Hispanidad; conquista, evangelización y lujuria
Con días de retraso, una nimiedad
cuando se trata de un devenir de siglos, me sumo al enconado debate, en España
todo se encona, sobre el Descubrimiento y la Conquista de América. Mi idea del
patriotismo es muy limitada y siempre he desconfiado de quienes se autodefinen
como patriotas. Por lo tanto mi idea de HISPANIDAD es también limitada y acaso
no del todo acorde con la ortodoxia adoctrinadora del pensamiento político
dominante. En cualquier caso, estas celebraciones no deben hacer olvidar otro
genocidio, muy verdadero, de hoy dia. El genocidio que perpetran contra los
palestinos los neonazis israelitas de Netanyaju, el nuevo y paradójico Hitler. Neonazis a los que exhorta con fervor Aznar, expresidente
de España con muchas más sombras que luces. Sombras siniestras que no es
preciso resaltar como la exhortación a otro Alzamiento, “cada una haga lo que
tiene y debe hacer”
El Descubrimiento fue, además de
Descubrimiento, una Conquista. Y las conquistas no se realizan con preces,
aunque en esta ocasión también, sino con
arcabuces y cañones; la cruz y los curas
iban tras la espada muy cerca. Y a veces en las mismas manos. La líbido exaltada de los soldados españoles,
tras prolongada abstinencia, ante la belleza de las indias nativas, hizo el
resto; el mestizaje, creo yo, fue cosa
de lujuria creadora; aunque Rubén, indio y mestizo, lo atribuya a una
exaltación del espíritu evangelizador inmaculado. La hermosa Malinche es el ejemplo más claro de
intercomunicación espiritual y carnal, la erótica del poder, según el mestizo
genial y dipsómano que amaba a España y
a Francisca Sánchez, Francisca Sánchez,
acompáñame; era ésta una campesina
analfabeta a la que Rubén enseñó a leer y escribir y a la que fue infiel, dicen, a troche y moche con quien se terciara. Quizá
Rubén Darío, gran poeta del modernismo y la hispanidad, se excedió en los
elogios al mestizaje y a su propia condición de mestizo fervoroso. La sed de
oro de los españoles que acompañaron a Cristóbal Colón, nobles arruinados y sin
blanca, despojos de la sociedad y muchos de ellos pendientes de cuentas con la
justicia, no aventuraba demasiadas delicadezas. Pero es cierto que aquellos
hombres rudos y pendencieros, basura de un sociedad convulsa, dejaron un
idioma, el español, o castellano si prefieren, que hoy hablan millones de
personas. Con ello, queda conjurado el temor que atormentaba a Rubén Darío, ante la posible hegemonía del
Reino Unido “tantos millones de hombres hablaremos inglés”? Pedir perdón por aquello, como una izquierda un
poco excesiva pretende, sería como pretender que los romanos de hoy pidieran
perdón a los pueblos que sometieron en sus conquistas. Con los ejércitos de
Roma llegaron al mundo y a Iberia, los caminos trazados, las calzadas, el
derecho romano, los acueductos, más o menos. Además, ¿de qué sirve pedir perdón,
consumado el desafuero irrevocable?.
No hay comentarios:
Publicar un comentario