Segovia, Cantalejo y paraban en casa de mis padres, la señá Rosario y el señor Francisco, que por un módico precio les daban  de comer y cenar,  más colchón o manta en  que dormir. Yo  me llevaba muy con los trilleros  y procuraba tenerles fresca la bota o el porrón de vino con gaseosa para apagar la sed. Además de arreglar trillos, o empedrarlos  con finas y cortantes piedrecitas,  los trilleros hacían cribas, para separar el grano de la paja cuyos restos  se llamaban granzas o algo así y se usaban para alimentar los animales. Los trilleros bajaban a mi pueblo dos veces al año, una para sacar piedra de los cantos rodados a orillas del rio Carrión, y otra para la cosa de los trillos propiamente dicha.

Trilero significa tramposo, estafador, timador, engañabobos y engañalistos,  fullero, y añadan ustedes nombres,   que en eso el diccionario español, el de la RAE y mejor aún el de Maria Moliner,  es muy rico. Últimamente yo uso con frecuencia el Vocabulario palentino,  que tampoco es manco.  Una verdadera joya.  Trilero toma  su nombre del juego del trile que es arte muy ingenioso y en el que, naturalmente, siempre palman los incautos: incautos y avariciosos todo hay que decirlo. Se necesita poca parafernalia para este juego:  una mesa plegable, tres cazoletas o vasos opacos, y una bolita de papel. Y la verborrea del que ha plantado la mesa en medio de la calle, el cual esconde hábilmente, o no esconde,  la bolita bajo una de las cazoletas o vasos. Todo es muy sencillo y basta con acertar algo evidente a simple vista, dónde está la bolita. El trilero cuenta con un gancho, un holgazán bien adiestrado que anda dando vueltas por allí. Al fín,  éste  se decide a apostar y, naturalmente, siempre gana,  contagiando su euforia y su vista de lince, a los demás que siempre palman. No me dirán ustedes, y si me lo dicen me decepcionarán sobre manera, que no está bien traida la analogía y que no me merezco un sitio en la práctica parlamentaria. Un sitio que enaltezca mi oratoria por los siglos de los siglos. ¿Hay trileros o no hay trileros en la clase política española que medra hoy dia?. Hay de todo contestarán ustedes y no sin razón. Pero convengamos en que, haberlos, haylos.


lunes, 24 de julio de 2023

 

 

Dos muertes que nos dejan huérfanos

El ajetreo de estos dias electorales y otras turbulencias políticas, no debe distraernos, al menos no del todo, de dos ausencias que en vida nos hicieron felices

Apenas con una semana de diferencia se han ido Carmen Sevilla y Francisco Ybáñez, dos seres que, desde distintos y contrapuestos ángulos,  dieron sentido a nuestras vidas adolescentes. Carmen Sevilla, 92 años, acaso la mujer más bella de España o eso decían. Arriesgada afirmación, por cuanto en cualquier aldea española siempre fue posible hallar doncella o vaquera hermosa, dígalo si no, el marqués de Santillana, don Iñigo López de Mendoza que, en Carrion de los Condes, Palencia, donde nació, tiene una plaza. Sus serranillas, moza tan fermosa non vi en la rivera como una vaquera de la Finojosa. Cita aprox. Carmen Sevilla  se casó con Augusto Alguero, compositor musical y virrey de arreglos y expropiaciones de pentagramas varios, del cual se separó pasado un tiempo. Cantaba Carmen Sevilla, pero nunca sabremos, o no lo sabré yo,  si lo hacía bien o mal, igual que nunca sabremos si era buena o mala actriz, pues su carisma y capacidad de seducción borraba todo lo demás.  Yo creo que era buena actriz y buena cantante de coplas, pero eso era lo de menos. Y generosa y desprendida en todos y más nobles de los sentidos, que era todo lo de más. El último recuerdo personal que guardo de ella es una comida en el café Gijón de Madrid. Una revista o periódico me había encargado una entrevista con ella y me citó en el Café de los Espejos, en Recoletos frente a la Biblioteca Nacional. Había reservado mesa, pero la convencí de que estaríamos  mejor en el Café de Gijón. Tomamos un parco  aperitivo en los Espejos y en el Gijón hicimos la esperada , esperada por mí, entrada triunfal. Aquel era mi reino, mi casa, mi patria de hombre pobre   sólo rico en ambiciones literarias y en necesidades. La compañía de Carmen Sevilla aumentó mi prestigio y mi precaria consideración intelectual y social.

Freno aquí mi imaginación y no quiero que Carmen le robe más espacio a Francisco Ibáñez, un genio de la viñeta, del TBO, de los diálogos rápidos e incisivos. Ibáñez retratista de la España del hambre, del franquismo, sociología del hambre. Historietista. Como tal se le ha definido. Todo esto, naturalmente, lo aprendí más tarde. Por el momento, Francisco Ibáñez era el dibujante ágil que nos hacía reír, era Mortadelo y Filemón , mis preferidos, era Rompetechos, era Carpanta, el muchacho hambriento que soñaba con bocadillos de jamón, o de lo que fuera, bocadillos. Cuando mi vida de emigrante, allá por los setenta del pasado siglo, empezó a mejorar, me aficioné a un restaurante del Barrio Gótico, llamado Carpanta, donde se comía bien y barato. Francisco Ibañez trabajaba en un banco para poder comer y, en los ratos libres, dibujaba sus historietas que publicaba la editorial Bruguera y apenas percibía derechos de autor.  Al final dejó el banco y se dedicó enteramente al TBO.