sábado, 31 de agosto de 2024

 LORCA.La OTRA MUERTE

Si hacemos caso a Fernando Marías y Juan Bas, autores de un libro fascinante, inverosímil y muchas verdades y algunas fabulaciones, titulado Páginas ocultas de la historia, Federico García Lorca fue fusilado tal como cuenta la historia del franquismo, pero no murió. Quedó alelado con la mitad de su cerebro disfuncional, tuvo otra vida que se truncó definitivamente en 1954, sin saber quién era, hortelano en un convento de monjas que le querían mucho Sor Agueda, sobre por su inocencia, un convento donde   las monjas lo llamaban Manuel.   A  sor Agueda que le salvó la vida cuando se lo llevaron malherido, el  nombre de Federico García Lorca tampoco le hubiera dicho  nada.  La historia que cuentan Marias y Bas, ellos mismos confiesan que puede ser verdad o no, pero yo la creo  verosimil. Lorca fue fusilado, pero no murió en el barranco de Viznar, donde no sé si sigue buscándolo Iam Gibson o no. Hagamos justicia a Gibson que    nunca ha dejado de ocuparse  del tema. Y consignemos que el cuerpo de Lorca, nunca fue hallado.

Los disparos del fusilamiento le afectaron  al cerebro, lo dejaron alelado, pero no lo mataron. La via por la que Marias y Bas reconstruyen La otra muerte de Federico  García Lorca es la periodista Rocío Pérez Sanz, que trabajaba en El Ideal, de Granada, y publicó un artículo sobre el asunto con el que aspiraba a ganar el Pulitzer.. Nadie le hizo caso, su artículo pasó inadvertido, se casó, abandonó el periodismo y se dedicó a cultivar la tierra en las Alpujarras. Accedió, sin embargo, a entrevistarse con Marias y con Bas, a los que una tarde en la taberna de la estación de Granada, hizo partícipes de una historia fantástica; quizá fuera un homenaje  a Rogelio Bermejo, repartidor de pan a bordo de un carro tirado por un burro,  un hombre inculto, mal vestido con una corbata de colorines y oliendo  a coñac,  que se la  transmitió a ella;  Bermejo, repartidor de leche,  encontró un dia a un moribundo en una cuneta con tres balazos, uno de los cuales le afectaba al cerebro. Se lo llevó a a un convento granadino donde Sor Agueda  le salvó la vida y cuidó. Alli,  ocupado en las labores del huerto murió, de un derrame cerebral  en 1954.  En en los actos de homenaje que pasados algunos  años se tributaron a Federico, Rogelio se dio cuenta de que el hombre  que se encontró en una cuneta, fusilado pero vivo,   el hortelano con el se había hecho  una fotografía, era el mismo, o muy parecido, a aquel que aparecía en  televisión, radios, periódicos y revistas. Lo cual le dió autoridad para afirmar hasta su muerte que él había hecho una vez  "algo muy importante por un hombre muy importante".

La otra muerte de Federico García Lorca, forma parte del libro, Páginas ocultas de la historia, Ediciones Destino,  reune otros once relatos, verdaderamente sorprendentes, de los que me ocuparé  otro dia. Fascinantes relatos  que demuestran que la historia no siempre es como nos la han contado


domingo, 18 de agosto de 2024

 

Lorca, poeta maldito.


 Y fusilado

Así tituló Francisco Umbral, in memoriam, uno de sus primeros y más arriesgados libros. Lorca,  poeta maldito en un país carente de escritores malditos o, al menos, de malditos con verdadera naturaleza, como Rimbaud o Baudelaire en Francia. Con todo, y respetando el talento crítico y analítico, inmenso, de Umbral, me atrevería a cuestionar el malditismo de Federico García Lorca. El poeta granadino no era un maldito,  lo convirtieron en poeta maldito las circunstancias malditas de un maldito  fascismo alzado y poco después triunfante. Lorca había rechazado quedarse en Madrid, pensando quizá  que en Granada, en la Huerta de San Vicente, su casa, estaría más seguro. Así pudo haber sido de no mediar un siniestro personaje de la CEDA, Ramón  Ruiz Alonso, que lo denunció y participó en su arresto, resentido porque los Rosales, Luis y Pepiniqui, le habían negado el carnet de Falange por cuyo ingreso, al parecer, Ramón Ruiz exigía un sueldo de mil pesetas. Tuve ocasión de conocer a Ramón Ruiz en Madrid allá por los primeros setenta del pasado siglo XX. Dirigía yo la galería de arte Forma 2, y un dia me encuentro con que los dueños, unos albañiles que se habían forrado construyendo chalets en la sierra madrileña, me lo presentaron como un administrativo  encargado de la contabilidad o algo así. Ese mismo dia se publicaba el libro de Luis Blanco Vila que denunciaba su participación activa en la muerte  de Lorca.  Estaba exponiendo José Diaz; una espléndida tauromaquia de la que había hecho protagonistas  exclusivos a Antonio Bienvenida y Paco Camino, apadrinada por un espléndido texto de Santiago Amón. A Diaz le habían fusilado el padre los franquistas y él y yo decidimos descolgar la exposición con mucho vendido y expectativas de venderlo todo. Ramón Ruiz Alonso decidió marcharse por propia voluntad antes de que yo lo despidiera. Y como una exposición un pintor la hace para vender, Pepe Diaz continuó colgado y vendiendo. Tampoco los dueños le hicieron remilgos al éxito del rojerío y me ofrecieron continuar con ellos, con un sueldo mensual de 2000 pesetas y un 20% de las ventas. Abrieron otra galería muy  dedicada a jóvenes pintores que no hubieran expuesto en Madrid y yo me dediqué a viajar por toda España a la búsqueda y captura de jóvenes talentos.

Pero volvamos a Lorca cuyo aniversario del fusilamiento se recuerda  hoy, horas arriba horas abajo. Lorca,  según algunas fuentes  fiables, reposa en Nueva York, junto a una persona muy amada por él, circunstancia que no estoy en situación de demostrar. No está en Viznar donde Iam Gibson sigue buscándole  o no, no lo sé.  Las hijas de Ramón Ruiz, Elisa  Montes, Emma Penella y Terele Pávez, al principio ignorantes de la responsabilidad de su padre, ambicionaban representar juntas La casa de Bernarda Alba. Pero alguien las disuadió del proyecto, dado su parentesco con el inductor del asesinato. Renegaron del apellido paterno y una, la mayor, se puso Montes, otra Penella y otra Pávez, para mí gusto la mejor actriz y la más radical de las tres, aunque yo era muy amigo de Emma.

Federico García Lorca, por los siglos de los siglos, poeta y autor dramático que revolucionó la escena, es con don Ramón Maria del Valle Inclán, una de las dos cumbres del teatro español de la primera mitad del siglo XX. Y de la poesía. Su elegía Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías, resiste la comparación con las Coplas a la muerte de su padre, del palentino Jorge Manrique.

sábado, 10 de agosto de 2024

 

Lluis Homar, el dimitido atribulado

Parece ser que a Lluis Homar, director de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, no le salen las cuentas. Le acusan de plagio y de cobros irregulares Y ha tenido o va a tener que dimitir, previo acuerdo de no sé qué índole, con la autoridad superior competente. Es normal. Homar es un  actor y director  muy profesional, y un  actor muy profesional, no tiene por qué saber de números. A mí, eso no me sorprende. Claro que Helena Pimenta, su antecesora, tampoco sabía de números y las cuentas le cuadraban siempre, aunque tuviera que apretarse el cinturón y pagar religiosamente a los colaboradores. Y Ernesto Caballero e Ignacio Amestoy, y otros gestores que han ocupado puestos   de responsabilidad en teatros oficiales y no oficiales, también.  A mí lo que me sorprendió, y en su dia dejé constancia escrita de ello, es que a Lluis Homar, catalán de pura cepa, le nombraran director de la Compañía de Teatro Clásico. No porque fuera catalán, sino porque Homar había manifestado su desdén por el teatro español del Siglo de Oro. Desdén o simplemente indiferencia. El teatro español sólo le interesaba  a Homar a partir del siglo XVIII, había manifestado en alguna ocasión, creo recordar. Y pese a eso venía a dirigir una entidad dedicada al Siglo de Oro. Es lamentable que estas cosas ocurran, es lamentable que insignes próceres del teatro español, metan la mano en la caja  como vulgares descuideros. Tan lamentable es,  que casi estoy deseando  que todo sea un error, la Comedia de los Errores shakesperiana.