Casi medio siglo después.
Acabo de leer en La Esfera la reedición del libro de Pedro Jota El año que murió Franco, publicado en Plaza y Janés hace 40 años. Quizá no sea una lectura propia de
estos días de amor fraterno, noche de Dios noche de paz. Estaba metido en Reflexiones
sobre la cuestión judía, de Jean
Paul Sastre, por razones prácticas: revisar una vez más, mi monólogo Cenizas y humo sobre el horror de los
campos de exterminio nazis, en vías de producción. David
de Loaysa ha definido ya espacio e ilumnación Y se ambienta estos días en
Alemania, pretexto supongo, para otros motivos viajeros de índole sentimental. Vengo comentando con varios amigos entre ellos Zutoia Alarcia, la actriz fetiche de Alfonso Sastre, y Xabi Puerta, su marido. aspectos del monólogo. Suena el teléfono y nos decimos sin pensar
en mas ¡Feliz Año Nuevo!. Palabra e iluminación: bastan para mostrar el
horror.
El tactismo infame de los abogados del PCE
Vuelven los fantasmas nunca conjurados del todo y este libro
resucita los de Manola Carmena,
actual alcaldesa de Madrid y por entonces gente de orden: el orden del PCE. Pensando
en el porvenir democrático del carrillismo, del que estas ramas atormentadas
eran esquejes, los abogados, del Partido Comunista de Carrillo, obedecieron consignas: no pringarse en su defensa en el
Consejo de Guerra Sumarísimo. Carrillo que, como Macbeth, nunca logró limpiarse las manos de sangre, tenía escrúpulos
de la sangre derramada por los demás: Sánchez
Bravo, alias Hidalgo, García Sanz, alias Pito, y compañeros mártires. Lo del martirio nada tiene que ver aquí
con el santoral, sino con el calvario de las torturas de la policía franquista
y su elemento más representativo, el sádico Sánchez Pacheco, llamado Billy
el Niño. Pacheco era el discípulo predilecto de otro salvaje, Roberto Conesa especializado en
infiltrar grupos de izquierda.
Nota personal: en la actualidad Manuel Blanco Chivite, condenado a muerte en el mismo proceso, e indultado, está vetado por PODEMOS y PABLO IGLESIAS para debatir sobre aquellos sucesos, según denuncia el periodista e inspirador intelectual de algunos atentados.
De lo que se trataba en aquellos momento que, con dudas más con gallardía afrontaron abogados como Paca Sauquillo, Fernando Salas, Folguera, Pilar Fernández y Ventura Pérez Mariño entre otros, no era la licitud o el carácter político de los asesinatos y desviaciones del M-L, sino la abominación de la pena de muerte, la barbarie de la Jurisdicción Militar y la denuncia de la tortura. De aquella torrentera de sacrificios, tactismo infame y traiciones hoy solo sobrevive en el plano político Manuela Carmena. En la página 189 de El año que murió Franco, el reportero sagaz y trabajador escribe: “a la hora de conseguir defensor para su hijo (Sánchez Bravo, hijo de Erundina Sollas) Salas y Carvajal han tropezado con el cerrado boicot de la organización de abogados del PCE que encabezan Manuela Carmena y José Luis Núñez. Fiel a su estrategia de descalificar todo lo situado a su izquierda y preocupado por la identificación policial del M-L con sus propias siglas, el PCE ha declarado desestabilizadora la violencia del FRAP, distribuyendo entre su gente la consigna de mantenerse al margen”. Esa obediencia la encarnó mejor que nadie Cristina Almeida: “personalmente estaría dispuesta a defenderlos; pero políticamente no puedo hacerlo”. Estén tranquilos pues, (opinión personal) quienes piensan en Manola Carmena como elemento desestabilizador de esta democracia putrefacta. Manola Carmena es obediente y disciplinada.
Nota personal: en la actualidad Manuel Blanco Chivite, condenado a muerte en el mismo proceso, e indultado, está vetado por PODEMOS y PABLO IGLESIAS para debatir sobre aquellos sucesos, según denuncia el periodista e inspirador intelectual de algunos atentados.
De lo que se trataba en aquellos momento que, con dudas más con gallardía afrontaron abogados como Paca Sauquillo, Fernando Salas, Folguera, Pilar Fernández y Ventura Pérez Mariño entre otros, no era la licitud o el carácter político de los asesinatos y desviaciones del M-L, sino la abominación de la pena de muerte, la barbarie de la Jurisdicción Militar y la denuncia de la tortura. De aquella torrentera de sacrificios, tactismo infame y traiciones hoy solo sobrevive en el plano político Manuela Carmena. En la página 189 de El año que murió Franco, el reportero sagaz y trabajador escribe: “a la hora de conseguir defensor para su hijo (Sánchez Bravo, hijo de Erundina Sollas) Salas y Carvajal han tropezado con el cerrado boicot de la organización de abogados del PCE que encabezan Manuela Carmena y José Luis Núñez. Fiel a su estrategia de descalificar todo lo situado a su izquierda y preocupado por la identificación policial del M-L con sus propias siglas, el PCE ha declarado desestabilizadora la violencia del FRAP, distribuyendo entre su gente la consigna de mantenerse al margen”. Esa obediencia la encarnó mejor que nadie Cristina Almeida: “personalmente estaría dispuesta a defenderlos; pero políticamente no puedo hacerlo”. Estén tranquilos pues, (opinión personal) quienes piensan en Manola Carmena como elemento desestabilizador de esta democracia putrefacta. Manola Carmena es obediente y disciplinada.
Un reportaje colosal
Por ponerle alguna pega a este colosal reportaje, un Pedro Jota
iniciático, cae en el descuido
gramatical de Umbral cuando
tituló La noche que llegué al café Gijón, en vez de La noche en que llegué al café Gijón. Pero ante la insistencia de este
texto testimonial, en retratar la naturaleza cruenta del Régimen agonizante, poco importan
nimiedades de bachilleres. 40 años
habían pasado desde la Victoria, se consumía el General y conservaba su
ferocidad represiva. La “escalada revolucionaria” de grupos ideológicamente incendiarios,
como el FRAP y el GRAPO, infiltrados por la policía a los más altos
niveles no consiguió la revolución. El fusilamiento de Humberto Baena, Jose Luis Sánchez Bravo y Ramón García Sanz, y los de José
Angel Otaegui y Juan Paredes Manot estos
de ETA, motivó una serie de atentados en cadena por parte del PCE (r) GRAPO sucesor del FRAP y los gudaris vascos. El saldo mortal fue el siguiente: un cocinero de la Policía Armada y
tres policías más en Madrid; tres guardias civiles en las cercanías de Aránzazu,
y la muerte del etarra Luis Echanove en Mondragón a manos de un nebuloso grupo antiterrorista. Por otra
parte, un tiroteo equivocado entre Guardias Civiles y Policía Armada en
Barcelona acabó con la vida de dos guardias y tres ciudadanos que pasaban por allí.
El GRAPO continuó su actividad terrorista después de la muerte
de Franco y su dirección fue exterminada. En abril de 1979, Juan Carlos Delgado de Codex fue
abatido de un disparo a larga distancia junto al metro de Lavapiés; en agosto
de 1980, Abelardo Collazo Araujo murió
por los disparos de cuatro inspectores de la Brigada de Información; el
camarada Arenas, Manuel Pérez Martínez, liberado
en 1984 tras seis años de prisión, se
perdió en el inmenso mundo; Enrique
Cerdán Calixto cayó acribillado en Barcelona con una metralleta en las
manos. El quinto miembro de la dirección del PCE (r) y principal impulsor del
Grapo en 1975, Pío Moa, sobrevivió
al exterminio. Ya en los asesinatos de revancha, ley del Talión ojo por ojo,
tras los fusilamientos de Hoyo de Manzanares, había manifestado sus escrúpulos
de conciencia. Hoy, arrepentido de sus antiguas dudas y maldades, es un escritor
de éxito muy solicitado por distintos medios de comunicación.
Pedro Jota inicia el rastreo de aquel año de violencia extrema
en un restaurante de la calle Artistas, casi esquina a Bravo Murillo; La
Milagrosa no era centro de reunión de
revolucionarios, aunque en él se conocieran José Luis Sánchez Bravo, el intelectual, y Ramón García Sanz, el hospiciano solitario. Era un restaurante
cutre para impecunes -obreros o estudiantes- que se repartían entre dos o tres,
solidariamente, el escuálido menú, por el precio de uno. Y concluye en una
playa nudista de Galicia con la viuda de
Hidalgo, tratando de entender y
rehacer su historia.
En este sentido me atrevo a afirmar que El año que murió Franco es la máxima aportación para una radiografía del franquismo sanguinario, y posiblemente, el mejor libro de Pedro Jota. Afirmar esto puede ser una temeridad cuando Pedro Jota lleva varios libros publicados de historia y pensamiento político. Es, por lo menos, el libro que descubre a un periodista precoz, un reportero que maneja cientos de fuentes orales y escritas. Y que siguió indagando en el futuro atroz de familiares y amigos de los fusilados. Otra tremenda clandestinidad para librarse de apellidos y conductas malditas, que incluyen posteriores suicidios y desesperaciones. Y confesiones y retractaciones.
En este sentido me atrevo a afirmar que El año que murió Franco es la máxima aportación para una radiografía del franquismo sanguinario, y posiblemente, el mejor libro de Pedro Jota. Afirmar esto puede ser una temeridad cuando Pedro Jota lleva varios libros publicados de historia y pensamiento político. Es, por lo menos, el libro que descubre a un periodista precoz, un reportero que maneja cientos de fuentes orales y escritas. Y que siguió indagando en el futuro atroz de familiares y amigos de los fusilados. Otra tremenda clandestinidad para librarse de apellidos y conductas malditas, que incluyen posteriores suicidios y desesperaciones. Y confesiones y retractaciones.
La verdad de Silvia
Hidalgo le pidió a su mujer Silvia Carretero, activa
militante del FRAP y colaboradora de su marido, que educara al hijo en el
marxismo-leninismo y le contara la verdad. Silvia, la mítica Andrea, no educó a su hija en el marxismo-leninismo; se
hizo funcionaria del PSOE en el Ayuntamiento de Madrid. Pero sí le contó la
verdad:
“Mira Luisa, tu
padre no murió en un accidente. A tu padre lo fusiló Franco. Le dieron cuatro tiros
porque luchó contra la dictadura. Pero era un tío cojonudo. Cuando seas mayor
te lo terminaré de explicar. Te lo prometo, mi amor” .
Sánchez Bravo estaba obsesionado porque Silvia creyera que
ella había sido la única mujer de su vida y que era inmoral ponerse un bikini
en una playa. Quizá por eso Silvia
reaccionaba contra el recuerdo en una playa nudista de Galicia. Es
curioso, se me ocurre pensar, cómo la izquierda tiende a reproducir los códigos
de la derecha cavernaria que pretende exterminar. Punto final.
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